ANN LETTE • Edad del fuego • LITCH Yo no soy tu, entiéndelo… no lo soy, no lo seré aunque intentes cambiar mi ser. Ann tenía el cabello rojo, quizá en otro tiempo habría sido azul o verde, pero ahora era rojo oscuro y de puntas brillantes, como un pedazo del metal caliente. No liso, jamás. Unas ondas de volumen amplio y considerable que a pesar de ser naturales parecían prolijamente peinadas, puestas en orden sobre su cabeza cual corona. Una melena abundante y un amplio flequillo; según comentan, tan abundante como la riqueza espiritual que ella misma llegaba a poseer, esa misma melena rozaba su espalda, sus hombros al llevarla recogida en una coleta que chocaba contra su espalda cada vez que la soltaba entre tantas vueltas que solía darle para sujetarla.
Cuando este cuerpo no responda, las cuerdas que sostienen mi ritmo de pie me mantendrán. Tenía la piel blanca, era pálida, demasiado quizá. Sus labios eran la diferencia rosada entre la comisura de su piel que era capaz de decir todo y decir nada, labios finos y casi atrayentes sellados por silencios demasiado solemnes a veces. Muy en contraste con su piel pálida; sus ojos, que eran tan rojos como su cabello. Su pupila era amplia y retráctil, cual gato atento. Era la mirada de un animal nocturno, fundida en el redondeado rostro de tersa piel de un ángel de descuidado aspecto. Sus pestañas eran un poco más rojizas, llegando al vino tinto apenas. Como si la sangre de un sacrificio marcara su perspectiva. Sus eran cejas finas y de expresividad casi nula, mantenían los tonos rojizos de su identidad entera. Tenía un lunar en el borde derecho de su boca, una mancha en forma de luna, muy pequeña y casi invisible para quien le viera a distancia, tomando en cuenta que no solían acercársele pero era de esas marcas de nacimiento que algunos poseemos de antes de llegar a la tierra… sin pecas y con cicatrices en su espalda, en su hombro derecho y en su muslo izquierdo a causas con encuentros que tuvo con ciertos “rebeldes”. Ella era apática y encontrarse con una pelea era normal a veces.
Tenía un cuerpo estructurado, era baja y de brazos agiles aunque cortos, pero podía correr y lanzar con fuerza no común. Había dedicado su tiempo al entrenamiento y siempre se esforzó por superar a sus maestros en artes marciales; su vida como la encarnación de la inspiración y el fuego había consumido el saber de mortales con sabidurías que el tiempo extinguía con muertes naturales, ella les veía morir y avanzaba en ese camino que parecía nunca terminar; aprendiendo de la natura, del viento y del cantar del fuego que le susurraba en una lengua que su mente entendía en silencio. Ahora, aunque fuera ágil con la fuerza que su pequeño cuerpo poseía, tenía esos lapsos de incongruencia cuerpo-mente. A veces actuaba su cuerpo y su alma respondía con otras palabras, más el deseo y la convicción siempre le habían dejado bien plantada ante cualquiera o cualquier. Vestía con lo primero que conseguía entre lo que otros no usaban; no creía en el intercambio de dinero, solo en el trueque pero prefería usar algo hasta que ya no pudiera resistir más que ponerse algo nuevo… Le parecía un malgasto de recursos cuando la función era cubrirle simplemente. Tenía una especie de semi-armadura, tosca y de color bronce, más la guardaba recelosa por tanto tiempo que había olvidado la última vez que la uso así que nadie la había visto jamás, para desgracia de muchos, verla era la señal de que no podrían contarle a nadie de lo que sucedería en el enfrentamiento con la chica de ojos rojos y pechera de bronce. Prefería usar botas, siempre unas botas pesadas y negras, estas no combinaban con nada según los demás habitantes del templo, quienes siempre le subestimaban y le trataban al margen por su aspecto y por su personalidad. Sus pies eran un misterio, adoraba estar descalza pero nadie en todo el imperio había visto sus pies sin calzado antes, era muy cuidadosa al momento de “desnudarles” más ella decía que recorría descalza el mundo porque los pies mentales jamás los ocultaría de los demás.
Tenía un arma, esta le había ayudado a desarrollar sus piernas, saltar y moverse con agilidad gracias a las furtivas visitas a las tierras en el amplio imperio. Para ella la vida corría distinto, un año era un día en su calendario físico, cual dragón, vivía una década para crecer lo que cualquiera crecería en un año; poseedora de juventud casi eterna por esto, algo a lo que ella jamás le dio importancia en realidad.
-Tengo una familia de ideas aquí… aquí- dijo ella señalando su cien con su mano pálida y pequeña-… El viento es mi guía y mi casa es el mundo… -la mirada rojiza se levantó un poco al cielo, como si aquella afirmación fuera una realidad tangible y duradera para ella. Ann era una hija del conflicto; la hija de un dragón y una habitante del cielo exiliada, una musa de angelical aspecto que heredaría el aura a su hija. Era una licht con espíritu de fuego, contradictoria como la corriente del viento. Era el fruto de un amor entre un animal eterno y la representación de las virtudes, mas el exilio y la muerte, la envidia de un tercero.
