Nuestra vida en comunidad es difícil.
Nuestro lenguaje está a menudo cargado
de amenazas y de violencia. ¡Protestar,
contestar, luchar! ¿Para qué?
¿Por una sociedad más humana?
Nosotros deshumanizamos nuestra sociedad y renunciando al más mínimo
respeto y a toda delicadeza en nuestras relaciones.
Seguimos creyendo en la fuerza.
Queremos tener razón y hacemos todo lo posible para ser los más fuertes.
Nuestros sentimientos se empobrecen.
Más que nunca necesitamos dulzura, ternura.
Uno se vuelve delicado cuando se da cuenta
de cuán frágiles son las cosas y cuán asilados
están los hombres. Piensa en las numerosas, numerosísimas personas
a quienes el mal, la enfermedad, la pobreza,
el desfallecimiento aleja lentamente de la vida.
Ellas buscan una sonrisa;
esperan una palabra amable; necesitan amistad y comunicación.
Revístete de ternura y de comprensión para todos lo hombres
que te rodean y no dejes nunca más a nadie aislado.