ARREPENTIMIENTO,
PERDÓN DE PECADOS Y SALVACIÓN, EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO:
De acuerdo al Nuevo Pacto que el Salvador concertó en pro de toda la
humanidad, era Yohanán el Inmersor (Juan Bautista), quien inicialmente
bautizaba con bautismo de arrepentimiento para perdón de los pecados,
diciéndole al pueblo, que creyesen en el que vendría después de él, esto es en
IESUE el Mesías (Mt. 3:11; Mc. 1:4; Lc. 3:3; y Hch. 19:4). De manera que luego
de que el Mesías respecto de sí mismo les abrió el entendimiento a sus
discípulos en cuanto a la Ley, los Salmos y los Profetas, él les dio
mandamiento para que en su Nombre predicaran el arrepentimiento y perdón de
pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén (Lc. 24:44-47); y es
desde esta ciudad de los hebreos, que ellos efectivamente comenzaron a darle
cumplimiento al mandamiento en mención, a poco tiempo que se derramó el poder
desde lo alto, porque algunos judíos de otras naciones, que atraídos por
extraordinario evento acaecido en el día de pentecostés, se compungieron de
corazón al escuchar el discurso del Apóstol Pedro, cuando estando lleno de
Espíritu Santo, se puso de pies con los otros once Apóstoles; y luego se
bautizaron en el Nombre de Jesucristo, para arrepentimiento y perdón de
pecados, en acatamiento a lo que en razón de los acontecimientos que sucedieron
en pos a las Sagradas Escrituras, Pedro les dijo (Hch. 2:1-47).
Así que en secuente continuo de lo que se viene diciendo, es que había
de esperarse, que a fin del cumplimiento de lo que el Eterno destinó y
predestinó desde antes de la fundación del mundo, se procediera bajo un nuevo
Sacerdocio de la tribu de Judá, al cambio del primer pacto que hizo con Israel,
al concertar uno nuevo, para quitar el pecado en un día, a través de su Siervo
el Renuevo, quien profeticamente hablando, había sido simbolizado en una piedra
(1 Pd. 1:18-20; Ef. 1:3-11; Jr. 31:34; Hb. 8:7-13; Mq. 7:18-20; Is. 28:16; y
Zc. 3:8-9); y que por esto y por otras razones, ese mandamiento tiene una
secuencia armónica dentro de la voluntad y los designios del Eterno, ya que
antes de que el niño prometido naciese en Belén, ya Yosef (José) se había
enterado por medio de un ángel del Señor, que había de llamarse IESUE
"Jesús", porque él salvará al pueblo de sus pecados (Mt. 1:21).
¿Y DE QUE MANERA SE SALVARÍA AL PUEBLO DE SUS PECADOS?
En observancia al Texto Bíblico inmediatamente anterior, se anticipa el
nombre con el cual se llamaría al mencionado niño, porque él salvará al pueblo
de sus pecados; ya que había de tenerse en cuenta, que el pueblo de Jacob,
estaba bajo una rigurosa ley, dentro de la cual el pecador o el alma que pecare
debía de morir (Dt. 24:16; 2Cr. 25:4; y Ez. 18:4). Y era pues necesario, que
viniese un libertador, para librar al pueblo de esa ley, que tenía la pena
legal sobre el pecado y la muerte. Por tanto respecto a la citada ley, que en
cuanto al pecado es lo que Pablo le relata a los romanos diciendo: "...Porque
la ley del Espíritu de vida en Cristo IESUE, me ha librado de la ley del pecado
y de la muerte" (Ro. 8:2). Así que pues, como semejante de estar
los israelitas esclavos en Egipto, que necesitaban ser liberados en el Nombre
del Eterno por manos de un libertador, debió Jesucristo en su Nombre
libertarlos del pecado penalizado en dicha ley, para que fuesen verdaderamente
libres (Jn. 8:31-36); y es precisamente que en ese Nombre del Padre Creador y
de sí mismo como Hijo Unigénito, según los Antiguos Escritos y de acuerdo a
otros Textos Bíblicos del Evangelio que el Divino Maestro mandó a predicar a
toda criatura, que él como la simiente de Abraham, es la salvación del pueblo
de Israel y de los gentiles, desde el día cuando siendo sacrificado hasta morir
en Jerusalén, derramó su sangre en remisión y propiciación de los pecados de
todo el mundo, a la manera como dice la Sagrada Escritura:
"En tu Simiente, serán benditas todas las naciones de la tierra,
por cuanto obedeciste a mi voz" (Gn. 22:18 RV. 1960).
"...Por lo tanto, mi pueblo sabrá mi nombre, por esta causa en
aquel día; porque yo mismo que hablo, he aquí estaré presente. Cuan hermosos
son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la
paz, del que trae alegres nuevas del bien, del que publica salvación... "
(Is. 52:1-9 RV. 1960).
"...Padre Santo, guarda a ellos en el nombre de ti, el cual has
dado a mí, para que sean uno, según como nosotros" (Jn. 17:11; 10:30; y
Prv. 30:4 B.I.G).
"...pero ahora en la consumación de los siglos, se presentó una vez
para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el
pecado...así también Cristo fue ofrecido una sola vez, para llevar los pecados
de muchos..." (Hb. 10:26,28 RV. 1960).
"Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin
derramamiento de sangre no se hace remisión" (Hb. 9:22 RV. 1960).
"Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por
los nuestros, sino también por los de todo el mundo" (1 Jn. 2:2 RV. 1960).
"Id y predicar el evangelio a toda criatura, el que creyere y fuese
bautizado, será salvo..." (Mc. 16:15 RV. 1960).
"y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el
cielo, dado a los hombres, en el que podamos ser salvos" (Hch. 4:12 RV.
1960).
"De este dan testimonio todos los profetas, que todo los que en él
creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre" (Hch. 10:43 RV.
1960).
"Ahora, pues, ¿porque te detienes? Levántate y bautízate, y lava
tus pecados, invocando su nombre" (Hch. 22:16 RV. 1960).
Siguiendo ahora con lo que las Antiguas Sagradas Escrituras relatan en
cuanto al mundo antiguo, para concatenarlo con lo que el Apóstol Pedro narra al
respecto en su primera epístola, se puede observar, que los seres vivientes de
la especie humana que estuvieron fuera del arca de Noé, no tuvieron salvación,
porque todos en desobediencia a lo que con justicia se les estaba pregonando,
perecieron sepultados en agua sin ninguna remisión ni propiciación por el
pecado, cuando de parte del Altísimo, se produjo el diluvio universal sobre el
mundo antiguo (Gn, 7:1-23; 1 Pd. 3:18-20; y 2 Pd- 2:5). Pero distintamente
acontece en los tiempos postreros, porque el Bautismo que corresponde a ello
como símbolo indubitable de ese diluvio, ahora nos salva, ya que los bautizados
en el Mesías y no en una inventada trinidad católica, tienen la oportunidad de
una salvación tan grande, al creer con arrepentimiento y ser sepultados
juntamente con él para muerte por el Bautismo, a fin de que como Cristo
resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también se ande en
vida nueva (1 Pd. 3:21; y Ro. 6:3-5).