Pablo no estaba solo en esto
Muchos ignoran que Pablo no fue el único judío que no requería la circuncisión de sus conversos. En el judaísmo tradicional antiguo hubo incluso rabinos y misioneros judíos que no requerían la circuncisión de sus conversos. Véase esta cita el libro Judaism and the Christian Predicament (El judaísmo y el dilema cristiano), por el Rabino Ben Zion Bokser, página 168:
“Hubo misioneros judíos en el mundo antiguo que buscaron hacer conversos para su fe entre los paganos. Pero sus esfuerzos no siempre se inclinaban a hacer conversos formales, a llamar a la gente a apartarse de sus costumbres particulares para entrar a la fe judía. Los que estaban dispuestos a entrar a la fe judía eran recibidos tras la debida preparación e iniciación. Pero tenemos, por ejemplo, el caso del misionero judío Ananías, quien en realidad disuadió al príncipe de Abilene de tomar este paso cuando el último estaba ansioso por hacerse un converso del judaísmo. Ananías le urgió que siguiera los principios universales del judaísmo sin una conversión formal, diciéndole que debía adorar a Dios sin circuncidarse aún cuando él había resuelto seguir enteramente la ley judía; cuya adoración a Dios era de un valor superior a la circuncisión,’ (Josefo, Antigüedades XX 2:4). Dentro de sus propias religiones nativas era posible que la gente lograra progreso espiritual y moral, abandonara la superstición y la falsedad, y reconociera la soberanía universal de Dios y la primacía del orden moral, viniendo a ser en espíritu uno con el pueblo judío aunque técnicamente no parte de él.”
¿Sorprendente? Esta cita es de un rabino judío tradicional una verdadera joya. Y esto fue exactamente lo que reclamó Pablo, el fariseo de fariseos.
Los que quieren imponer la circuncisión sobre los creyentes mesiánicos deberían estar al tanto del sentir oficial de los rabinos judíos sobre este tema. Véase esta cita del mismo libro:
“Un maestro moderno de judaísmo expresó esta doctrina [la enunciada en la cita anterior] sucintamente cuando dijo: ‘En cuanto a las otras religiones... ni su absorción ni su destrucción es la meta y la esperanza de Israel, como tampoco es nuestro objetivo eliminar las entidades nacionales. Nuestro objetivo es ayudarles a alcanzar un desarrollo más elevado y a eliminar sus elementos más degradantes, de esta manera ellos se unirán a la fuente de la que se nutre Israel y vendrán bajo la influencia de sus fructíferas verdades ... Esto aplica aun a los cultos paganos y ciertamente más a aquellas religiones que se fundamentan, en parte, en las enseñanzas de la Toráh’,” (Ídem p. 168).
De manera que se puede ver una completa y total armonía entre lo que enseña Pablo y esa posición judía respecto a otras religiones. De hecho, en los comentarios judíos de la Toráh usted encontrará esta declaración: “Un gentil que observa la Toráh está en un nivel superior al del Sumo Sacerdote.” Obviamente, esto se refiere a un incircunciso, de otro modo no lo llamarían “gentil.” Esto es exactamente lo que dijo Pablo en Romanos 2:26 al 29
Significado de la circuncisión bajo la fe mesiánica
El apóstol inspirado Pablo nos dice claramente cuál es el significado de la circuncisión en la fe mesiánica:
“¿Fue llamado alguno siendo circunciso? No deshaga su circuncisión. ¿Ha sido llamado alguno siendo incircunciso? No se circuncide. La circuncisión no significa nada, y la incircuncisión no significa nada; lo importante es guardar los mandamientos de Yahwéh,” (2 Corintios 7:18-19 LEM). (Algunos dicen que este argumento de Pablo no tiene sentido porque la circuncisión no se puede deshacer. Los que tal argumentan ignoran que el historiador Josefo da testimonio de que algunos judíos bajo la persecución de Antioco Epífanes acudían a los médicos para deshacerse quirúrgicamente su circuncisión, (1 Macabeos 1:14, 15). Es claro que se puede, y Pablo lo sabía.)
De nuevo Pablo hace una distinción entre la circuncisión y la observancia de la ley divina. Ciertamente, toda la evidencia apunta a que uno puede observar los mandamientos divinos, y obtener sus bendiciones, sin estar circuncidado.
