CUANDO UN
HERMANO SOLICITE ALGO PRESTADO NO SE LO REHÚSES
Joven
fui, y he envejecido, y no he visto justo
desamparado, ni su descendencia que mendigue pan. (Salmos 37:25)
He decidido realizar este este estudio
bíblico no con la intención de condenar, ni mucho menos ofender a ningún
hermano en la fe. Esta ideado con el propósito
que sirva de edificación y exhortación a todo aquel que tenga la oportunidad de
leerlo, y si se encuentra envuelto en la situación que yo experimente, al tomar
prestado a un hermano creyente en las Santas Escrituras, sepa como reaccionar
ante una negativa. Lo que encontraran
escrito aquí, no es ninguna invención mía, pues pase por una experiencia con un
hermano bíblico, que no se la deseo ni al peor de los impíos.
Para continuar, es necesario aclarar algunas
concepciones respecto a la administración de los bienes materiales. En primer lugar, se debe tener presente que
todos los bienes que poseemos, tanto espirituales como materiales se lo debemos
al Todopoderoso. En referencia a los
bienes materiales él dice: Mía es la
plata, y mío es el oro (Hageo 2:8). Solo el mundano, el cual no esta atento
a las cosas del Creador, no reconoce que los bienes materiales que tiene o que
ha obtenido es producto de la bendición del Eterno. Por tanto, el mismo nos exige que le honremos
con los bienes que hemos alcanzados (Proverbios 3:9).
Existen múltiples maneras de honrar al Señor
con nuestros bienes. Una de ella podría ser aportando ofrendas para que su obra
se expanda, o bien ayudando a los pobres a sostenerse y también prestándolos a
los hermanos íntegros, cuando estos lo soliciten, sin usura, pues esta
prohibido cobrarles intereses (Éxodo 22:25; Levítico 25:35-37; Salmos 15:5; Ezequiel
18:8, 13; 22:12). Pues tan sólo somos
administradores de esos bienes. Con esto
no quiero dejar por sentado, que los hermanos que se ganen su dinero con el
sudor de su frente están en la obligación de prestárselo a cualquiera y
quedarse sin sustento para él y su familia.
La Biblia es muy categórica en esos casos y nos explica muy clara y
detalladamente lo que debemos hacer al respecto.
Una vez explicado lo anteriormente expuesto,
procederé a relatarle la amarga experiencia que viví, la cual me ayudara en un
futuro ser más cauto y sabio a la hora de solicitarle un préstamo a un hermano
en la fe.
Vivimos en un mundo abrumado de problemas económicos
(dichoso aquel que no lo tenga) muchas veces por ser malos administradores de
los recursos proveídos por Dios u otras veces porque generamos insuficientes y
en el más extremo de los casos no producimos ningunos.
Me ví en la obligación de solicitarle a un
hermano (siempre que hable de hermano me refiero en la fe) un pírrico préstamo
para solventar unos gastos, hasta tanto un familiar me lo enviara desde un país
lejano al que resido. Consciente de que el que toma prestado es esclavo del
prestador (Proverbios 22:7) nunca imagine que por el hecho de no estar
trabajando ni estar recibiendo ninguna ayuda del Estado, iba a ser interrogado
por el hermano sobre los avales que poseía para poder pagar la pírrica cantidad
solicitada; exigencia que sólo hacen las instituciones bancarias, porque su fin
es el lucro y les exigen a los prestatarios hasta el último cuadrante. Hasta
ese punto, la situación era entendible; aunque bíblicamente no estaba bien,
como mas adelante veremos. Lo más hiriente fue que el hermano aseveró que lo
estaba tomando por tonto, pues si no trabajaba ni recibía ayuda del Estado, eso
indicaba que me quería quedar con su dinero, que no se lo iba a pagar. Sin utilizar ningun eufemismo: Se lo iba a robar.
Como se puede observar, el trato dado por el
hermano a mi persona, fue el trato que se le da a un impío, a un malvado, que
se apropia de lo ajeno. A continuación expongo lo que el salmista dice al
respecto:
El
impío toma prestado, y no paga.
(Salmos 37:21)
¿Cómo puede un hermano llegar a esa presunción
respecto a otro hermano? Menos aun,
cuando en otras oportunidades ese hermano le había solicitado prestado y había
honrado íntegramente sus compromisos.
Creemos que esa errada presunción es consecuencia del amor al dinero, y
como dice el Apóstol Pablo en su epístola a Timoteo: “porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual
codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos
dolores”. (1º Timoteo 6:10)
Todo creyente, que se considere cristiano,
si toma prestado y no paga, su mente se ha envanecido y su fe no es efectiva.
Bajo ningún concepto puede llamarse o considerarse cristiano, pues tenemos
preceptos, los cuales nos instan a pagar a
quien le debemos. He aquí, lo que el Apóstol nos dice:
Pagad
a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al
que respeto, respeto; al que honra, honra.
No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama
al prójimo, ha cumplido la ley.
(Romanos 13:7-8)
Si tenemos esos preceptos establecidos y no
los cumplimos nos estaríamos convirtiendo en obradores de maldad y el espíritu
del Señor Jesucristo no residiría en nosotros.
¿Cual espíritu es que reside en un hermano para sospechar que otro
hermano no le pagara lo adeudado? ¿Acaso
esta juzgando por su condición? ¿O es que el no pagaría lo adeudado si se
encuentra sin trabajar?
No hay excusas, todo hermano que debe, esta
en la obligación de honrar sus compromisos. Si no lo haría, estaría deshonrando
el Santo Nombre de nuestro Señor Jesucristo.
