Hoy, ante mí un nuevo día;
¿de qué depende su ilusión?:
tal vez, de fingir una alegría;
quizás, pensar que hay amor;
o, ¿por qué no la aceptación,
de que reflejo de la vida soy?
Si nada veo, oscuridad habrá;
si quietud, el tiempo su virtud;
si voluntad, a lugar su dicha;
si angustia, ni de lejos alegría;
si lamento, ningún haber nuevo;
si pasar sin buscar, nada hallar.
Si acepto cada error, su valor;
aceptando el miedo, su ocasión;
aceptando mi ira, gran sosiego;
aceptando la ineptitud, quietud;
aceptando diferencias, la calma;
aceptando confianza, la ilusión;
aceptando mi identidad, tal cual,
acepto la vida, con toda verdad.
Nadie por mí, puede su aceptar;
nadie más que yo, su despertar;
nadie, su ilusión en mí suscitar,
si no soy yo misma su valor dar;
pues nadie es realmente
igual:
irrepetible y única en su pasar.
Nada hay como aceptar la vida,
que se nos dio sin nada esperar;
nada hay como aceptar renuncia,
a este universo desear olvidar;
pues solamente aceptando la vida,
se renuncia a una angustia vital;
y solamente aceptando cada día,
se renuncia a diariamente pasar,
aprovechando en cada instante,
para aceptar a cada paso sumar.
Autora: Rosa Mª Villalta Ballester