No
acepto cómo soy, cómo siento, cómo pienso. No acepto mi manera de ser pero por
mucho que quiera cambiarla me es imposible.
Me
pregunto, cómo se hace para cambiar, si se nace de una manera determinada y no
se puede modificar.
Soy
una persona adulta y como tal supongo que tendré herramientas para hacerlo,
pero no las veo, no las utilizo si las tengo. Soy inestable y triste per se y
como tal me cuesta ser alegre, ser estable, a pesar de todo lo que tengo y que
valoro.
Tengo
dos ojos con los que ver las cosas que me ofrece la vida, dos manos que, aunque
me muerda por ansiedad, son servibles; tengo tacto en ellas, con las que sentir
lo que en ellas se posa. Tengo dos oídos que funcionan a la perfección con los
que escuchar el trinar de los pájaros, el ruidos de los coches en la ciudad,
los niños jugando...
Tengo
dos brazos, dos piernas, físicamente estoy bien no me falta de nada pero hay
algo que no me funciona: la mente, la cabeza.
¿Cómo
regular la mente? ¿Cómo hacer que esos pensamientos que frustran, que amargan,
que no dan paso a que la mente no pueda estar acorde con lo físico?
Cuerpo-mente:
dos aspectos que supongo han de estar en equilibrio, a la par para que la
persona se sienta bien.
Cuando
el cuerpo se siente mal sí existen variables o pruebas que determinan tal mal,
existen análisis, radiografías, pruebas que verifican ese malestar; sin
embargo, cuando es la mente quien juega malas pasadas, cuando existe ese
desequilibrio cuerpo-mente, no hay prueba alguna que lo determine. Es la palabra
de la persona que sufre frente a los demás que no entienden ni ven tal
adversidad.
Y
la vida sigue, los días pasan, pero la inseguridad, inestabilidad y desasosiego
martirizan ese pasar, ese momento, ese día.
¿Cómo
desarraigar esa enfermedad? Porque sí, es una enfermedad de la mente, existe
algo que impide a la persona ser como se quiere, ser uno mismo; sí, ya sé que
es incomprensible para aquellas personas cuyo cuerpo-mente están en equilibrio
y no entienden el lenguaje de este mal pasar.
Ojalá,
algún día, se llegue a tener pruebas fidedignas (aunque lo veo imposible) para
entender el desequilibrio existente entre el cuerpo y la mente pues tan
importante es la mente como el cuerpo.
Tan
solo dejo esta reflexión de esta persona que escribe que sí razona, no tiene
ninguna enfermedad física, puede dar gracias a Dios por todo cuanto tiene, un
trabajo de funcionaria que le permite tener unos ingresos pero que se siente
indefensa ante el poco entendimiento de su desequilibro emocional o mental que
puede llegar incluso a hacer abandonar todo cuanto tiene, incluso a las
personas que la quieren.
Autora:
Rosa Mª Villalta Ballester