“La vida no se pierde al morir. La vida se pierde minuto a minuto” (Stephen Vincent Benét)
No me digas mañana; mañana es sueño azul, simple entelequia, no asequibles, excepto si dormidos. Sólo el momento actual no admite esperas, ni encierra dudas, ni abre interrogantes; es realidad genuina, sin promesas. Si te hablo, si te beso con alma y piel desnudas y despiertas, no necesito más, estás conmigo, llevando entre los dos el mundo a cuestas; queden las utopías del mañana para los indigentes de la ausencia. Lo detentamos todo en el presente, ajenos a propósitos o huellas. Mañana es duda, opacidad, penumbra, hoy es afirmación, luz, transparencia. No quiero pagarés, sino efectivo, que el corazón en deuda, debida o acreída, en estériles súplicas se enreda. Si hoy te corto las rosas para futura entrega, llegarán a tus manos desvaídas, atenuada su efímera belleza. El encanto, la gracia, son patrimonio de hoy, revolotean en torno a nuestra imagen, en instantánea oferta. Si no los atrapamos al momento, quizá vuelvan después, mas su inocencia, fragancia, lozanía, no estarán tan enteras. No permitas que muera este minuto sin exprimir su jugo; en él alienta toda la vida que nos dio el destino, que lo hizo irrepetible. Si muriera, nunca resurgiría de las sombras, naufragando con él todas sus perlas, a otro eventual minuto relegadas, que nunca habrán de renacer idénticas.
No me digas mañana; sólo dime ahora mismo, mujer. Tú y yo, tan cerca…