Ha visto el sol mis pasos repetidos
en tu calle, que es casi ya la mía;
la noche escucha, hasta llegar el día,
sus blandos ecos ininterrumpidos.
No despierto sospechas ni ladridos,
nadie me acota, nadie desconfía,
me detengo a tu puerta, llamaría
si supiera llegar a tus oídos.
Me acercaré a tu espalda una mañana,
en un silencio azul, de porcelana,
que podrás fracturar si lo deseas.
Te ofreceré una rosa, y tal mensaje
te dirá en inequívoco lenguaje
que te recorren todas mis ideas.
Francisco Alvarez Hidalgo
29-1-04