Así estás
todavía de pie bajo la lluvia,
bajo la clara lluvia de una noche de
invierno.
De pie bajo la lluvia me llega tu sonrisa;
de pie bajo la lluvia
te encuentra mi recuerdo.
Siempre
he de recordarte de pie bajo la lluvia,
con un polvo de estrellas muriendo en
tus cabellos.
Y tu voz, que nacía del fondo de tus ojos,
y tus manos
cansadas que se iban en el viento...
Y aquel
cielo de plomo y el rumor de los árboles,
y la hoja aquella que te cayó en el
seno...
y el rocío nocturno dormido en tus pestañas,
y engarzando
diamantes en tu vestido negro.
Así
estás todavía lejanamente cerca,
desde tu lejanía de sombra y de
silencio...
Mi corazón te llama de pie bajo la lluvia;
de pie bajo la
lluvia te acercas en el sueño.
La vida
es tan pequeña que cabe en una noche.
—Quizás fue que en la sombra me
encontré con tu beso—.
Y por eso me envuelve, de pie bajo la lluvia,
el
sabor de tu boca y el olor de tu cuerpo.
Sí. Me
has dejado triste. Porque pienso que acaso
ya no estarás conmigo cuando
llueva de nuevo;
y no he de verte entonces de pie bajo la lluvia,
con las
manos temblando de frío y de deseo.
Pero,
aunque habrá otras noches cargadas de perfumes,
y otras mujeres, y otras, a
lo largo del tiempo,
siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia,
bajo
la lluvia clara de una noche de invierno.