La primera ilusión es que todos creéis saber algo sobre el amor. Esta ilusión es muy perjudicial, porque nunca harás ningún esfuerzo para alcanzar o despertar aquello que crees conocer.
Pero no eres consciente de que quien conoce el amor, ha adquirido simultáneamente la capacidad de conocer lo divino. Si conoces el amor, no te queda nada por conocer en la vida. Pero tal como eres, no sabes nada; te queda todo por saber.
El amor que crees que es amor probablemente no lo es. Has llamado amor a otra cosa, y mientras sigas teniendo esta ilusión, mientras sigas teniendo la idea de que sabes todo sobre el amor; ¿cómo vas a poder buscarlo y hallarlo? Lo primero que debes entender es que no conoces el amor en absoluto.
Una calurosa mañana, Jesús se detuvo bajo el árbol de un jardín. Hacía mucho calor y estaba cansado, así que se durmió bajo la sombra del árbol. Ni siquiera sabía a quien pertenecía la casa, el jardín o el árbol. Era el jardín de Magdalena, una prostituta muy bella de aquella época.
Mágdalena miró por la ventana y vio a esta bella persona durmiendo debajo del árbol. Nunca había visto a un hombre tan bello. Del mismo modo que existe la belleza física, existe la belleza del alma. A menudo puedes ver la belleza física, pero la belleza del alma se puede ver en contadas ocasiones. Pero cuando aparece la belleza del alma, incluso el cuerpo más horrible se convierte en la flor más bella. Ella había visto muchas personas bellas, porque siempre había una multitud delante de su puerta y a menudo le costaba trabajo entrar en su propia casa. Magdalena fue atraída hacia el árbol como por un imán.
Jesús estaba a punto de despertarse e irse; había terminado de descansar. Magdalena le dijo:
-¿Me harías el favor de descansar dentro de mi casa?
Jesús le dijo:
-Ahora ya he terminado de descansar, y era tu árbol. Es hora de marcharme. Pero si alguna otra vez paso por aquí y estoy cansado seguramente descansaré dentro de tu casa.
Magdalena se ofendió. Había rechazado a grandes príncipes en la puerta de su casa, y ahora que estaba invitando a un mendigo de la calle a descansar en su casa éste se negaba. Esto hirió sus sentimientos, de modo que dijo:
-No, no voy a hacerte caso. Debes entrar, ¿ni siquiera puedes hacer eso para demostrarme tu amor? ¿Por que no vienes y descansas un rato en mi casa?
Jesús dijo:
-Por el mismo hecho de invitarme, ya he entrado en tu casa, porque, excepto en los sentimientos del corazón, ¿dónde está tu casa? Y si me preguntas «¿No me vas a demostrar ni siquiera un poco de amor?”, entonces te diré que probablemente habrá habido mucha gente que te ha dicho «Te quiero», pero ninguno de ellos te ha querido, porque en lo más profundo de su ser estaban amando otra cosa. Y te puedo asegurar que yo soy una de las pocas personas que puede amarte y te ama, porque sólo puede amar aquel en cuyo corazón fluye el amor.
Ninguno de vosotros puede amar porque dentro de vosotros no hay un flujo de amor. Cuando le dices a alguien: «Te quiero», en realidad no le estás dando amor, sino que se lo estás pidiendo. Todos estáis pidiendo amor. Y ¿Cómo puede dar amor alguien que lo está pidiendo? ¿Cómo pueden ser emperadores los mendigos? ¿Cómo pueden dar amor las personas que están pidiendo amor?
Todos vosotros le pedís amor al otro. Vuestros seres son mendigos pidiéndole a alguien que os quiera. La mujer le pide amor al marido, el marido le pide amor a la mujer; la madre le pide al hijo, el hijo le pide a la madre; los amigos le piden amor a los amigos. Todos le pedis amor al otro sin daros cuenta de que el amigo al que le estáis pidiendo también está pidiendo amor. Sois como dos mendigos extendiendo vuestro cuencos de mendicante uno frente al otro.
Siempre que alguien esté pidiendo amor no será capaz de darlo, porque el hecho de pedir es una señal de que dentro de él no hay una fuente de amor. Si no, ¿por qué lo tendría que pedir fuera? Sólo la persona que está por encima de la necesidad de pedir amor puede dar amor. El amor es compartir, no mendigar. El amor es un emperador, no un mendigo. El amor sólo sabe dar, no sabe nada acerca de pedir.
¿Sabes qué es el amor? El amor que se pide no puede ser amor. Y recuerda, si alguien pide amor en este mundo nunca recibirá amor. Una de las leyes fundamentales, una de las leyes eternas de la vida es: el que pide amor nunca lo recibirá.
