Trinidad; Dualidad; y Unidad
Tres creencias cristianas se oponen entre sí: “La Trinidad; la Dualidad; y la Unidad”, y para saber cuál de estas es la correcta, es necesario una aclaración de cada una con argumentos lógicos, a fin de determinar la que está más ajustada al Nuevo Testamento. Por lo tanto de cada una de ellas en lo particular, se comenta:
Trinidad:
El vocablo trinidad de carácter religioso, tuvo su origen en la teoría de Quinto Séptimo Florencio, mejor conocido como Tertuliano, en su hipótesis: “Trinitas” de que los tres son de una misma substancia (Adversus Praxeam II, 4). Cuyo vocablo que no aparece en ninguna parte de la Biblia como su expresión se indica, fue afianzado en el siglo IV d.C., por el emperador de Roma y por los obispos que se constituyeron en la iglesia católica; y es por ello que los católicos sostienen la creencia de tres divinidades (el Padre; el Hijo; y el Espíritu Santo), donde Dios el Hijo tiene sumisión al Dios Padre y el Espíritu Santo además de proceder de estos dos, es al mismo tiempo Dios, que comparte una misma adoración y gloria. Aunado a esto algunos dicen de la trinidad, que aunque los tres son de una misma substancia, cada uno es distinto en la subsistencia.
Vocablo por el cual desde que el dogma trino fue acordado en el Concilio Ecuménico de Constantinopla (381 d.C.), bajo el régimen del Emperador Teodosio I de Roma, se modificó el credo niceno que antes había sido estipulado en una reunión realizada en Nicea actualmente (Iznik), ciudad de Asia Menor, en el territorio de la actual Turquía, desde el 20 de mayo al 25 de julio de 325 de la E.C, cuando la convocó el Emperador Constantino el Grande, quien respetó el acuerdo de la mayoría de los obispos asistentes, que lograron imponerse al Presbítero Arrio, él que allí tan sólo contó con una representación. De manera que después de forjarse el credo Niceno para creer en el Padre y en el Hijo, como a continuación se expresa: [“Creemos en un Dios Padre Todopoderoso, hacedor de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la substancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no hecho; consustancial al Padre; mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en los cielos como la que están en la tierra; quien para nosotros los humanos y para nuestra salvación descendió y se hizo carne, se hizo humano, y sufrió, y resucitó al tercer día; y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos”] , fue reformulado en Constantinopla para creer en tres deidades, en los siguientes términos:
"Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros lo hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas…”
Cabe acotar que ni durante la diatriba en el concilio de Nicea (325 d.C.), ni cuando el credo dual que en este se acordó y que fue reformulado en el concilio de Constantinopla (381 d.C.), no se utilizó a Mateo 28.19 ni a 1ª de Juan 5:7 como basamentos escriturales para sostener bíblicamente hablando, al dogma de la trinidad, pues en los más antiguos manuscritos griegos del Nuevo Testamento, no se hayan contenidos, como ahora en varias versiones de la Biblia.
Así que dadas las circunstancias de ese entonces y con los agregados de esos textos y entre otras incidencias la llegada del catolicismo a muchas naciones del mundo, fue que se hizo posible la consolidación del dogma trino; y aunque por el derecho universal a la libertad de culto y religión, actualmente le es lícito a muchas denominaciones cristianas o evangélicas profesar la doctrina o credo de la Trinidad, Pablo dijo en una ocasión: “…Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” (1 Co. 10:23). Empero se debe reflexionar en lo idolátrico y confuso, que el dogma trino ha conllevado a muchos, porque el dogma finalmente lo convirtieron en la creencia de tres divinas personas; pero cuando se analiza bien la palabra persona, es más relativa al ser humano, y bajo esta circunstancia es muy distinta al ánima celeste, la que en analogía si es equiparable al espíritu celestial.
Por ello es que al hablarse de tres divinas personas, es lo mismo decir “tres dioses humanos”, y esto no se compagina con la Doctrina de Cristo, la que desde los inicios de la predicación del Evangelio Santo y Eterno, ha persistido en la creencia de un Elohei Padre, único, verdadero e indivisible, quien se hizo carne en Jesucristo; para no sólo ser el Señor o el amo de todo lo creado, sino también para salvar a la humanidad, y es él que derrama en los creyentes de su Espíritu (Mc. 12:29; 1 Co. 8:4.6; Jn 17:3; Jn. 1:1,14; Ro. 9:5; 1 Timt. 3:16; Zc. 12:10; 1 Jn. 5:20; Is. 35.4; Mt. 1.21; y Yoel. 2:28). De lo contrario el mandamiento dado por IEUÉ a los descendientes de Israel, de ser Él, el único Elohei, sería una falsedad y carente de credibilidad en el Nuevo Testamento (Mc. 12:29); y entonces en discordancia a Deuteronomio 6.4, tendría que imponerse lo determinado por el hombre en los siguientes términos: “Oye Israel, nuestras tres Divinas personas de una misma substancia y distintos en la subsistencia, son: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”. Otro punto en que la trinidad entra en contracción, es que ubica al Espíritu Santo en tercera posición, pero él es quien engendró al Hijo en el vientre de María (Mt. 1:18,20); y por esto el Espíritu Santo es el mismo Padre, porque padre es el que engendra. En consecuencia tiene la preeminencia de estar de primero y no de tercero; y nos remite al Salmo segundo y a Hebreos 1.5: “Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy”. Y en el hecho de que Cristo también dijo, que yo y el Padre somos uno, entonces tan sólo hay una categoría de lugar en la Divinidad, y no dos ni tres.
