Plegaria
Sí, mi Señor... Abierta está la herida del estilete atroz de la lanzada. Lanza asesina, que tu pecho horada, hierro cruel que cercenó tu vida.
Fue Longinos la mano deicida que exterminó el fulgor de tu mirada, pero a su vez fui yo la fuerza airada y el brazo ejecutor y fratricida.
Sí, mi Señor, que yo también he sido verdugo y centurión, lanza cobarde que hirió tu corazón y tu costado.
Perdóname otra vez, si arrepentido, postrándome ante Ti, vengo esta tarde a llorar mi maldad y mi pecado.
José María Zandueta Munárriz
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