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General: LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO Y EL JUICIO FINAL DE LA HUMANIDAD.
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EL REGRESO DE CRISTO LOS DOS GRUPOS DE PERSONAS MATEO 25:31 Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria.
32 Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.
33 Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
Mateo 25->
[V.31-> El Hijo del Hombre. [El juicio de las naciones, Mat 25:31-46. Con referencia a parábolas, ver pp. 193-197.] En cuanto a las circunstancias en las cuales se dio esta parábola, ver com. Mat 24:1-3; cf. com. Mat 25:1; Mat 25:14. Al igual que las parábolas de las diez vírgenes (Mat 25:1-13) y la de los talentos (Mat 25:14-30), la parábola de las ovejas y de las cabras, o sea del juicio, fue relatada a fin de ilustrar las verdades presentadas en el cap. 24 acerca del prometido retorno de Jesús. Con referencia a la relación de las dos parábolas anteriores con el discurso del cap. 24, ver com. Mat 25:14. Esta parábola, la última de Jesús, presenta muy claramente el gran juicio final, y reduce a términos sencillísimos y muy prácticos la norma a emplearse para realizar el juicio. Con referencia a la expresión “Hijo del Hombre”, ver com. Mat 1:1; Mar 2:10. Venga en su gloria En ocasión de su primera venida, Jesús veló su gloria divina y vivió como hombre entre los hombres (ver com. Luc 2:48). El reino que estableció entonces era el reino de su gracia (ver com. Mat 5:3). Sin embargo, vendrá otra vez “en su gloria” para inaugurar el reino eterno (Dan 7:14; Dan 7:27; Ap 11:15; ver com. Mat 4:17; Mat 5:3). La segunda venida de Jesús es el tema central de Mat. 24 y 25. Los santos ángeles La evidencia textual establece (cf. p. 147) la omisión de la palabra “santos”, pero de todos modos el sentido es claro. Con referencia a la participación de los ángeles en la obra del juicio, ver com. Dan 7:10; Ap 5:11. En cuanto a su ministerio en favor de los hombres, ver com. Heb 1:14. Acerca de la presencia de los ángeles en la segunda venida de Cristo, ver com. Mat 24:30-31; Hch 1:9-11; 1Ts 4:15-17. Entonces se sentará En calidad de Rey (Mat 25:34) y de juez (Mat 25:32; Mat 25:34; Mat 25:41). Trono de gloria Es decir, “su glorioso trono”. Cristo estaba en el trono del universo antes de su encarnación (DTG 13-14). Cuando ascendió, fue entronizado otra vez (HAp 31) como Sacerdote y como Rey (Zac 6:13; HAp 32) para compartir el trono de su Padre (DTG 771; Ap 3:21). Al completar la obra del juicio investigador, comenzada en 1844 (ver com. Ap 14:6-7), Jesús recibirá su reino (CS 479, 671-672; PE 55, 280). La coronación final y el entronizamiento de Cristo como Rey del universo ocurrirán al final del milenio en presencia de todos los que son súbditos de su glorioso reino y los que se han negado a serie leales.]
[V.32-> Todas las naciones Ver Ap 20:11-15; CS 723-724. Apartará Ver com. Mat 13:24-30; Mat 13:47-50. Como aparta el pastor En forma directa o indirecta, Jesús se comparó repetidas veces con un pastor y asemejó a su pueblo a las ovejas (Eze 34:11-17; Zac 13:7; Mat 15:24; Mat 18:11-14; Luc 15:1-7; Jn 10:1-16 ). Ovejas Por lo general, las ovejas palestinas eran blancas, mientras que las cabras eran negras (Sal 147:16; Isa 1:18; Eze 27:18; cf. Son 4:1-2). Solía un mismo pastor cuidar tanto ovejas como cabras (Gen 30:32-33).]
[V.33-> Derecha La derecha representaba honor y bendición (Gen 48:13-14; Mar 14:62; Mar 16:19; Col 3:1; etc.). Izquierda El lado izquierdo podía representar un honor menor o sencillamente un rechazo. Aquí parece entenderse lo segundo (Mat 25:41).]