La madre de Ann vivía con la diosa del imperio, parte de ese séquito cercano y diáfano pero el amor cambia y termino de huir por ese dragón de cabello rojo que le mostro un mundo nuevo donde el caos era diario. Curiosa y altruista; Gian, trato de cambiarlo y lo logro, pero un dragón del cardinal de tierra cegado por la envidia de aquella pareja que había sido transformada por el amor y encontrado un punto medio entre el cielo y el infierno, termino por matar a la dama de cabellera ondulada inmediatamente después de que la primogénita naciera. Su meta era engullirla y devorar a la hija… Todos saben que la hija de un dragón es un elixir de inmortalidad y más aún si es hija de una musa. Pero el padre de Ann, Lettos, logro detenerle aunque fuera tarde para la madre de su hija, salvo a la niña y acabo con el cuerpo del asesino. Trauring. Le calcino por completo, más el espíritu permanecía, logro atraparlo en la madera quemada que más tarde sería el mango de la guadaña que empuñaría la niña que vivía.
Ann conocía esta historia a medias. No le agradaba su padre y había peleado con las varias veces. Detestaba que la subestimara y Lettos, siempre la comparaba con una musa perdida. Simplemente la pelirroja joven no se veía reflejada en el perfil promedio de las ninfas y las féminas divinas. Las charlas con ese hombre alto y de perfil angular. Era un dragón y ella le superaría a su manera algún día. No esperaba nada pero aun así aprendía todo lo que podía aprender de él. No te necesito, nadie te necesita, te necesitas tú mismo y por ende, también te necesita este mundo. Todo eran probabilidades, paradojas. Conocía muchos lugares pero no le agrada ponerle nombres… Por esto, no sabía dónde estaba parada y así mismo, no sabía donde podía estar ubicada su real tierra. De ese modo llego a ser una miembro de aquel clérigo, tan ensimismada en sus propias ciencias, sabia del arte de la agresión y del porque no; una conversación con ella era la reducción de frases retoricas a simples monosílabos como “si”, “no”. Ella misma se juzgaba, estar en un lugar como aquel templo cuando ella misma prefería estar sola y por eso… Permanecía en su casa lejana a la citadela donde vivían los demás. En su otra vida sería un animal, así lo había decidido pero primero debía vivir lo que restaba de la que tenía en ese momento como esa reptil de fuego a medias, prisionera de un cuerpo y presa de los susurros del viento, que le contaban sobre conceptos y sobre dilemas… Esa vida, la cual se hacía eterna y olvidaba ya que los días existían, solo quedaba el viento y el desordenado orden que solía ponerle a sus cosas.
No soy de ellos; mi camino cruzo por ese templo pero no quiere decir que yo sea de ellos… No. Cuando conoció ese paraíso verde, donde la vegetación era propicia para su hogar en ese tiempo, no pensó que le terminarían etiquetando y adoptando. Pero habría sido lo mejor, no podrían echarle y su casa en el árbol permanecería intacta, donde podría sentarse a ver el templo imponente de un cielo diáfano e imaginaba a su madre de vez en cuando, andando por calles brillantes y con un rostro borrado que nunca conoció. Ver desde lejos la tierra de cardinales que tantos años se había dedicado a conquistar con sus pies mentalmente descalzos.
Era una andante y había detenido su paso en esa casa en medio de los árboles para vivir en armonía con lo que le rodeaba a pesar de amar el caos por dentro.
Ella solo creía en sus estadísticas subjetivas y en Trauring, una guadaña que jamás le había desamparado, era como la amiga que jamás tuvo y la familia que nunca le acompaño en todos sus años de rondar por los reinos, pero era la condena; el castigo de ser la portadora de quien le dio muerte a su madre. La hoja negra y amplia de Trauring estaba hecha de minetita y su mango, de madera negra de los bosques del cardinal de tierra, estaba finamente tallado… Tenía una cadena que le hacía divisible y extensible, mas solo parecía un gran mango cuando la pelirroja la mantenía unida. Hablaba con ella, Trauring era una mascota y una bitácora de vida cuando se quedaba a solas.
Solo soy, como todos… Ellos son, yo solo... soy. Entonces vivió, ella… Ann, la Lette, Lette y Traurnig, el viento y el fuego en un solo ser. Sus manos pequeñas capaces de descubrir bajo la tierra pedazos que habían caído de los cielos envueltos en fuego y que ahora se ocultaban enterrados bajo piedra.
Pienso, deseo, quemo… •Sobre TRAURING y sus skills• Mi padre te odio tanto como para dejarte en mis manos... Guadaña con mango extensible llamada Trauring, hecha por su padre biológico (dragón de las tormentas de fuego, Lettos) con el espíritu de un dragón de tierra que mato a Gian, madre de Ann Lette.
•Ataques• KILA (Aire):"El suspiro del cálculo". Con este ataque, logra levantar del suelo a su enemigo por unos segundos, alejándole de sus puntos de apoyo o equilibro. La ventaja que logra ganar es sutil, como un suspiro puede hacerle girar como a una pluma para que su oponente caiga sin control alguno de si por un breve instante.
FEUER (Fuego): Es capaz de tener un aliento tan caliente como para soplar y dejar incinerado al contacto, sin llamas. (Habilidad aun no dominada)
SIGEN (Oscuridad): Usa la guadaña como apoyo, arrastrando la hoja y creando un ruido que solo sus oídos han sido capaces de soportar, en cada encuentro que lo ha usado e inmovilizado a sus oponentes, gana fuerza por el silencio absoluto siguiente pero pierde por 1 minuto la capacidad de sentir (tacto) y esto la hace más propensa a heridas físicas.