A finales de julio de este año, Wikileaks publicaba su más sensacional leak (filtración): 92.000 páginas de documentos clasificados como top secret en los que se certifica la violencia de las acciones militares de la OTAN en Afganistán, la corrupción de los servicios secretos paquistaníes y la muerte de millares de civiles. Un historial de la guerra en Afganistán creado por soldados y oficiales de los servicios de inteligencia.
La publicación de estos “diarios afganos” por la página web había sido anunciada tres semanas antes a tres periódicos (el inglés The Guardian, el alemán Die Spiegel y el estadounidense New York Times), que se han limitado a denunciar la presencia de dicha documentación, esperando que fuese sacada en su totalidad por la misma página.
Como señalaba el 9 de agosto Christian Christensen en Le Monde Diplomatique, “no tomar anteriormente el contacto con estos periódicos hubiese causado una confusión de artículos y informaciones sobre el tema en todo el mundo”. Sin embargo, la delicadeza de los argumentos en cuestión ha hecho que los periódicos atacaran a Wikileaks: en el New York Times, ya se le llama “Wiki-kills” (wiki-mata).
En EE UU desde el Watergate no ha habido otros casos de periodismo realmente enfrentado al poder
En una entrevista publicada en la versión en inglés de Al Jazeera, Assange aseguraba que en los últimos dos años Wikileaks ha publicado más documentación que los demás medios juntos: “los medios de información están haciendo tan mal trabajo que un pequeño grupo de activistas ha hecho más que todos ellos juntos”.
Lo que Assange dijo subraya que “el convencional periodismo de investigación hoy en día está bastante enfermo”, explica a Diagonal Vittorio Zambardino, periodista italiano de La Repubblica especializado en comunicación en internet. “Más que nada son los periódicos los que no ven la gran demanda que hay de este tipo de periodismo. En EE UU, a los que siempre se les mira como tierra feliz del periodismo de investigación, ha quedado claro a todos que desde el Watergate no ha habido otros casos de periodismo realmente enfrentado al poder”.
Según muchos medios, en el caso de los diarios de la guerra en Afganistán Wikileaks “se ha pasado”, al haber puesto en peligro la vida de los afganos que colaboraron con los militares estadounidenses a lo largo de la ocupación americana del territorio, publicando sus nombres en la web. Y no sólo los medios, sino algunas ONG, como Amnistía Internacional, la misma que en 2009 había premiado a Assange y su portal en la categoría Nuevos Medios por sacar a la luz informes sobre las matanzas en Kenya, denunciaron la posibilidad de repercusiones talibanes sobre estos colaboradores.
¿Revolución hacia la web libre?
La manera de actuar de Wikileaks es relativamente sencilla: cualquier usuario puede convertirse en whistleblower (literalmente, “quien hace sonar un silbato”), sin tener particulares conocimientos de informática, subiendo documentos a la página en el idioma que prefiera. Éstos son analizados (así ellos lo aseguran) por el equipo de Wikileaks, que los carga en la página sin que el usuario que los ha propuesto deje ningún tipo de rastro en la red, gracias al uso de tecnologías como FreeNet, Tor o Pgp (sistemas de comunicación y distribución de informaciones en línea descentralizadas, y por ello poco censurables o rastreables).
En este sentido, dicen en su página, “Wikileaks es incensurable”. Aspecto fundamental en la nueva era de internet, sobre todo por una página que se propone ‘ser el corazón de una revolución global’ en la que cualquiera pueda enfrentarse a las instituciones ‘a pesar de las mordazas virtuales y físicas o de su condición económica o conocimientos tecnológicos’.
¿Entonces Wikileaks es un paso fundamental para la difusión de la web libre? “Es más un paso hacia adelante y dos atrás” explica a Diagonal Geert Lovink, teórico de los medios de comunicación y creador del Institute of Network Culture, “estamos hablando de grandes cantidades de material, y nosotros, la ‘gente normal’, necesitamos contextualización y análisis para que un caso concreto tenga sentido”. Sin embargo, en su opinión, no poniendo los hechos en un discurso comprensible, Wikileaks no deja claro si quiere comportarse “como proveedor de contenidos o como simple contenedor de datos filtrados”. A todo esto, concluye que “Wikileaks está dando un empujón a los medios para que vuelvan a hacer este tipo de trabajo de investigación”.
La verdad se debe publicar
Nacida a finales de 2006, empieza su actividad en julio de 2007, y desde entonces ha publicado 1,2 millones de documentos clasificados como secretos por numerosos gobiernos. La web nace tras las conversaciones en línea de su creador, Julian Assange, periodista y programador, con otros activistas.
Han tomado parte en su creación “disidentes chinos, periodistas, matemáticos y una nueva empresa de tecnología, procedentes de EE UU, Taiwan, Europa, Australia y Sudáfrica”. Según el principio de que “la mejor manera de hacer que se conozca la verdad sobre un asunto es publicar en su totalidad los documentos que la tratan”, Wikileaks apunta a que la tecnología del leaking pueda convertirse en un modelo. Hasta ahora, ha sobrevivido con un equipo de 5 personas, a los que se suma la colaboración de unas 800 personas.