Hallar confianza es lo más esperanzador que hay. La confianza se puede dar o se puede hallar. Se puede dar de una manera o en una medida y tomársela de otra forma o mesura; se puede dar confianza siempre y cuando se tenga con uno mismo.
¿Se necesita confiar? Desde mi punto de vista sí. Se necesita para tener seguridad si bien el primer paso es confiar en sí mismo. Confiar es querer, es dar, es recibir. Es dar un paso que rompa el aislamiento y la soledad. Es hallar la manera de tener esperanza, alegría, ilusión. Por ello tan importante es darla como recibirla. Darla supone abrirse, abrir el corazón, la sinceridad, el cariño, … Y ¡qué gran regalo recibir todo esto! ¡Qué placer y serenidad poder contar con ella!
¿En quién confiar? Confiar es muy sencillo cuando se precisa cariño, cuando la soledad o el aislamiento acechan, cuando se precisa amistad, cuando se abre el corazón. Y es muy sencillo en esta situación caer en la falsedad de la misma. Y … ¿cómo saber en quién hacerlo? A día de hoy, es algo que no sé pues la necesidad de hacerlo conlleva caer en la red de la falsedad y el engaño.
Por desgracia, sé qué es confiar y sentir que ha sido en vano. También es cierto que he dado confianza y después no he sabido o no he podido seguir dándola. Y es que … cuando los sentimientos se desbaratan, cuando el engaño toca la puerta, cuando uno se desprecia a sí mismo por carecer de esa llamada confianza, la realidad es que la palabra confianza se torna oscura y amarga.
Envidio a aquellas personas que pueden y saben en quién confiar, en vivir de lleno la confianza. Sí, las envidio. No lo niego. Confiar, para mí, es algo muy arriesgado, sí, demasiado; tal vez por mi falta de ella; tal vez porque la haya probado o utilizado sin beneficio alguno o más bien nociva para mi salud mental.
El riesgo de la confianza es la verdad o la mentira. Y siento que confiar es lo más bello de la vida pues abre las puertas a la esperanza, a la confidencialidad, a la seguridad, al intercambio de pensamientos, sentimientos e ideas.
Confiar supone aprender a perdonarse, a aprehender lo que la otra persona comete errores o falla; supone adentrarse en la sinceridad, en dejar de lado y lejana la mentira para que con la confianza se crezca como persona y se haga una humanidad más sana y honesta.
Evidentemente confiar se hace o no en función de cómo se aprecia la falsedad o mentira; pero no cabe duda que hacerlo supone un pilar esencial para la felicidad y el crecimiento personal.
Cuanto más confianza se dé y se halle, más humanidad y sociabilidad se podrá también experimentar.
Por último acabo esta reflexión con una cuestión, si la confianza nos permite hallar un crecimiento a nivel personal y de humanidad, ¿por qué no dirigirnos y proporcionarla sin temor a caer en círculo de la mentira y la decepción?
Quizás, en muchas ocasiones, las desconfianza es dada por haber vivido en primera persona la voluntad y la entrega de la sinceridad y la honestidad y haber recibido la oscura mentira y la frialdad.
Autora: Rosa Mª Villalta Ballester