LA UNIDAD
DEL ESPÍRITU
La Unidad del Espíritu, es una
vocación a la que los Efesios fueron llamados; y en la que el Apóstol Pablo les
ruega, que con toda humildad y mansedumbre se soporten con paciencia los unos a
los otros en amor (Ef. 4:1-2; y Cl. 3:14); y por ella los insta, a que sean
solícitos en guardarla en el vínculo de la paz, a la que fueron llamados en una
misma esperanza de esa vocación, y consiste en una fe, un bautismo, un Cuerpo y
un Espíritu (el Hijo y el padre), que se traduce en ser un Señor y un Dios
Padre de todos y sobre todos (Ef. 4:3-6). Un Dios Padre que en perfecta Unidad, está en su Cuerpo humano “el
Hijo”, y este en nosotros, y a quien constituyó heredero de todo, y nosotros
coherederos (Jn. 17:21-15).
Unidad sobre
la que el Apóstol Pablo afirma, que a cada uno de nosotros fue dada la gracia
conforme a la medida del don de Cristo (Ef. 4:7; Ro. 12:3-8). Por esto es que
sostiene: “subiendo a lo alto, llevó cautiva la
cautividad, y dio dones a los hombres” (Ef. 4:8; y Salm. 68:18); y en este discernimiento que le es
inspirado por el Espíritu Divino, Pablo continúa diciendo a los Efesios, que
quien descendió también bajó a las partes más baja de la tierra, y es el mismo
que subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo (Prv. 30:4; y Jn. 3:13). Y el mismo constituyó a unos
en Apóstoles; a otros en profetas; a otros en evangelistas; a otros en pastores
y maestros, para perfeccionar a los santos en función de la obra del
ministerio, con el fin de la edificación de su Cuerpo (Ef. 4:9-12; 1 Co. 12:28;
y Ro. 12:6,8).
Además de Pablo, Cristo con mucha antelación habló de una
perfecta unidad, que es la misma Unidad del
Espíritu; ya que el Padre en él, y él en sus
discípulos, para que sean perfectos en unidad (Jn. 17:22). Así pues que de lo
escrito por Pablo y de lo que Cristo dijo en términos semejantes, hay un Cuerpo
y un Espíritu “el Hijo y
Padre” que son uno, como del mismo modo con los escogidos. Esta gran verdad, se resume en el
Espíritu Divino que está en su cuerpo humano “El Cristo”, y este en nosotros
mediante los dones espirituales, que cuando subió a las alturas los dio, para
la perfección de los santos y la obra de su ministerio, con el propósito de la
edificación de su cuerpo, que se traduce: “un Cuerpo Santo con su Espíritu Divino, en el que todo sus escogidos
somos miembros, hasta que de esta unidad de la fe y del conocimiento de Cristo, lleguemos a la perfección, a la medida de
la estatura de su plenitud” (Ef. 4:4,12-13); y esto es: “para que ya no seamos niños
fluctuantes llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema
de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino
que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, que
es Cristo, de quien todo el cuerpo bien concertado y unido entre sí por todas
las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada
miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Ef. 4:13-16).
No solo Saulo (Pablo) habla del que descendió y subió a los cielos, sino
que mucho antes Cristo a Nicodemo también dijo: “Nadie subió al cielo, sino el que
descendió; el Hijo del Hombre que está en el cielo” (Jn. 3:13); y esto se concatena con lo que Agur hijo de Jaqué, en su anunciado
profético hecho a İtiel y a Ucal, les pregunta entre otras cosas: “¿Quien subió al cielo y descendió?,
y ¿Cuál es su Nombre y el Nombre de su Hijo si saben?” (Prov. 30:4). Es el mismo Padre Creador, que a los efectos con un nombre sobre todo
nombre, se hizo hombre en la forma de Hijo, para que a este haciéndolo morir
sobre el madero, salvar de entre la humanidad a muchos. El cual también en
Espíritu fue y descendió a las partes más baja de la tierra, a llevarle el
evangelio a los espíritus que fueron encarcelados en los tiempos de Noé; y como
Padre que después de levantar a su cuerpo humano de entre los muertos, subió a
los cielos y dio dones a los hombres, para que de este modo estando en
nosotros, seamos perfectos en unidad. Unidad esta que es la del Espíritu, a los
fines de la perfección de los santos, la obra del ministerio y la edificación
del cuerpo de Cristo, en el que todos somos miembros. Por esto se reitera, que
en la unidad del Espíritu con su cuerpo humano “el Cristo”, tenemos dones
espirituales que Saulo (Pablo) dice a los Efesios, que son: “Apóstoles; profetas; evangelistas; pastores y maestros”. Y que en fin, TODO
ELLO ES HASTA QUE DE LA UNIDAD
DE LA FE Y DEL CONOCIMIENTO DE CRISTO, LLEGUEMOS
A LA PERFECCIÓN A LA MEDIDA DE LA ESTATURA DE SU PLENITUD; PARA QUE YA NO
SEAMOS NIÑOS FLUCTUANTES, LLEVADOS POR DOQUIERA DE TODO VIENTO DE DOCTRINA, POR
ESTRATAGEMA DE HOMBRES QUE PARA ENGAÑAR EMPLEAN CON ASTUCIA LAS ARTIMAÑAS DEL
ERROR, SINO QUE SIGUIENDO LA VERDAD EN AMOR, CREZCAMOS EN TODO EN AQUEL QUE ES
LA CABEZA, ESTO ES CRISTO (EF. 4:13-15).