Los populismos son siempre peligrosos para las ideologías y los proyectos a los que dicen respaldar. Generan radicalización y al final del día se pierde el centro y la brújula de la política.
Leo Hindery escribió un texto revelador en The Huffington Post en el que apunta que el Tea Party puede terminar por hacer que el Partido Republicano se radicalice todavía más.
Los miembros del Tea Party son bastante silvestres y enarbolan postulados populistas contrarios a los impuestos, las políticas de salud y los migrantes.
En general se definen por un enojo, más que evidente, por la situación económica de Estados Unidos y por el proyecto impulsado por el presidente Barack Obama.
Son bastante conservadores y partidarios de mantener, en lo posible, las cosas que consideran dan sentido a los Estados Unidos.
¿En México hay algo parecido al Tea Party? Me parece que el movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador es lo más cercano.
Me explico. El movimiento que respalda a López Obrador es bastante conservador. En su horizonte no hay espacio para los cambios en materia económica y postulan una vuelta al pasado en términos políticos. Es más, en asuntos fiscales están más cerca de la derecha que de una política socialdemócrata.
La fe ciega en el líder es otro de los rasgos de cualquier populismo y éste no es la excepción.
Basta analizar a los grupos que lo siguen en su cruzada, para tener un retrato, más que acabado, del México corporativo y clientelista.
Son reactivos más que propositivos y se definen en general por lo que no quieren o no están dispuestos a aceptar. No suelen tener un discurso muy elaborado y se definen en posiciones cargadas de lugares comunes.
Así como el Tea Party puede dar al traste con el proyecto de los republicanos de volver a seducir a la clase media, el movimiento de López Obrador pueda alejar a los electores independientes del proyecto de izquierda.
El triunfo de cualquier candidato, en casi cualquier democracia, lo definen justamente los que no están casados con formación alguna y suelen variar su voto en función de candidatos.
El gran reto de la izquierda será, en el caso mexicano, el de lograr expulsar sus fantasmas para presentar una plataforma atractiva para los ciudadanos.
Para lograrlo, es evidente, tendrán que derrotar primero a su Tea Party nativo.
Nadie sabe si los grupos que se oponen a López Obrador (no me refiero a los Chuchos, quienes a estas alturas más bien juegan con el panismo) tengan las ganas y el arraigo suficiente para dar un viraje. Una cosa es segura, en lo que hagan o dejen de hacer se juegan algo más que una candidatura.
julian.andrade@razon.com.mx
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