LOS QUE DECIDIERON PERDERSE LOS QUE SON IZQUIERDA
[V.41-> Fuego eterno. También llamado “fuego que nunca se apagará” (ver com. Mat 3:12) e “infierno de fuego” (ver com. Mat 5:22). Las tres designaciones se refieren al fuego del día final que devorará a los impíos y todas sus obras (2Pe 3:10-12; Apoc. 10, 14-15). La palabra aiōnios, traducida como “eterno”, “para siempre”, significa literalmente “que dura un siglo” (La palabra aiōn, “siglo”, de la cual viene aiōnios, se comenta en relación con Mat 13:39.) Ese término destaca el hecho de que algo es continuo y no está sujeto a cambios repentinos. En los antiguos papiros griegos hay numerosas referencias a que el emperador romano era aiōnios. Se alude así al hecho de que eran emperadores para toda la vida. La palabra “eterno” no refleja con precisión el significado de la palabra aiōnios, pero es la que más se asemeja. Aiōnios, lo que dura por un largo período, expresa permanencia o perpetuidad dentro de ciertos límites, mientras que la palabra “eterno” implica duración ilimitada. En griego, la duración de aiōnios debe siempre determinarse en relación con la naturaleza de la persona o la cosa a la cual se aplica. Por ejemplo, en el caso de Tiberio César, el adjetivo aiōnios describe un período de 23 años, desde su ascensión al trono hasta su muerte. En el NT la palabra aiōnios se emplea para describir tanto el fin de los impíos como el futuro de los justos. Siguiendo el principio ya enunciado de que la duración de aiōnios debe determinarla la naturaleza de la persona o la cosa a la cual se aplica, se deduce que el galardón de los justos es una vida sin fin, mientras que la retribución de los impíos es muerte que no tiene fin (Jn 3:16; Rom 6:23; etc.). En Jn 3:16 se establece el contraste entre la vida eterna y perecer. En 2Ts 1:9 se dice que los impíos sufrirán “pena de eterna perdición”. Esta frase no describe un proceso que seguirá para siempre sino un hecho cuyos resultados serán permanentes. El castigo por el pecado es infligido por medio del fuego (Mat 18:8; Mat 25:41). El que ese fuego sea aiōnios, “eterno”, no significa que no tendrá fin. Esto resulta claro al considerar judas 7. Evidentemente, el “fuego eterno” que destruyó a Sodoma y Gomorra ardió por un tiempo y después se apagó. En otros pasajes bíblicos, se hace referencia a “fuego que nunca se apagará” (Mat 3:12), lo cual significa que no se extinguirá hasta que haya quemado los últimos vestigios del pecado y de los pecadores (ver com. Mat 25:12). Con referencia a ‘olam, equivalente hebreo de aiōnios, ver com. Exo 21:6. Para el diablo. Ver 2Pe 2:4; Jud 1:6-7. El fin del diablo y de sus ángeles ya se ha decidido. Estos seres que “no guardaron su dignidad” están destinados a perecer en el fuego del día final. Todos los que sigan su ejemplo de rebelión sufrirán el mismo fin.]
PARA LOS QUE HEREDAN LA VIDA ETERNA DERECHA Mateo 25-> Ver. 34
[V.34-> El Rey Aquí claramente equivale al “Hijo del Hombre” del Mat 25:31 (ver com. Mat 25:31). Benditos Aunque no se emplea la misma palabra, el ser “bendito” es también ser “bienaventurado” (ver com. Mat 5:3). Aquellos que reciben la bendición de Dios son de veras bienaventurados. En la “presencia” de Dios hay “plenitud de gozo” y “delicias” a su “diestra para siempre” (Sal 16:11). Mi Padre Ver com. Mat 6:9. Heredad Heredar significa recibir posesión de alguna propiedad. En el principio, el hombre fue designado como rey de este mundo (Gen 1:28); pero, como resultado del pecado, perdió su dominio. Daniel profetizó acerca del momento cuando una vez más los santos heredarían el reino eterno, originalmente ideado para ellos (Dan 7:27). El reino Es decir, el reino de gloria (ver com. Mat 25:31). Preparado para vosotros El plan original de Dios para este mundo, transitoriamente interrumpido por la entrada del pecado, finalmente culminará con éxito y la voluntad divina será suprema en esta tierra, así como lo es en el cielo (ver com. Mat 6:10; cf. Luc 12:32).]