Note lo que enseñó el espíritu santo a través de Pablo:
“Consideren que soy yo, Pablo, quien les dice esto: Si se dejan circuncidar, el Mesías no les servirá de nada... porque en el Mesías Yahshua de nada vale estar circuncidado o sin circuncidar, lo que vale es la fe que actúa mediante el amor” (Gálatas 5:2-6). En los versos 4 y 5, que no hemos citado, Pablo aclara que dice estas cosas por aquellos que buscan justificarse en virtud de una ley.
Note otro aspecto que recalca Pablo:
“Los que quieren presentar buenas apariencias en lo humano, esos son los que quieren obligarlos [a los conversos gentiles] a circuncidarse... porque ni aun los mismos circuncidados guardan la ley; sin embargo quieren que ustedes se circunciden para así ellos jactarse de que lograron eso de ustedes.. Porque lo que vale no es estar circuncidado o no, sino ser una nueva criatura” (Gálatas 6:12-15).
Nadie podría hacerlo más claro de lo que lo hizo el apóstol a los gentiles.
¿Somos gentiles?
Algunos piensan que lo que identifica a uno como gentil es que no está circuncidado y lo que lo identifica como judío es que está circuncidado. Este argumento no pasa la prueba porque las mujeres judías no se circuncidan y son tan judías como los varones. Pero aun en cuanto a los hombres hay algo más que decir.
El pasaje de Efesios 2:11-13 es muy importante. Aquí Pablo, en primer lugar, dice que los creyentes en el Mesías que estaban en Éfeso antes “eran gentiles,” “estaban sin el Mesías,” y “estaban lejos [de Israel],” todo en tiempo pasado.
En el verso 19 concluye que “ya no son extranjeros ni peregrinos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Yahweh.” Esa familia es obviamente Israel, a la que entran los gentiles conversos cuando aceptan al Mesías, aun sin estar circuncidados.
De manera que, según el espíritu santo que inspiró a Pablo, el estar circuncidado no hace a uno más judío, ni el estar incircunciso lo hace menos judío. Él hace claro en otro lugar que el ser judío es una condición del corazón, “por dentro.”
Pablo advirtió a los creyentes mesiánicos en Filipos:
“Cuídense de los mutiladores; porque los verdaderos circuncidados somos nosotros los que adoramos a Yahweh en espíritu, y nos gloriamos en el Mesías Yahshúa, y no ponemos nuestra confianza en lo externo” (Filipenses 3:2, 3).
Aquí Pablo llama “mutiladores” a los que querían que los creyentes mesiánicos se circuncidaran. Éste es un término despectivo y nada halagador. También afirma en este pasaje que los verdaderos circuncidados son “los que adoran a Yahweh en espíritu.”
No veo cómo alguien puede hacer parecer como que Pablo no habló contra la circuncisión para los creyentes mesiánicos bajo la Nueva Alianza. Pablo sí habló contra esa práctica en términos tan enfáticos que no dejan lugar a dudas.
La nueva circuncisión
Muchos no han captado la importante enseñanza del pasaje que voy a citar ahora. Léalo con discernimiento:
“En él [Mesías] fueron ustedes también circuncidados con una circuncisión que no se hace a mano, sino mediante el despojarse completamente de las inclinaciones carnales del cuerpo, por medio de la circuncisión del Mesías, la cual recibieron AL SER SEPULTADOS CON ÉL EN LA INMERSIÓN [el bautismo]...” (Colo. 2:11, 12).
Hay tres enseñanzas importantes en este pasaje:
1. Primero, que la circuncisión que Yahweh requiere de los creyentes mesiánicos que provienen de la gentilidad es una circuncisión espiritual, en el corazón.
2. Segundo, que esa circuncisión que recibe el creyente es la circuncisión del Mesías, la que se le atribuye al creyente por imputación. Lo mismo que la justicia del Mesías, que se le atribuye al creyente por imputación, como si fuera suya propia.
3. Y tercero, que esa circuncisión imputada del Mesías se recibe en el momento de la inmersión (el bautismo).
El espíritu de santidad nos enseña que aun desde los tiempos de Abraham la circuncisión física en el prepucio era una señal externa de la circuncisión espiritual del corazón. Y lo más importante es que nos enseña también que desde la instauración de la Nueva Alianza la inmerisón (el bautismo) es la señal externa de esa circuncisión espiritual.
