Lejos de la mitología árabe, en una época más reconocible y documentada, se generó una historia que también ha dado que hablar. En la Vall de la Gallinera, cerca de Dénia, un pequeño municipio llamado Llombai fue el hogar de acogida de Stefan Gregor, un supuesto soldado nazi que, huyendo de las posibles consecuencias que le acarreasen los juicios de Núremberg, dejó atrás su militancia hitleriana para esconderse en la Alicante profunda.
Fuera o no Gregor quien se decía que era, no hay duda del paso de este vecino austriaco por la localidad de La Marina. Su llegada a lomos de un Mercedes fue, a ojos de los lugareños, poco menos que la invasión de un panzer alemán, conducción acorazada que al poco tiempo se le atribuiría en los pueblerinos mentideros.
La del supuesto nazi ha sido una historia sobre la que ya se ha especulado bastante. Desde Interviú en los 80 hasta más recientemente el propio Íker Jiménez, algunos de los más entrados en años vecinos de las proximidades todavía recuerdan a este singular y ciclotímico residente, tan huraño en el trato como eufóricopor momentos según dicen.
Fue, hipotéticamente, el mismo ayuntamiento el que le proveyó de la vivienda en la que vería los años pasar y moriría en soledad. La incompleta expiación de los pecados cometidos pudo acabar por volverle loco, y no era extraño escuchar alaridos en las cercanías del torreón abandonado que habitaba.
Por si la curiosidad que su mera presencia originaba no fuera suficiente, la muerte de Gregor hizo que su etapa en Llombai pasase de anécdota a leyenda, de su insondable pasado como jefe del crematorio de un campo de exterminio a su condición de perturbador profeta. Junto a su cuerpo, una serie de jeroglíficos manuscritos fueron encontrados, en los que unas figuras indescifrables aparecían y de las que se ha llegado a decir que podrían formar parte de una nueva filosofía o religión.