Meditación para el Día de los Difuntos
por Ángel Moreno
Todo ser humano tiene ante sí el hecho insoslayable de la muerte, que a medida que pasan los años la sufre en seres muy queridos, con la posible experiencia de dolor, cabe que de nostalgia y de ausencia.
Todas las religiones aspiran de algún modo a una relación con los seres queridos que nos han precedido. En el cristianismo se conmemora a los fieles difuntos y se invita de manera especial a orar por ellos. La clave cristiana es la contemplación de la muerte de Cristo, que padeció, murió y resucitó.
La sociedad actual, se escabulle, a veces, con una pirueta evasiva, de la realidad de la muerte, engañándose y llegando así a un muro infranqueable.
Son muchas las reacciones posibles ante la verdad y la realidad de lo pasajero de nuestra existencia en este mundo.
Hoy parece que no es estética la muerte, ni correcto pensar en ella, a pesar de que todos los días nos llegan noticias de la muerte de personas conocidas, o de accidentes estremecedores, y de violencias. Una reacción actual ante los hechos más dramáticos, que pueden ser de genocidios o de epidemias mortales, es convertirlos en espectáculo.
Los santos han vivido la realidad de la muerte con serenidad, y de su meditación han sacado sabiduría. Han resuelto vivir como quien va de paso. San Francisco de Asís, en el cántico de las criaturas, se atreve a decir: “Y por la hermana muerte, loado mi Señor”.
Sonrisa
|