13 . 01. 2013
Fiesta del
“BAUTISMO DEL SEÑOR”
El gran regalo de mi vida fue aquel Bautismo que siendo yo muy chiquitito me dieron mis padres. Claro que yo estaba allí, pero no recuerdo nada a no ser por una foto, ya color sepia, donde se ve al infante muy dormidito y haciendo pucheros cuando le caía el agua por la frente. ¡ Qué alegría! Mis padres no entenderían mucho en su fe sencilla, pero ellos sí sabían que al árbol se le cuida desde las raíces y habían visto que era inútil esperar flores y frutos buenos y sazonados sin haberse preocupado antes de abonar la tierra, de refrescar las raíces, de ir podando el arbolito y otros cuidados apropiados al tiempo y a su desarrollo. Dejarlo a “ la buena de Dios” es apostar por el fracaso porque “no se le pueden pedir peras al olmo”, como dice también el refrán castellano.
Desde aquel venturoso día soy templo del Espíritu de Jesús al que le dije -por
mis representantes – que: “Yo quiero ser un templo para que en él habite tu Santo Espíritu y testigo de ello serán los pasos que vaya dando a través de mi vida” . Los valores, que he intentado desarrollar en mi, son fruto sin duda de aquel mirarse a los ojos mis padres mientras se decían: “Vamos a bautizar al niño”.
Gracias a aquel Bautismo, que ellos me dieron sin dejarlo olvidado como un acto de costumbre o una marca tradicional, me fui formando con tantas ayudas de unos y otros para encontrarme hoy con valores que han marcado en positivo mi vida, me ha permitido ver a los demás como hermanos y han llenado, a pesar de los acontecimientos no siempre halagüeños, de felicidad mi historia. También soy hijo de la imperfección pero nunca me atreví a dejar a un lado lo recibido sin intentar devolverlo en frutos de vida y de verdad para el mundo y los hombres de mi época y jamás he visto justificado mi orgullo, si no ha sido el de ser TESTIGO DE MI BAUTISMO.