Así se cuenta el preludio de esta historia, de esta noche. Colmados de incertidumbre, tememos el desenlace de nuestros actos. Mas el fruto de la picardía y la curiosidad nos empujan a continuar. No somos imprudentes, tan solo ignoramos cual costo nos cobrará el destino.
El cielo nocturno se pintaba solitario, ni una nube empañaba la estrellas. Y las lunas... aquellas lunas llenas brillaban diferente hoy; altivas y sonrientes. La noche era perfecta, un prodigioso escenario para una reunión prohibida. Los cien cuentos de terror serían narrados hoy.
Salimos uno por uno de la calidez y seguridad de nuestros hogares. Encapuchados y portando una vela en el desértico camino. Todos encaminados a un mismo destino: una mansión deshabitada en lo profundo del bosque. Un rito que debía seguirse con diligencia desde el principio hasta el final... o su resultado podría ser fatal.
Adentrando sus puertas, el viento helado de dentro golpea en nuestros rostros, aun tapados, dándonos la bienvenida. Encaminando la ruta hacía el corazón de aquella casa, pasamos por numerosos cuadros desgstados, paredes roidas que alguna vez fueron perfectas y nobles, puertas chirriantes quese abriamos a nuestro paso; el tablado del suelo se quejaba a nuestro paso. Hasta al fin, llegar a un gran salón comedor, con algunos sofás distribuidos ennegrecidos del polvo y una grandiosa y alargada mesa en el centro rodeada de más sillas. Colocamos las velas que habíamos traído, todas a las esquinas de la habitación y las que sobraron en la mesa. Nos sentamos en aquellas sillas, aún con la capucha puesta y un temblor ocultado por su tela...
- Bienvenidos a esta magnífica noche. Ya no hay vuelta atrás, todos los que habéis entrado, no volvereis a salir hasta haber acabado con este peligroso juego... Comencemos las cien historias de terror.