Algo interior me dice que necesito un cambio radical, un giro de trescientos sesenta grados, algo que desconozco pero que no es mi situación actual.
Mi vida, más bien mi sola existencia, ha sido muy limitada, he estado pasando los años, los minutos sin más, sin ningún tipo de valor o ilusión.
Ahora, aunque sea mayor, tengo ganas de despegar las alas, de volar, sí, unas alas que cortaron por el miedo, la inseguridad, la incertidumbre, unas alas que piden su vuelo alzar.
¿Soy egoísta por querer volar? ¿Acaso es malo una nueva vida querer probar?
¿El amor? Quizás exista, puede ser que sí puede ser que no. No es ahora lo que más me inquieta sino el mero hecho de despegar, de ser yo misma, de rumbo tomar.
¿Qué hay de malo en ser yo misma? ¿Acaso lo he sido alguna vez?
Sí, temo cambiar pero al mismo tiempo lo deseo. No sé qué va a ser de mi vida, qué pasará mañana. Sé lo que pasa ahora, en este mismo momento y ahora solo me acompaña la tristeza y la amargura.
¿Errar? ¿Cómo voy a hacerlo si siempre he vivido hiperprotegida y con acechos de temor y poca valía?
Ya no. Ya decido cambiar. Tengo un trabajo seguro, o al menos hasta el momento; ya sé que hoy en día es el mejor regalo del cielo, que no debo quejarme y además doy gracias por ello; sin embargo, ¿de qué me sirve tener dinero si no soy yo misma, si no puedo decidir por mí misma, si no puedo ser libre?
El dinero, el trabajo, no es que es importante, es importantísimo; pero más importante es tenerse a uno mismo; si se pierde este valor, si se está sumiso a una vida que no es la que te agrada por temor a hacer mal, por no poder decidir, por no poder tan siquiera elegir, ¿alguna cosa tiene valor?
Ahora, sumida en el más profundo derrotero, pues sé que quiero, qué deseo, pero no sé si dará lugar, me pregunto cuáles son mis sentimientos, cuáles son mis valores, cuando no he sido yo misma durante muchísimos años, sino una persona enganchada al miedo, al desconocimiento, a la falta de experiencia.
Ahora sé qué deseo, que prefiero errar y caer y volver a levantar que estar en mi línea continua sin caminar, sin probar, solamente dejándome llevar por el temor y la inseguridad.
Para aprender supongo que hay que probar, que caminar, que elegir; ése para mí es la verdadera madurez, saber elegir o querer elegir. Sin elección, sin ilusión, sin prueba, la vida es algo sin sentido y sin valor.
Autora: Rosa Mª Villalta Ballester