Cuando creó la naturaleza en la Tierra, les pidió a las plantas que crearan sus mejores
flores para entregar al mundo y que cada una seleccionara las
estaciones del año para su nacimiento.
También les pidió que siempre dieran a todo aquel que las tomara
en sus manos y en su vida,...
todo lo mejor de ellas : belleza, amor, armonía y sabiduría.
Cierto día, Dios vio que una planta en especial desde el momento de su
nacimiento daba todo lo más sagrado que se encontraba en su esencia,
con el fin de ser elegida por los humanos para llevar a sus vidas la belleza, amor, armonía y la sabiduría.
Pero por más que se esforzaba por ser elegida, nadie se paraba ante ella para admirarla,
nadie la apreciaba pues sus flores eran muy pequeñas y sus hojas muy grandes
y solo de color verde; esto la entristecía.
Sin embargo no dejaba de luchar por ser feliz, aun cuando ningún hermano la quería.
Al ver esto, Dios fue hasta la planta y le dijo: “Veo que eres muy hermosa y
que realizas tu misión con mucho amor, aun cuando tu belleza
no es valorada y sin embargo luchas por ser feliz dando tu amor incondicional
a tus hermanos pues sabes que lo necesitan. Por eso te voy a dar mi sangre.
Cuando la depositó en sus hojas, se transformaron en el rojo más hermoso que existía,
y así la se convirtió en la flor más bella, que florecería además
en la época más importante de la Tierra, en Navidad para ser la representante
del amor y la esencia divina del universo.
Desde aquel momento la planta de flor pequeña y
de grandes hojas se transformó en la bella
Flor de Nochebuena, haciéndola la más representativa de la Navidad.”