LO QUE ABRIGAS EN TI MISMO
Hay una bella parábola de los Upanishads.
Un niño se acercó a su padre y le preguntó:
"Padre, ¿qué soy yo? ¿qué hay en mí?,
lo pienso pero no encuentro qué hay dentro de mí?
El padre dijo: ¿Ves aquel árbol? trae uno de sus frutos.
Cuando el niño lo hubo traído el padre le dijo: Rómpelo.
El niño lo rompió y salieron millares de semillas.
El padre le dijo entonces: Toma una de las semillas y rómpela.
El niño lo hizo y el padre le preguntó: ¿Qué ves ahí dentro?
Y el niño respondió, nada. Justo de esa nada surge el árbol,
le dijo el padre. Nada. Eso mismo eres tú.
Pasaron unos días y el niño volvió a preguntar a su padre:
Pienso y pienso, pero aún no tengo las cosas claras.
¿Cómo el ser del árbol se mezcla con la nada de la semilla?
¿Cómo la nada de la semilla se mezcla con el ser del árbol?
El padre le dijo: Trae un vaso de agua.
El niño trajo el vaso y el padre le mandó traer azúcar.
Y le dijo: Mézclalas y pruébala.
El niño la mezcló y probó el agua.
El padre le dijo: ¿Puedes separar el agua del azúcar?
Mira, así es en ti.
Lo más simple es lo más perfecto.
La máxima perfección es lo más simple.
Dicen los científicos que los agujeros negros
del espacio se llaman así porque en ellos
no hay nada en absoluto. Pero, en cambio,
dicen ellos mismos, que en esos agujeros se
concentra la máxima energía.
Lo que creemos o llamamos nada, es la
condensación de la máxima energía.
Nuestro ser interno no son células ni partículas visibles.
Pero es la energía de donde brota todo.
¿Qué soy? ¿Qué eres? ¿Qué es cada persona?
Algo que nos parece nada, pero que es la máxima energía.
No lo pueden ver tus ojos físicos pero sí tu ojo interior;
y, sobre todo, lo puedes sentir.