Los humanos somos seres naturalmente
esperanzados. Siempre esperamos algo, aunque sea continuar viviendo.
Pero no solo esperamos seguir viviendo, esperamos vivir mejor. Ahora
bien, no hay que confundir la esperanza con la ilusión o con el deseo.
La diferencia entre deseo y esperanza está en que el deseo no considera
las posibilidades que tiene de realizar el deseo: yo deseo –espero- que
me toque la lotería, pero en realidad las posibilidades de que me toque
son nulas. La esperanza, al contrario del deseo, es realista y está
fundamentada en una seria posibilidad: yo espero sacar unas oposiciones
difíciles, porque he decidido dedicar durante un año cinco horas diarias
a estudiar. La esperanza no es pasiva, no es un simple aguardar. La
esperanza es activa, supone poner en obra una serie de posibilidades.
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