El amor sólo llama a la puerta de la casa donde ha desaparecido el deseo de amor. El amor empieza a llover sobre el techo de la persona que ha dejado de pedir amor.
Pero no llueve sobre el techo de alguien que todavía está anhelando amor; el amor no fluye hacia un corazón necesitado. Un corazón necesitado no tiene el tipo de receptividad que hace posible que el amor entre. Únicamente un corazón que comparte, un corazón que da, tiene ese tipo de receptividad para que pueda llegar el amor a su puerta y decir: «Abre la puerta, ihe llegado!».
¿Alguna vez ha llamado el amor a tu puerta? No; porque, hasta ahora, no has sido capaz de dar amor. Y recuerda también que todo lo que das te volverá. Una de las leyes eternas de la vida es que todo lo que damos nos vuelve.
El mundo entero no es más que un eco; das odio y recibes odio; das peligro y recibes peligro; maltratas a los demás y eres maltratado; si sacas espinas, recibes espinas. Todo lo que das, lo recibes de vuelta, te vuelve de infinitas formas. Y si compartes tu amor, recibirás amor de infinitas formas. Si no te ha vuelto el amor de infinitas formas, eso significa que no has dado amor. Pero, ¿cómo puedes dar amor? No tienes amor para dar. Si tienes amor, ¿entonces por qué estás mendigándolo de puerta en puerta? ¿Por qué os convertís en mendigos, yendo de un sitio a otro? ¿Por qué pedís amor?
Había un faquir llamado Farid. La gente de su ciudad le dijo:
-Farid, el emperador Akbar te tiene mucho respeto; pídele que abra una escuela en tu ciudad.
Farid dijo:
-Nunca le he pedido nada a nadie. Soy un faquir, sólo sé dar. La gente de la ciudad estaba muy sorprendida.
-Siempre habíamos pensado que los faquires mendigaban -le dijeron-, pero tú dices que los faquires sólo dan. No entendemos estas cosas tan sutiles y tan serias. Por favor, haznos un favor: pídele a Akbar que nos abra una escuela.
La gente de la ciudad era muy tenaz, de modo que por la mañana temprano Farid fue a ver a Akbar. Éste estaba rezando en su mezquita y Farid se colocó detrás de él. Cuando Akbar acabó sus oraciones, levantó las dos manos hacia el cielo y exclamó:
-iOh Dios! Aumenta mi riqueza, aumenta mi tesoro, aumenta mi reino.
Al oír esto, Farid se volvió para marcharse. Akbar se levantó y vio que Farid se estaba yendo. Corrió detrás de él y le preguntó:
-¿Por qué has venido y por qué te vas?
Farid le dijo:
-Creía que eras un emperador, pero me he dado cuenta de que tú también eres un mendigo. Te iba a pedir una escuela para la ciudad, no sabía que tú también le pides a Dios que aumente tu riqueza y tu tesoro. No me parece bien pedirle algo a un mendigo. Creía que eras un emperador, pero ahora veo que eres un mendigo, de modo que me marcho.
Sois todos mendigos, y vais pidiendo a los demás mendigos lo que ellos mismos no tienen. Nadie te puede dar amor. El amor puede surgir dentro de ti, pero no puedes obtenerlo del exterior. No existe ninguna tienda, ningún mercado, ningún vendedor que te pueda vender amor. El amor no se puede comprar a ningún precio.
El amor es un florecimiento interno; surge de una energía latente en tu interior. Sin embargo, todos buscamos encontrar amor en el exterior. Todos buscamos encontrar amor en el amado, lo cual es una cosa absolutamente equivocada e inútil.
Buscad: amor dentro de ti mismo. Ni siquiera te imaginas que puede haber amor en tu interior porque el amor siempre se ha asociado a la idea del amado. Tienes la idea de alguien en el exterior. Y como no recuerdas cómo puede surgir el amor dentro de ti, la energía del amor sigue latente. No te das cuenta de que, siempre estás pidiendo fuera algo que ya está dentro de ti. Y como lo estás pidiendo fuera, no miras en tu interior. De este modo; lo que podía haber surgido dentro, no surge nunca.
El amor es el tesoro esencial con el que nace todo individuo. El hombre no nace con dinero, el dinero es una acumulación social. Pero el hombre nace con amor. Es un derecho de nacimiento, es su riqueza individual, está en su interior. Es un compañero que ha recibido con su nacimiento y que le acompañará toda su vida. Pero muy pocos tienen la suerte suficiente de mirar en su interior y busca dónde está el amor, ver cómo se puede encontrar y cómo se puede desarrollar. Naces, pero sigues sin descubrir tu riqueza. De hecho, nunca se explora en absoluto; vas mendigando en la puerta de los dernas, extendiendo tu mano porque quieres amor.