Una piedra puede
ser el principio de una alegría,
el fortalecimiento
de un miedo que se tenía,
el gesto constante
de la alegría,
el gusto por la
vida, el sereno son de la dicha.
Una piedra, puede
ser algo más que dureza,
puede ser el don
de amar y su energía,
el estar al lado
de lo que realmente se admira,
el suspiro, el
amanecer, el dolor y también ira.
Una piedra, es el
comienzo de una garantía,
el salir de la
oscuridad nada de utopía,
el silencio, el
alma, la reacción, la delicia,
el canto hacia el
amor, o quizás un buen día.
Una piedra puede
ser el cimiento de una vida,
el obstáculo para
el temor y tener valentía,
la riqueza, la
pobreza, siempre en armonía,
la paz, el
respeto, tal vez heridas.
Una piedra, en una
mano, es obsequio y delicia,
es tacto, es
suavidad, tal vez invadida,
es clamor y dolor,
es … ¡tanta simpatía!,
es pequeña o
grande según su primacía.
Una piedra es
recurso, es belleza si se mira,
es curiosidad o
tal vez pase a ser reliquia,
es ternura,
siempre que al corazón se dirija,
es pureza,
naturaleza, ¡quizás, fría y fija!.
Una piedra, es
color, ¡tantos como se elija!,
es determinación,
pues ella nació sin vida;
es ocasión, pues
en nuestras manos acaricia,
es carencia de
afecto, pues en ella ¡no hay vida!.
Una piedra, puede
convertirse en fantasía,
cuando con ella se
crea toda rebeldía,
cuando se saca
toda desilusión y cobardía,
cuando por fin se
tiene esperanza y no prisa.
Una piedra, …,
sí, una piedra, aunque sea chiquita,
puede ser el
verdadero espejo del alma y de dicha,
puede ser quizás,
no sólo ornamento … sino energía.
Autora: Rosa Mª
Villalta Ballester