Mirando la Luna,
esa luna que cada noche viene a enamorarme,
y sin dejar de mecerme, me enamora.
Mirando la Luna,
esa luna que me trae recuerdos del ayer,
y sin contarlos, me los trae.
Mirando la Luna, pregunte por ti;
y ella sonriendo, siguió enamorándome;
y yo mirando, seguía preguntado.
Mirando la Luna, sin dejar de mirarla,
enamorándome sentía que te perdía,
sentía que te perdía porque aquella Luna ya no sonreía.
Mirando la Luna que ya no sonreía,
una vieja canción que apenas oía,
mi corazón tarareaba.
Aquella vieja canción que ahora sonaba a despedida,
y que ayer, juntos y abrazados,
nuestros cuerpos sin hablar, bailaban.
Tantas noches mirando la Luna, la luna que me enseñaste…
aquella que tanto brillaba;
aquella que a su paso cielos llenos de estrellas para nosotros dejaba…
Aquella Luna que robaba todas las miradas
y se adueñaba de todas las promesas, y así, feliz y complacida,
radiante, con la luz de la alegría, hasta mañana se despedía.
Aquella luna, por ti anhelada, por mi deseada.
La que callaba cuando hablaba,
y cantaba cuando lloraba.
La Luna que vivía durmiendo en mis días,
y que en mis sueños despertaba y me traía,
envueltos en delicados tules, finísimos y valiosos dibujos de ti.
Esa Luna que se hizo bonita para mí, y que supo,
escondiéndose tras las nubes,
mostrar su otro mundo, su otra cara…
La tristeza de no verla,
lagrimas desesperadas en su búsqueda fueron y nunca regresaron;
la Luna, juguetona, de nuevo sonreía,
porque ella con mis lagrimas perdidas,
anillos de oro relucientes, se hacia.
Hoy, que no veo mi Luna no me siento triste.
Sé que ella, escondida entre sus nubes,
collares de oro y diamantes, mañana,
seguramente, lucirá para mí.
Querido amigo, seas hombre o mujer, que importa.
No te sientas triste por no ver tu Luna,
no llores porque aún viéndola allá en lo más alto
creas pasar desapercibido para ella. No creas que no le importas…
no lo creas
Mira hacia arriba, pero no te separes de la tierra,
porque de la una sacaremos la fuerza, de la otra la ilusión.
La Tierra es la que nos lleva, la que nos hace, la que nos mueve…
la tierra es de donde venimos.
La otra, la Luna, tu luna, es la que nos espera, l
a que nos guía, la que nos enseño a reír y a soñar.
La Luna nos enseño a amar.
Y ella, amando, nos llega cada día,
y cada día, radiante y contagiada de nuevo se despide.
Si algún día no la ves, no sufras,
seguro que junto a la mía, que a lo mejor, también la tuya es,
preparando sus collares con tus lágrimas esta noche yo la veré.
Cuando no vea mi Luna piensa en mi,
seguro que tu sonrisa y tu recuerdo,
sin verlo, sentiré.
Cuando no veas la tuya, sonríe, mañana verás cuan bella te llegará.
de la red