-Señor -pregunté a mi Maestro cuando nos quedamos solos-. ¿Qué
significa eso del «Mundo de la Ilusión»?
-Verás -respondió, mirándome sonriente-. ¿Qué «es» lo real? Si tocas
este muro, tus dedos no pueden atravesar la pared. De ello deduces que el
muro es algo sólido que no puede ser penetrado. En el exterior, la muralla
de montañas del Himalaya es tan sólida como si fuera la columna vertebral
de la Tierra. Pero un Espíritu, o tú mismo, si te introduces en lo astral, puedes
mo verte libremente, con la misma facilidad con que te mueves en el
espacio, a través de las rocas de las montañas.
-Nosotros somos -dijo- criaturas del Espíritu. Somos cargas eléctricas
con inteligencia. Este mundo, esta vida es el Infierno, un lugar de prueba
donde nuestro Espíritu se va purificando poco a poco a través del dolor de
aprender a controlar la grosera carne que compone nuestro cuerpo. Nuestro
cuerpo carnal es dirigido por unos cables eléctricos que tienen su origen en
la parte superior de nosotros mismos, en nuestro Espíritu, de la misma manera
que un títere es controlado por los cables que el titiritero maneja
hábilmente. Un titiritero bien adiestrado puede proporcionar la ilusión de
que los muñecos que él mueve están dotados de vida y voluntad propia para
determinar sus actos. De idéntica manera, hasta que no conseguimos conocer
exactamente la esencia de las cosas, «nosotros» tenemos cierta tendencia
a creer que nuestro cuerpo carnal es lo único que tiene realmente
importancia. La atmósfera de la Tierra estrangula el Espíritu y, por ello, olvidamos
nuestra Alma, que es la que en realidad nos controla. Pensamos,
entonces, que actuamos libremente, en virtud de nuestra voluntad consciente.
Y de esa forma, Lobsang, nos vemos atrapados por nuestra primera Ilusión
que es la que nos induce a creer que lo más importante para nosotros
es el títere de nuestro cuerpo de carne.
-Cuando nos hallamos en el mundo físico, estamos dominados por la
tendencia a pensar «tan sólo» en los aspectos de ese mundo. En realidad
ello constituye una de las medidas de seguridad del Ser, porque si fuéramos
capaces de recordar el Mundo del Espíritu con todas sus dichas, sólo mediante
un poderoso esfuerzo de nuestra voluntad podríamos permanecer
aquí. Si pudiéramos recordar nuestras vidas pasadas en el curso de las cuales
éramos, tal vez, más importantes que en nuestra vida presente, nos resultaría
difícil ser humildes