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La segunda venida de Cristo Apocalipsis 1:7
Una pequeña nube negra es la señal de la venida de Jesús—Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, de un tamaño como la mitad de la palma de la mano. Es la nube que envuelve al Salvador y que a la distancia parece rodeada de oscuridad. El pueblo de Dios sabe que es la señal del Hijo del hombre. En silencio solemne la contemplan mientras va acercándose a la tierra, volviéndose más luminosa y más gloriosa hasta convertirse en una gran nube blanca, cuya base es como fuego consumidor, y sobre ella el arco iris del pacto. Jesús marcha al frente como un gran conquistador.—
Luego se volvieron nuestros ojos hacia el oriente, por donde había aparecido una negra nubecilla, del tamaño de la mitad de la mano de un hombre, y que era, según todos comprendíamos, la señal del Hijo del hombre. En solemne silencio contemplábamos cómo iba acercándose la nubecilla, volviéndose más y más brillante y esplendorosa, hasta que se convirtió en una gran nube blanca con el fondo semejante a fuego. Sobre la nube lucía el arco iris y en torno de ella aleteaban diez mil ángeles cantando un hermosísimo himno. En la nube estaba sentado el Hijo del hombre. Sus cabellos, blancos y rizados, le caían sobre los hombros; y llevaba muchas coronas en la cabeza. Sus pies parecían de fuego; en la diestra tenía una hoz aguda y en la siniestra llevaba una trompeta de plata. Sus ojos eran como llama de fuego, y con ellos escudriñaba a fondo a sus hijos.—
Todo el mundo le verá—“Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del hombre”. Mateo 24:27... No se puede remedar semejante aparición. Todos la conocerán y el mundo entero la presenciará. Jesús regresa en gloria rodeado por una nube de ángeles—Con cantos celestiales los santos ángeles, en inmensa e innumerable muchedumbre, le acompañan en el descenso. El firmamento parece lleno de formas radiantes—“millones de millones, y millares de millares”—. Ninguna pluma humana puede describir la escena, ni mente mortal alguna es capaz de concebir su esplendor... A medida que va acercándose la nube viviente, todos los ojos ven al Príncipe de la vida. Ninguna corona de espinas hiere ya sus sagradas sienes, ceñidas ahora por gloriosa diadema. Su rostro brilla más que la luz deslumbradora del sol de mediodía...
El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego. El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus lugares. “Vendrá nuestro Dios, y no callará: fuego consumirá delante de él, y en derredor suyo habrá tempestad grande. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo”. Salmos 50:3, 4.—El Conflicto de los Siglos, 699.
Jesús es visto claramente sobre la nube—La nube viviente de majestad y gloria sin par, se acercó aun más, y pudimos claramente vislumbrar la hermosa persona de Jesús. No llevaba una corona de espinas; sino que una corona de gloria adornaba su santa frente. Sobre sus vestidos y su muslo había un nombre escrito, REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. Sus ojos eran una llama de fuego, sus pies tenían la apariencia de bronce bruñido, y su voz tenía el sonido de muchos instrumentos musicales. Su rostro era tan brillante como el sol de mediodía.—
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El gozo del pueblo de Dios—La revelación de su propia gloria en la forma humana, acercará tanto el cielo a los hombres que la belleza que adorne el templo interior se verá en toda alma en quien more el Salvador. Los hombres serán cautivados por la gloria de un Cristo que mora en el corazón. Y en corrientes de alabanza y acción de gracias procedentes de muchas almas así ganadas para Dios, la gloria refluirá al gran Dador.
“Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”. Isaías 60:1. Este mensaje se da a aquellos que salen al encuentro del Esposo. Cristo viene con poder y grande gloria. Viene con su propia gloria y con la gloria del Padre. Viene con todos los santos ángeles. Mientras todo el mundo esté sumido en tinieblas, habrá luz en toda morada de los santos. Ellos percibirán la primera luz de su segunda venida. La luz no empañada brillará del esplendor de Cristo el Redentor, y él será admirado por todos los que le han servido. Mientras los impíos huyan de su presencia, los seguidores de Cristo se regocijarán. El patriarca Job, mirando hacia adelante, al tiempo del segundo advenimiento de Cristo, dijo: “Al cual yo tengo de ver por mí mismo, y mis ojos le mirarán; y ya no como a un extraño”. Job 19:27. Cristo ha sido un compañero diario y un amigo familiar para sus fieles seguidores. Estos han vivido en contacto íntimo, en constante comunión con Dios. Sobre ellos ha nacido la gloria del Señor. En ellos se ha reflejado la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Ahora se regocijan en los rayos no empañados de la refulgencia y gloria del Rey en su majestad. Están preparados para la comunión del cielo; pues tienen el cielo en sus corazones.
