EL VARÓN, EL ÁNGEL Y UNO SEMEJANTE AL HIJO DEL HOMBRE
El día 24, mes primero del año tercero de Ciro Rey de Persa, se hallaba el Profeta Daniel en las orillas del gran río Hidekel, y alzando sus ojos vio a un sorprendente varón, al que ninguno otro se le puede comparar, salvo que tenga igual a él los siguientes rasgos característicos: “Vestido de lino, y ceñido sus lomos de oro de ufaz, su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud (Dn. 10:4-6).” Las características de este Varón equivalen a las de Uno semejante al Hijo del Hombre visto en el Espíritu por Juan el Día del Señor, tal cual como en Ap. 1:13-16, descrito se halla a continuación:
“13Y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. 14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; 15y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgentes como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. 16Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y sus rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.”
Al retomar ahora el Capítulo 10 de Daniel, pero en los versos 8-9 y equipararlos con Ap. 1:17, en lo que respecta al desfallecimiento de Daniel hasta el extremo de quedar profundamente dormido boca abajo en similares circunstancias a Juan, que cayó como muerto a los pies del Ser semejante al Hijo del Hombre, se denota un gran poder que debilita a quien esté delante de su presencia. Cosa esta que de igual manera debió acontecer en Ezequiel, cuando en un trono como piedra de zafiro, vio sentado a una semejanza parecida a la de hombre, porque motivó por tanto y en razón de lo que este le hablaría, la entrada del espíritu en su cuerpo para poder estar en pies (Ez. 1: 26; y 2:1-2).
Se observa además en Apocalipsis 10.1: “Un ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.” Este ángel al igual que el varón y a uno semejante al Hijo del Hombre, tiene los pies refulgentes y el rostro como el sol, y se puede equiparar al señalado en Jueces 13:1-23, que apareció a Manoa y a su mujer, siendo el Ángel de IEUE, y quien adujo que su nombre es admirable, lo mismo que había de llamarse el nombre del Hijo prometido, por ser también el de su Padre (Is. 9:6; y 52:6-7).
Tal Varón que vio Daniel, no es el mismo que vio Elí, ni el que le habló a Saúl, y mucho menos el llegado de Judá a Bet-el, para darle el mensaje a Jeroboan, ni tampoco Elías Tisbita venido al Rey Acab de Israel y al Capitán de los cincuentas, ni aún Eliseo, visto por una mujer importante de Sunem, porque eran profetas portavoces de Elohim (I. de Sm. 2:27; 9:6-19; I. de R. 13:1-32; 20:28; y II. De R. 1:10; 4:1-9). Los cuales al igual que el Ángel de IEUE, transmitían el mensaje del Padre Eterno; y que ninguno de ellos e incluyendo a este Ángel, es el mismo personaje de uno semejante al Hijo del Hombre que Juan vio en la Isla de Pasmo. Lo demostrable de esto es Dn. 7-13, donde el venido en las nubes no es señalado ser un ángel, sino uno como un hijo de hombre, y que en Ap. 22:6, a similitud de Ap. 22:16, es IESUE, comúnmente "Jesús" el que manda a su ángel; y este ángel no permitió que Juan se le arrodillara (Ap. 22:8-9).