A muchas personas no les gusta prestar a los
pobres (pobre económicamente hablando). Si
las gentes supieran que quien da a un pobre, esta prestando a Dios (Proverbios
19:1) no incurriría en ese error. Pues
muchas veces el pobre aunque tiene las buenas intenciones de cumplir con sus
compromisos no puede y el que presta lo hace a sabienda que no recibirá pago
alguno, y eso tiene mucho merito ante Dios, como más adelante
demostraremos. Nos recuerda la Palabra, que el hombre de bien tiene misericordia, y
presta (Salmos 112:5).
El prestar a otro esta incluido dentro de
los parámetros bíblicos, y si no lo hacemos, estamos en contradicción con lo
establecido por Dios. El creyente que no
cumpla con esos mandatos, no es un hombre misericordioso como bien nos lo ha
expresado el salmista. Por eso el mismo
Jesucristo, con una claridad meridiana, nos insta a no negarle un préstamo a
otro que nos lo solicite:
Al
que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
(Mateo 5:42; Lucas 6:30)
Ese es un mandato muy explicito, Jesucristo
no nos insta a solicitarles avales a nadie para poder prestarle, esos son
requerimientos que solamente las instituciones bancarias las exigen; pues sus
intenciones es el lucro, atesorar ganancias en la tierra, y como bien se sabe
esa es una faena de poco beneficio para nosotros los cristianos, pues el mismo
Jesucristo, nos advirtió lo siguiente:
No
os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde
ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla
ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté
vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. (Mateo 6:19-21)
Los tesoros que el cristiano debe atesorar,
pertenecen a una dimensión diametralmente opuesta a la de este mundo. El que no tenga eso muy claro,
lamentablemente es porque no le ha amanecido.
Existen
personas que realizan obras de caridad; pero sus acciones invalidan su
efectividad. Pues al hacer una recapitulación, se
acordaran que le manifesté que ese hermano me había prestado en otras
ocasiones, y en cada una de ellas había pagado satisfactoriamente, cumpliendo
el mandato que tenemos que pagar a quien le debemos. Mientras estuve ganando un salario y
posteriormente recibiendo una ayuda del Estado me prestaba. Al momento que se entero que no recibía
recursos económicos algunos, comenzó a conjeturar sobre mis avales para poder
devolver el préstamo solicitado, y no tan sólo eso, sino que primeramente insinuó
y más luego aseveró que me quería quedar con su dinero. Su accionar invalidó cabalmente las obras de
caridad que anteriormente había hecho
conmigo, pues el prestar así, de esa manera no tiene ningún merito ante los
ojos del Todopoderoso. Veamos lo que escribe el evangelista:
Y
si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿que merito tenéis?
Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro
tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos,
y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón
grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos
y malos. (Lucas 6:34-35)
Lo escrito en ese texto, como dice el aforismo, se podría decir más alto; pero no más claro.
Dar explicaciones sobre esos versículos, seria caer en la redundancia, el que
lea entienda o interprete lo que nos quiere dejar dicho. Tanto el aceptarlo
como el rechazarlo, tiene sus implicaciones espirituales.
Sinceramente, no logro entender como a ese
hermano se le paso por la cabeza que por una cantidad tan pírrica, (ya que era
una cantidad de dos cifras, con decirle que no sobrepasaba los 50€) al no devolvérsela
y expropiármela me expondría a perder mi
salvación, un galardón tan grande, así como Esau perdió su primogenitura por vendérsela
a su hermano Jacob (Génesis 25:27-34).
La salvación no tiene precio. Esau, le puso
precio a la primogenitura: un guisado de lentejas (Génesis 25:34). Si tomamos algo prestado, y no lo devolvemos,
nuestra salvación se vería seriamente afectada por la cantidad no devuelta,
prácticamente le estaríamos asignando un precio a nuestra condenación.
Fue doloroso pasar por esa situación, pues
uno nunca espera que un hermano cristiano le dispensará un trato tan
desconsiderado, y menos si tienen una década conociéndose, tratándose y
compartiendo las Santas Escrituras. Si
eso esta sucediendo en el pueblo de Dios, me imagino que en el mundo de los
hombres están aconteciendo cosas peores; aunque debo admitir, que el ámbito
mundano he observado acciones las cuales son encomiables imitar, en relación a la acción desconsiderada de ese
hermano. Mi fe no ha mermado, ya que no
esta sustentada bajo los principios de los hombres; sino que esta soportada por
los invariables e inmutables principios del Todopoderoso. Con esto no pretendo bajo ningunas
circunstancias, presentarme como la victima y el hermano como el victimario;
pues ambos hemos perdido una amistad que se ha ido construyendo a través de los
años. Construir lazos de amistad,
conlleva años, esfuerzos, dedicación y sinceridad; pero la dialéctica de la
vida es así: es difícil construir; pero mucho más fácil destruir. No puedo, ni debo tener odios ocultos ni
manifiestos hacia ese hermano, mi único deber es perdonarlo cuantas veces sea
necesario, no diría que siete sino hasta setenta veces siete (Mateo 18:21-22).
RECOMENDACIÓN
FINAL:
Si advierte que un hermano esta en
dificultades económicas, y el acude a ti para tomar algo prestado, no se lo rehúses;
salvo causas justificadas. Habrán ocasiones que en realidad no podremos
satisfacer su petición; pero seamos sinceros no le digamos que no tenemos,
teniendo. Mucho menos le pongamos trabas
ni le exijamos requisitos para prestarle, dejémosle eso a las instituciones
bancarias, que te exigen una serie de avales, ya que su objetivo es amontonar
ganancias en la tierra, mientras que nuestra función como cristiano es servir a
los demás. Recuerda: todo lo que hagáis
hacedlo de corazón; para la gloria de Dios.
Santiago, un siervo de Dios dijo: al
que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado (Santiago 4:17).
Madrid,
Agosto/2014