Mirar, pero no ver, colocar otros ojos, quizá los de aquel niño que viejísimo mira.
Unos ojos perdidos y hallados a diario ciegos como ese río que viejísimo mira.
Mirar es eso mismo, un dolor, quizá un agua que no ve y que, reciente, qué viejísima mira.
Autor del poema: Francisco Pino
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