"Mayo le brinda sus flores; su brisa, la primavera; sus azahares, la Ribera, y Valencia sus amores.

Que no hay bajo el limpio techo del cielo azul valenciano ni un pescador, ni un huertano que no la lleve en su pecho.

 Por eso cuando Ella sale luciendo manto de raso van todos en un abrazo a decirle lo que vale...

 Caen las flores como copos, los chiquillos se amotinan y unos a otros se empinan para decirle piropos. Y el labrador de calzón y alpargata de careta abandona su “terreta” para sentir la emoción.

Que aquí es la gente tan llana y es su pasión tan sincera que le hablan como si fuera la Virgen, una huertana.

Uno le dice ”bonica”, otro, lucero de Oriente, y entre el fervor de la gente pasa la “Mare” bendita con tan natural manera que, en la sencillez que usa, parece barca que cruza las aguas de la Albufera.

Y pasa la Bolsería, el Tros Alt y Caballeros, y todos, ricos y obreros, aumentan la gritería. Y bajo el palio de rosas, que está sin cesar cayendo va la Virgen repartiendo sus miradas amorosas.

 Caen las flores a manojos, y las ovaciones crecen, y los labios se estremecen, y tiembla el llanto en los ojos. Y entre vivas y oraciones la Virgen, risueña avanza con una luz de esperanza que enciende los corazones.

Y va con los ojos fijos y la cabeza inclinada, como si fuese agobiada del cariño de sus hijos. De ese cariño sano, tan hondo y tan bien sentido que es un clavel encendido y eternamente lozano.

Y a los pies de la corona que sobre sus sienes lleva, pone Valencia la prueba del cariño a su Patrona...

 Pues, para dar sensación de que el pueblo da su alma, cuando renace la calma, después de la procesión, la llana calle desierta, con tanta flor deshojada, queda ese día regada con la sangre de la huerta.

Y ahora digan en conciencia sí no abre el corazón cuando sale en procesión la Patrona de Valencia.!"