5:1 ¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. 5:2 Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. 5:3 Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. 5:4 He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. 5:5 Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. 5:6 Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia. 5:7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. 5:8 Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.
La paciencia tiene más poder que la fuerza, la fuerza es el argumento de las bestias.
La fuerza no se trata de tener más poder, es tener la fuerza interior para soportar con
paciencia la locura de nuestra sociedad actual, ganar cada batalla sin perder el control
porque son muchos los que desean hacernos sentir no humanos, la prueba diaria de los
buenos modales, la palabra correcta y la acción correcta, es el único camino para
demostrar que la fuerza del corazón es amor de Díos en acción.
Extracto de Giorgio Bongiovanni
....Y es precisamente el egoísmo la raíz de los males de este mundo, la célula tumoral que se ha infiltrado capilarmente dentro de nuestra comunidad humana, generando un tipo de metástasis en el tejido global de la sociedad y llevando a la destrucción todo el ecosistema.
El mal engendra mal, el odio engendra odio, la violencia engendra violencia, la guerra engendra guerra en un continuo crecimiento que lleva irremediablemente, a través de un proceso autodestructivo, a la destrucción total.
La ciudad de Buenos Aires recibe una vez más el paso sangrante del amigo del hijo del hombre, un paso cansado pero determinado y orgulloso de un mensaje que infunde en el corazón de los hombres no solo la esperanza, sino la certeza de un mundo mejor en una sociedad dramáticamente herida por la violencia, por la injusticia y por el sufrimiento. La certeza del regreso del hombre Dios que liberará a los hombres de la esclavitud de la materia, que liberará a los justos, a los pacíficos, a los puros de corazón y sobre todo a los inocentes y a los últimos de este mundo. Ese día la Nueva Tierra albergará a los espíritus elegidos, a quienes hayan elegido vivir el verdadero valor del altruismo, dedicando su vida al prójimo, a los indefensos, a los marginados. A quienes incluso en el infierno de este mundo hayan sido capaces de perder todo por los demás y de vivir el paraíso en la tierra porque han despertado en el espíritu y porque sus ojos han podido ver el reino de Dios caminar en medio de ellos. Los elegidos de Cristo, los que por fin podrán vivir en armonía con las leyes que gobiernan el universo. Y por fin la tierra volverá a resplandecer con sus vívidos colores, sus mares romperán con tumultuosas marejadas en sus rocosas costas, emanando un intenso olor salino, los ríos correrán bravíos desde las altas cumbres nevadas y correrán límpidos y alegres entre las dulces colinas para llegar hasta los poderosos océanos, las innumerables plantas de extraordinarias formas contendrán las vastas extensiones de flores variopintas y fragantes que cubrirán sus valles perfumados bajo un cielo azul iluminado por dos radiantes astros solares. La noche será día y el día resplandor. Los niños correrán felices y despreocupados, ningún miedo volverá a despertar su sueño y su cálida sonrisa entibiará el corazón de los hombres y sus voces alegres harán vibrar el alma de la Tierra. El eterno joven Nazareno caminará entre ellos y Su mirada de amor traspasará el pecho ardiente de sus antiguos caballeros, acariciando el corazón de las mujeres que lo han seguido a los pies de Su Santa Cruz.