Pablo FRANCESCUTTI | Publicado el 13/09/2000
Internet no conoce límites. La Red no sólo desborda las fronteras terrestres, en estos momentos está a punto de conquistar las dimensiones planetarias, los desconocidos senderos del espacio. Lo indican los planes inminentes de las instituciones aeroespaciales y de las marcas más prestigiosas de comunicación, encaminadas a darle a la Red una hasta ahora desconocida extensión cósmica. La compañía informática Apple se perfila como la gran pionera en este área, ya que el año próximo instalará a bordo de un satélite el primer servidor orbital. Le seguirá la NASA, interesada en asegurar una comunicación fluida con la Estación Espacial Internacional y sus complicadas misiones a Marte.
En un par de años, los tripulantes de la Estación Espacial Internacional situada a 500 kilómetros de altura se comunicarán con sus amigos y familiares de la Tierra por correo electrónico. Esta actividad, en apariencia banal y cotidiana, supondrá sin embargo un cambio drástico en las dimensiones de Internet, al proyectarla allende las lindes de nuestro planeta y a los confines de la galaxia.
La instalación de un apéndice de la Red a bordo de la base espacial representa tan sólo una de las múltiples iniciativas que permitirán a los internautas «navegar» por el espacio cósmico en un futuro no muy lejano. Por ejemplo, la firma informática Apple planea instalar el año próximo el primer servidor en órbita y tomar posiciones en el jugoso negocio de las comunicaciones satelitales de Internet. Con ese propósito se ha puesto de acuerdo con la compañía Sky Corp, que producirá un satélite experimental equipado con un ordenador Macintosh G4. El artefacto será lanzado al espacio por el transbordador de la NASA.
La NASA, por su parte, no piensa quedarse atrás. Sus ingenieros del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de California (EE UU) ya están trabajando en adaptar la arquitectura de Internet a las condiciones de la comunicación con los artefactos espaciales, en el marco del proyecto Interplanetary Internet (IPN). Las semillas han sido sembradas: más de cien misiones espaciales han adherido a los protocolos forjados por el Comité Consultor internacional para Sistemas de Datos Espaciales.
Los especialistas tienen claro que, aparte de los astronautas de la Estación Espacial, los principales interlocutores de la futura Red interplanetaria serán los robots, al menos por un periodo. En las próximas décadas, la gran mayoría de las misiones espaciales por el Sistema Solar correrán a cargo de vehículos y exploradores automáticos. Más adelante, su uso se extenderá a los humanos que viajen a la Luna y a Marte.
La Red extraterrestre tiene su apóstol en la persona de Vint Cerf, uno de los «padres» de Internet y actual estratega de la compañía MCI WorldCom. Este ingeniero estadounidense de 56 años se ha aliado con los expertos de la NASA en pos de una conexión con Internet para las misiones espaciales. Cerf, co-autor de TCP, el protocolo de trasmisión básico de Internet, confía en que la Red ayudará a mejorar las comunicaciones técnicas entre el centro de control y los vehículos espaciales, y también a mitigar la soledad de astronautas embarcados en largas travesías. «Un viaje a Marte durará tres años. Espero que la gente use IPN sobre todo para enviar correos electrónicos y attachments. En esa circunstancia se necesitará mucho contacto», dijo a la revista Wired.
Mayor velocidad
La referencia a Marte no es casual. Buen número de las misiones previstas para los próximos años tienen al Planeta Rojo por destino. Por esa razón, un objetivo prioritario de Cerf y sus acólitos consiste en aumentar la velocidad y el volumen de los datos transmitidos por las sondas espaciales. En 1997, el Mars Pathfinder envió datos a la Tierra a razón de 300 bits por segundo, una cifra muy inferior a los 56.000 b.p.s de los módems convencionales. Ahora se aspira a instalar una red marciana (Mars Network), capaz de remitir datos a 11.000 b.p.s.
El soporte de dicha Red lo representarán los vehículos robots que aterrizarán en Marte a partir de 2003, y sobre todo en 2007, fecha en la que habrá una presencia robótica permanente en su superficie. «Podemos ser mucho más eficaces si logramos comunicarnos y navegar por Marte las 24 horas del día, durante todo el tiempo», explica Charles Elachi, director del Space and Earth Science Programs Directorate del Jet Propulsion Laboratory.
Dificultades técnicas
Implementar una Internet interplanetaria fiable no supone precisamente un juego de niños, pues exige superar escollos técnicos de gran envergadura. Un primer requisito es el empleo de un “adaptador de comunicaciones orbitales” similar al utilizado por los transbordadores espaciales para el envío de datos al centro de control de la NASA. Se trata de un dispositivo preparado para mantener la transmisión pese a las demoras e interrupciones momentáneas propias de la comunicación espacio-Tierra.
Un segundo paso consistirá en reducir al mínimo el cableado de la red de ordenadores a bordo, por razones de seguridad, lo cual se puede arreglar con equipos de radiofrecuencias. En tercer lugar, hará falta una conexión constante con la Tierra, aunque al principio el contacto será esporádico, prevé Neil Woodbury, responsable de la red de la Estación Espacial Internacional. En esa fase el sistema de correo electrónico Outloook elegido será sincronizado con las estaciones de seguimiento periódicamente, a fin de despachar los mensajes acumulados, comenta.
El siguiente obstáculo lo interponen las enormes distancias a salvar. Una señal enviada de Marte puede tardar 20 minutos en llegar a la Tierra, y otros veinte en recibir respuesta. Aunque no impediría operaciones como el envío de e-mails, tal desfase temporal estropearía la interactividad típica de la Red (el chat, por ejemplo, resultaría imposible).