Con cabezas levantadas, con los alegres rayos del Sol de Justicia brillando sobre ellos, regocijándose porque su redención se acerca, salen al encuentro del Esposo, diciendo: “He aquí éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará”. Isaías 25:9.
“Y oí como la voz de una grande compañía, y como el ruido de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: Aleluya: porque reinó el Señor nuestro Todopoderoso. Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque son venidas las bodas del Cordero, y su esposa se ha aparejado... Y él me dice: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena del Cordero”. Él “es el Señor de los señores, y el Rey de los reyes: y los que están con él son llamados, y elegidos, y fieles”. Apocalipsis 19:6-9; 17:14.—
Los justos muertos y los vivos ven a Jesús al mismo tiempo—Pablo mostró que aquellos que vivieran cuando Cristo viniese no irían antes al encuentro de su Señor que aquellos que hubieran dormido en Jesús. La voz del arcángel y la trompeta de Dios alcanzarían a los que durmieran, y los muertos en Cristo resucitarían primero, antes que el toque de la inmortalidad se concediera a los vivos. “Luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, consolaos los unos a los otros en estas palabras”.—
Vestidos del blanco más puro—Cristo se vació a sí mismo, y tomó la forma de un siervo, y ofreció sacrificio, siendo él sacerdote y víctima a la vez. Así como en el servicio típico el sumo sacerdote ponía a un lado sus ropas pontificias, y oficiaba con el blanco vestido de lino del sacerdote común, así Cristo puso a un lado sus ropas reales, fue vestido de humanidad, ofreció sacrificio, siendo él mismo el sacerdote y la víctima. Como el sumo sacerdote, después de realizar su servicio en el lugar santísimo, salía vestido con sus ropas pontificias, a la congregación que esperaba, así Cristo vendrá la segunda vez, cubierto de vestidos tan blancos “que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos”. Marcos 9:3. El vendrá en su propia gloria, y en la gloria de su Padre, y toda la hueste angélica lo escoltará en su venida.—
Cristo llama a sus santos que duermen—Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: “¡Despertaos, despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!” Por toda la superficie de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán. Y toda la tierra repercutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?” 1 Corintios 15:55. Y los justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de victoria.
Todos salen de sus tumbas de igual estatura que cuando en ellas fueran depositados. Adán, que se encuentra entre la multitud resucitada, es de soberbia altura y formas majestuosas, de porte poco inferior al del Hijo de Dios. Presenta un contraste notable con los hombres de las generaciones posteriores; en este respecto se nota la gran degeneración de la raza humana. Pero todos se levantan con la lozanía y el vigor de eterna juventud. Al principio, el hombre fue creado a la semejanza de Dios, no sólo en carácter, sino también en lo que se refiere a la forma y a la fisonomía. El pecado borró e hizo desaparecer casi por completo la imagen divina; pero Cristo vino a restaurar lo que se había malogrado. El transformará nuestros cuerpos viles y los hará semejantes a la imagen de su cuerpo glorioso. La forma mortal y corruptible, desprovista de gracia, manchada en otro tiempo por el pecado, se vuelve perfecta, hermosa e inmortal. Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba. Reintegrados en su derechoal árbol de la vida, en el desde tanto tiempo perdido Edén, los redimidos crecerán hasta alcanzar la estatura perfecta de la raza humana en su gloria primitiva. Las últimas señales de la maldición del pecado serán quitadas, y los fieles discípulos de Cristo aparecerán en “la hermosura de Jehová nuestro Dios”, reflejando en espíritu, cuerpo y alma la imagen perfecta de su Señor. ¡Oh maravillosa redención, tan descrita y tan esperada, contemplada con anticipación febril, pero jamás enteramente comprendida!
