Quisiera sentir mi cuerpo pegado al tuyo,
recibir el calor para entrar al corazón frío,
encender la llama de la pasión y la calma,
vibrar ambos cuerpos en un sólo latido.
Mas no es sólo el éxtasis, sino ser sólo uno,
cantar al viento y al alma, que hay cariño,
mas no es sólo la sensación, el arrullo,
es algo más profundo que un simple susurro.
¡Cuán grande debe ser el sentir el arrullo!,
¡las manos cálidas sobre piel desnuda!,
¡cuán grande el sentir que soy querida,
el beso, la caricia, tu piel sobre la mía!.
Así pasan los días, los momentos, los deseos,
también la ilusión de ser algún día tuya,
de caminar por un sendero a algún puerto,
que nos lleve al amor y no a huir deprisa.
¡Cuán grande debe ser el amar en silencio!
¡Cuán grande el silencio que espera presto,
en ese lecho que también es encuentro!.
Quisiera tus brazos entre los míos dueños,
sentir tus labios en los míos, tal vez secos,
dosificar nuestra sed y apagar el fuego,
ese fuego que existe y que no tiene freno.
Mas no es sólo la palabra, sino el hecho,
arropar mi cuerpo desnudo cual espejo,
mas no es sólo transparencia mi anhelo,
sino el palpitar del corazón, tan entero.
¡Cuán grande debe ser palpitar juntos,
ese suspirar que hace de la vida mundo!,
¡cuán libertad y serenidad en el encuentro,
que hace que tú y yo gocemos al unísono!.
Quisiera dejarme llevar por el instinto,
y acudir sin pensar a lugar desconocido,
apartar el miedo y apagar el descontento,
para gozar juntos aunque sea un momento.
Mas no es sólo ternura, sino cordura,
lo que en este instante es mi empeño,
mas no haré nada que no sea cierto,
allá donde no haya amor y cariño intensos.
¡Cuán grande debe ser el gozar sin tiempo!
¡Cuán grande la amistad y cariño intensos,
cuán grande el vivir cuando se cree en ello!.
Autora: Rosa Mª Villalta Ballester