Por otra parte, las señales empleadas en las comunicaciones espaciales se caracterizan por su baja potencia. Ese rasgo resulta de los limitados recursos energéticos de los artefactos espaciales, una restricción impuesta a sus equipos por el alto costo de su lanzamiento. Habrá que ingeniar la forma de potenciar las señales. A la vez, será preciso dotar a los aparatos de generadores que aseguren su autonomía por períodos prolongados. Además, hay que tener en cuenta que en el espacio todos los puntos se hallan en movimiento; los planetas giran en sus órbitas, las naves se desplazan por el vacío cósmico, y la Tierra da vueltas sobre su eje, lo cual complicará todavía más la trayectoria de las transmisiones.
Para reducir las demoras, amplificar las señales y mejorar la amplitud de banda, los especialistas planean establecer estaciones de retransmisión en puntos intermedios. Chad Edwards, del JPL, piensa en disponer varios satélites en una órbita a 17.000 kilómetros sobre Marte. Con ellos se podría transmitir un megabit de datos por segundo, asegurando el envío de imágenes de video sin interrupción. La agencia espacial francesa (CNES) ha demostrado interés por participar de la experiencia.
Por último, queda el problema de la seguridad de las transmisiones. No es una cuestión menor, vistos los frecuentes asaltos a los bancos de datos de la NASA perpetrados por piratas informáticos recientemente. Solventar estas y otras dificultades constituye el objetivo del Interplanetary Internet Study, un proyecto de investigación en marcha en Estados Unidos, cuyo cometido primordial pasa por investigar cómo los protocolos de la Internet convencional y sus técnicas pueden extenderse y/o utilizarse en la exploración del espacio exterior. Financian el estudio investigadores de la NASA, Mitre Corp., Sparta, Global Science & Technology y consultores de la Universidad de Los Angeles y CalTech.
“Todoterrenos” en Marte
Sus expertos han tomado como referencia los sistemas existentes en la Tierra que conectan con Internet a toda clase de aparatos inalámbricos (teléfonos móviles, satélites, ordenadores). Dichos sistemas se han acostumbrado a lidiar con problemas similares a los que sufrirá un «todoterreno» en Marte, por ejemplo (conexiones desarticuladas, errores de datos, retrasos en la transmisión, etc.). Se considera, asimismo, que los actuales protocolos de Internet resultarán operativos en otros mundos; cabe desarrollar, pues, los protocolos de conexión entre los planetas.
Las características reseñadas darán a la Internet cósmica una fisonomía bien distinta a la de su contrapartida terrestre. Cerf avizora «una red de Internets» locales con cobertura en cada planeta o satélite. Estos sistemas autónomos se conectarán entre sí de forma intermitente con la ayuda de satélites retransmisores colocados en la mitad de los recorridos (la Internet interplanetaria propiamente dicha sería el sistema coordinador de todas las redes dispersas por el Sistema Solar). Se tratará, en síntesis, de un método de almacenamiento y posterior envío de la información.
«En la medida que los planetas se mueven, las distancias y, por lo tanto, las demoras y los ritmos de trasmisión entre ellos variarán según las ocasiones», indica Cerf, quien añade que, en el largo plazo, la sincronización temporal se tornará en el principal reto de los «telecos» interplanetarios. En ese marco, el recurso a los rayos láser como medio de transmisión de señales a alta velocidad puede agilizar las comunicaciones.
Pese a la gran magnitud de los dificultades por vencer, los responsables de IPN ya están preparando la expansión de la nomenclatura de dominios de Internet, adaptada a las nuevas circunstancias. El previsto «link» entre la Tierra y Marte hará necesario que los internautas terrícolas añadan a sus direcciones la terminación .earth.sol (de Tierra/Sistema Solar, en inglés), y los de Marte hagan lo propio con .mars.sol. También resultará imprescindible elaborar tablas con los usos horarios de los nuevos destinos, a fin de coordinar ajustadamente los intercambios.
Música del futuro
Al final del horizonte, los promotores de IPN vislumbran un Sistema Solar donde los humanos distribuidos en la Tierra y las distintas colonias espaciales intercambien torrentes de mensajes y datos, en un contexto donde espacio virtual y espacio cósmico se confunden. Todo esto es música del futuro, sin duda; pero un anticipo lo tendremos en breve, cuando los internautas se conecten con la Estación Espacial y vean en sus monitores a los astronautas ejecutando sus tareas en vivo y en directo. De concretarse tales planes, no debemos descartar que los niños españoles tengan entonces la oportunidad de interactuar con su admirado Pedro Duque con sólo hacer ”click” en sus ordenadores.
LA MALLA GLOBAL
La introducción de Internet promete marcar un antes y un después en las comunicaciones espaciales. Desde los comienzos de la exploración del espacio, las conexiones radiofónicas han sido el principal medio de contacto entre los vehículos y los centros terrestres, a través de grandes antenas de emisión y recepción. Ahora, el incremento de los lanzamientos en los años próximos y el potencial comercial del espacio requiere sistemas más económicos y fiables.
Vinton Cerf ha dicho que un objetivo capital de la Red cósmica puesta en marcha es servir de soporte a la explotación del espacio.
En este sentido, el Sistema Solar no escapa a la lógica señalada por Manuel Castells, sociólogo especializado en el sistema de Internet; si «las redes constituyen la estructura más adaptada a la evolución incesante y a la flexibilidad extrema requeridas por una economía mundial interdependiente», como dice, es lógico que la sociedad global extienda sus redes al espacio, hasta capturar en su malla a la Luna, los satélites y los planetas.
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