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El último toque de inmortalidad después de resucitar los hijos de Cristo —Tenemos un Salvador resucitado viviente. Rompió las cadenas de la tumba después que había yacido allí tres días, y en triunfo proclamó sobre el agrietado sepulcro de José: “Yo soy la resurrección y la vida”. Y él viene. ¿Nos estamos preparando para él? ¿Estamos listos de modo que si ca yéramos dormidos podríamos hacerlo con la esperanza en Jesucristo? ¿Estáis trabajando ahora por la salvación de vuestros hermanos y vuestras hermanas? El Dador de la vida vendrá pronto. El Dador de la vida viene para romper las cadenas de la tumba. Hará salir a los cautivos y proclamará: “Yo soy la resurrección y la vida”. Allí está la hueste resucitada. El último pensamiento fue de la muerte y sus angustias. Los últimos pensamientos que tuvieron fueron del sepulcro y de la tumba; pero ahora proclaman: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” Las angustias de la muerte fue lo último que experimentaron: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” La última cosa que reconocieron fueron las angustias de la muerte. Cuando despierten todo el dolor habrá desaparecido...
Aquí están; el último toque de inmortalidad les ha sido dado, y ascienden para encontrarse con su Señor en el aire. Los portales de la ciudad de Dios giran sobre sus goznes, y entran las naciones que han guardado la verdad. Las columnas de ángeles están a cada lado, y los redimidos de Dios entran en medio de querubines y sera fines. Cristo les da la bienvenida y pronuncia sobre ellos su bendición. “Bien, buen siervo y fiel... entra en el gozo de tu Señor”. ¿Cuál es ese gozo? Ve el fruto de la aflicción de su alma, y queda satisfecho.
Esto es por lo que trabajamos: aquí hay uno por quien rogamos a Dios durante la noche; allí hay otro con quien hablamos en su lecho de muerte y entregó su alma desva lida a Jesús; aquí está uno que era un desventurado ebrio. Tratamos que sus ojos se fijaran en Aquel que es poderoso para salvar, y le dijimos que Cristo podía darle la victo ria. Hay coronas de gloria inmortal sobre sus cabezas, y entonces los redimidos echan sus relucientes coronas a los pies de Jesús. El coro angelical hace resonar la nota de victoria y los ángeles de las dos columnas entonan el canto, y la hueste de los redimidos se une a él como si hubieran cantado el himno en la tierra, y así fue.
¡Oh, qué música! No hay una sola nota discordante. Cada voz proclama: “El Cordero que fue inmolado es digno”. Él ve la aflicción de su alma, y queda satisfecho. ¿Creéis que alguno empleará allí tiempo para contar sus pruebas y terribles dificultades?“De lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento”. “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos”.—
Los justos muertos y los vivos ven a Jesús al mismo tiempo—En su primera epístola a los creyentes tesalonicenses, Pablo se esforzó por instruirlos respecto al verdadero estado de los muertos. Dijo que los muertos dormían en la inconsciencia: “Tampoco, hermanos, que remos que ignoréis acerca de los que duermen, que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Por que si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que durmieron en Jesús... Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.
Los tesalonicenses se habían aferrado ansiosamente a la idea de que Cristo estaba por venir para transformar a los fieles que vivían, y llevarlos consigo. Habían prote gido cuidadosamente la vida de sus amigos, para que no murieran y perdieran la bendición que ellos esperaban recibir al venir su Señor. Pero sus amados, uno tras otro, les habían sido arrebatados; y con angustia los tesalonicenses habían mirado por última vez los rostros de sus muertos, atreviéndose apenas a esperar encontrarlos en la vida futura.
Cuando abrieron y leyeron la epístola de Pablo, las palabras referentes al verdadero estado de los muertos proporcionaron gran gozo y consuelo a la iglesia. Pablo mostró que aquellos que vivieran cuando Cristo viniese no irían antes al encuentro de su Señor que aquellos que hubieran dormido en Jesús. La voz del arcángel y la trompeta de Dios alcanzarían a los que durmieran, y los muertos en Cristo resucitarían primero, antes que el toque de la inmortalidad se concediera a los vivos. “Luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, consolaos los unos a los otros en estas palabras”.—
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