Por lo tanto es claro: La inmersión mesiánica viene a sustituir a la circuncisión física como señal de la Alianza. Por eso el bautismo, la inmersión en agua, es tan importante para el creyente. La inmersión es un símbolo fácil de realizar, y carece del elemento mutilante de la circuncisión en el prepucio. Además, es un símbolo más apropiado que la circuncisión porque lo pueden recibir tanto las mujeres como los hombres.
(Otros pasajes dignos de consideración son los siguientes: Hechos 21:18-26; Gálatas 2:1-5; 4:5-12; Colosenses 4:11; Tito 1:10; Jeremiah 9:24; Ezequiel 44:9; y Deuteronomio 10:16.)
Citas importantes de autoridades bíblicas
Ahora, note con cuidado las siguientes citas de autoridades bíblicas:
“Interesantemente, Juan también incluye una reveladora información acerca de los que asistieron a «la pascua de los judíos» (Juan 11:55). Durante el tiempo del Mesías, ciertos gentiles observaban las fiestas también: «Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta,» (Juan 12:20). La palabra griega para «griego» (helenos) típicamente se refiere a «un griego por nacionalidad...en un sentido más amplio el nombre abarca todas las naciones no judías que hacen suyas la lengua, las costumbres, y la sabiduría de los griegos» (Léxico griego de Thayer, 200, por Biblesoft). Estos «griegos» eran gentiles incircuncisos; por lo tanto se distinguen de los prosélitos. Sin embargo, «ciertos griegos» observaban los Días Santos y otras costumbres que no requerían circuncisión.
“F.F. Bruce, en su Historia del Nuevo Testamento, dice: «Las tres grandes festividades de peregrinación eran (i)...la Fiesta de Panes Ácimos... (ii) la fiesta de Pentecostés... y (iii) la Fiesta de los Tabernáculos, o Cabañas. Judíos de todas partes de la Diáspora hacían un esfuerzo por venir a Jerusalem para una u otra de estas festividades. Con ellos venían prosélitos y hasta gentiles temerosos de Dios...» (1969, página 140).
“Paul Johnson escribe en Historia del Cristianismo: «Philo, también, proyectó en su filosofía el concepto de una misión gentil y escribió: ‘No hay una sola ciudad griega o bárbara, ni un solo pueblo, al cual no se haya diseminado la costumbre de observar el sábado, en el cual no se obedezcan las festividades, el encendido de luces, y muchas de nuestras prohibiciones sobre comidas.’ Este reclamo era generalmente cierto. Una gran proporción de esos pueblos no eran judíos por raza. Ni eran plenamente judíos en el sentido religioso: esto es, pocos de ellos estaban circuncidados o esperaban obedecer la ley en todo su rigor. La mayoría de ellos eran Noájidas, o temerosos de Dios. Reconocían y adoraban al Dios judío y se les permitía mezclarse con los adoradores de la sinagoga para aprender la ley y las costumbres judías... generalmente no se esperaba de ellos que se hicieran judíos completos...» (1995, página 12).
De manera que es posible, y consistente con la enseñanza bíblica, que los creyentes mesiánicos practiquen la fe judía sin tener que circuncidarse. Esta es mi posición en base a la evidencia. Pero quien prefiera circuncidarse para hacerse judío, que lo haga, siempre que no lo haga para salvación ni se aparte del Mesías Yahshúa. Sin embargo, los hermanos que así piensan deben estar conscientes de este hecho: circuncidado o no, los judíos tradicionales no los aceptarán a ustedes como judíos mientras crean en Yahshúa. Es más, si usted se circuncida en la sinagoga Reformista o en la Conservadora, todavía usted no será aceptado como judío en la comunidad Ortodoxa. Las conversiones Reformista y Conservadora no son aceptadas en Israel para ciudadanía automática.
Muchos varones que han sido creyentes en el Mesías Yahshúa y ahora quieren practicar la fe hebrea como la ha conservado el judaísmo tradicional, se encuentran con la disyuntiva de ser aceptados como judíos a la vez que creen en Yahshúa. El problema se resuelve hoy como se resolvió en el siglo primero: Los judíos nazarenos, o creyentes mesiánicos, no tienen que circuncidarse ni tienen necesariamente que reunirse con los judíos tradicionales rabínicos. Se pueden reunir en sus propias sinagogas, y adquirir las enseñanzas de los libros judíos tradicionales. Así forman una comunidad judía especial semejante a la del siglo primero: los Judíos Nazarenos.