Dualidad:
La Dualidad al igual que la Trinidad, no se encuentra como su expresión lo indica en ninguna parte de la Biblia, y basa su creencia en dos Dioses (Dios el Padre y Dios el Hijo), donde el Dios menor (Hijo) está subordinado al Dios mayor (Padre). Esta creencia por el hecho de no tener fundamento bíblico, es desde todo punto de vista cuestionable. Obsérvese que en el antiguo pacto no aparece por ninguna parte que IEUÉ haya dicho “Yo soy el Dios Mayor”, y en el Nuevo Testamento no se puede conseguir a IESUÉ diciendo que es el Dios menor, sino el Padre es Mayor que yo, por cuanto a su Santo Espíritu lo diferenció de ser superior a su condición humana de Hijo (Cuerpo o Velo de carne), aunque con este es uno en perfecta unidad (Jn. 17:21-23; y Ef. 4:1-5). Respecto a este Hijo, el Apóstol Pablo fue claro en decir, que en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad (1 de Col. 2:9-10)”. Así que habiendo en nuestro amado Cristo morando toda la Plenitud de la Deidad, no tenemos necesidad de dos Dioses o Divinas personas, ya en Cristo estamos completos.
Unidad:
La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que seamos perfecto en unidad (Juan 17:22-23; y Ef. 4:1-5)”.
La Unidad que si aparece escrita en el Nuevo Testamento, es la correcta, pues está basada en la creencia de que todos somos uno con Cristo al igual como él es uno con el Padre, y sostener en esto la existencia de un solo Elohei hecho carne, y no en tres o dos Dioses, sino en el mismo ayer hoy y siempre. El Padre que es el Espíritu en su Velo de Carne “El Mesías”, y este en Nosotros mediante una Porción espiritual (1 Timt. 3:16; Jn. 1:1,14; 17:22-23; y Hch. 4-5, 8); y estas razones inspiradas por el espíritu de Cristo, tuvo el Apóstol Pablo cuando expresó:
“Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres (Slm. 68:18). Y es que subió, ¿Qué es, sino que también había descendido a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo (Pv. 30:4; y Jn. 3:13). Y él mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor (Ef. 4:1-16).”
En resumen de la correcta creencia y en base a ello con relación a otros textos bíblicos, es que por la Unidad del Espíritu, nuestro único Elohei hecho carne en Jesucristo, es el Señor de todo lo creado, quien además de bajar a las partes más bajas de la tierra, no solo mandó a que en su nombre se realice un bautismo en agua para arrepentimiento y perdón de los pecados, sino que subió a las alturas; y en función de estar en sus escogidos, les dio dones espirituales: “apóstoles; profetas; evangelistas; pastores y maestros”, a fin de perfeccionarlos para la edificación de su cuerpo (Pr. 30:4; Jn.1:1,14; Ro. 9:5; 1 Tm. 3:16; Zc. 12:10; Col. 1:14-20; Ef. 4:1-12; Jn.1:1,14; Lc. 24.47-49; Hc. 2.38; Gl. 3.27-28;; 17:20-26; 1 Co. 12:28; y Ro. 12:6,8); y esto hasta que de la unidad de la fe y del conocimiento de Cristo, lleguemos a la perfección, a la medida de la estatura de su plenitud, para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor (Ef. 4:13-16).
Ha de destacarse sobre la Unidad del Espíritu de la que el Apóstol Pablo por motivo de los efesios comenta, que a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo (Ef. 4:7; Ro. 12:3-8); y por esto es que sostiene: “subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres” (Ef. 4:8; y Salm. 68:18). En consecuencia, Pablo continúa diciendo a los Efesios, que quien descendió también bajó a las partes más baja de la tierra, y es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y el mismo constituyó a unos en Apóstoles; a otros en profetas; a otros en evangelistas; a otros en pastores y maestros, para perfeccionar a los santos en función de la obra del ministerio, con el fin de la edificación de su Cuerpo (Ef. 4:9-12; 1 Co. 12:28; y Ro. 12:6,8). Además de lo antes comentado por el Apóstol Pablo, Cristo mismo habló de una perfecta unidad, que es la misma unidad del Espíritu; por cuanto respecto a él y al Padre aduce que son uno, porque el Padre está en él. Y para que así él estando en sus discípulos, estos sean perfectos en unidad (Jn. 17:22). Así pues que de lo escrito por Pablo y de lo que nuestro Señor Jesucristo dijo en términos semejantes, hay una referencia de un cuerpo y de un Espíritu, que en pocas palabras: “el cuerpo humano (Hijo) y el Espíritu (Padre) son uno”, como del mismo modo esto es con los escogidos. Esta gran verdad se resume en el Espíritu Divino que está en su cuerpo humano “El Cristo”, y este en nosotros mediante los dones espirituales, que cuando subió a las alturas, los dio para la perfección de los santos y la obra de su ministerio, con el propósito de la edificación de su cuerpo, que se traduce: “un Cuerpo Santo con su Espíritu Divino, en el que todo sus escogidos somos miembros, hasta que de esta unidad de la fe y del conocimiento de Cristo, lleguemos a la perfección, a la medida de la estatura de su plenitud” (Ef. 4:4,12-13); y en este sentido Pablo lo dice, con el fin de que ya no seamos niños fluctuantes llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es Cristo, de quien todo el cuerpo bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor (Ef. 4:13-16).