Murió el filósofo. Al llegar al cielo dijo haber sido escéptico, y dudado
de cuanto había visto y escuchado, del lirio en tierra, de la alondra en vuelo, de la luz, las palabras, los olivos… Y dijo Dios: Entrad, entrad, hermano, yo he dudado también del ser humano, y confieso que tengo mis motivos.
Se fragua en el espíritu, no fuera. Obra según te dicte, y desatiende cada módulo externo que pretende legislar la virtud a su manera.
El arquetipo moralista espera que se observen sus normas, y reprende, juzga y condena, aunque en el fondo entiende que a menudo él se salta la barrera.
No es preciso llevar la absurda lista de errores a evitar, que el moralista confecciona fanático a su audiencia.
Pero sí es necesario que el oído perciba el sicológico crujido de nuestro pie pisando la conciencia.