La meta secreta de la Albañilería Sagrada
Una vez Hiram Abiff recibió en audiencia a un hombre profundamente religioso y le dijo: ¿Qué es lo que puedo hacer por ti hombre piadoso? El hombre religioso contesto: Maestre Hiram, deseo que conozcas a tres de mis amigos de Jerusalén. Hiram Abiff le pregunto: ¿Cómo les conoceré? Por sus nombres – dijo el piadoso religioso – que te facilitare.
Nosotros, los del mundo invisible – dijo Hiram Abiff – no reconocemos a la gente por sus nombres, sino por sus cualidades. La gente ordinaria puede tener un solo nombre y ser muchas a la vez. La gente iniciada suele tener muchos nombres y ser en realidad una sola. No hay dificultad en eso Maestre Hiram – dijo el piadoso hombre – porque te puedo enumerar las cualidades de mis tres amigos. El primero es el más caritativo de todo Israel, el segundo es el más observante de la Ley de Moisés, y el tercero es el más instruido en la Toráh y por lo tanto maestro del pueblo Judío. Hiram prometió conocerles, diciendo: En cualquier caso es mi deber, como miembro del gobierno invisible, el conocer a gente así. Poco después, Hiram Abiff se encontró con un hombre que pedía limosna fuera del Templo en Construcción, y vio como daba unas monedas a una Viuda necesitada. Pero Hiram pasó de largo sin detenerse. Luego se detuvo para observar a un hombre que estaba sermonando sobre la necesidad de llevar los dogmas y rituales estrictamente al pie de la letra, y advirtiendo sobre los riesgos de no llevarlos a cabo con estricta observancia. Hiram Abiff no hizo nada por entrevistase con él. Finalmente, Hiram Abiff vio a un hombre instruyendo al pueblo, aunque en realidad estaba terriblemente interesado en recibir donativos de ellos, Hiram Abiff no se acercó a él. Siendo sábado Hiram Abiff retornó a sus labores en el Templo, se encontró de nuevo con el hombre piadoso, quien dijo: ¿Encontraste a mis amigos? No te dijeron nada de la observaría de guardar el Sábado como lo dicta la Ley de Moisés. Viaje por tres días para conocer a toda la gente de Jerusalén. Pero no vi a tres individuos encomiables como los que mencionaste; incluso a tres de ellos los evite. ¿Me describirías a los tres que evitaste? – pidió el hombre religioso. Hiram Abiff le contó acerca de los tres. ¡Pero esos son los hombres de los que te hable! – dijo el hombre piadoso. En realidad eso es lo que les han enseñado a hacer – dijo Hiram Abiff – puede que seas un hombre piadoso, al igual que ellos, pero están tristemente extraviados. El primer hombre estaba dando dinero y gozando de tal acción, lo cual por lo tanto solamente lo hacía por lucimiento y no por amor – él no es un hombre caritativo en realidad. El segundo hombre era sólo un fanático religioso, observante de la ley de Moisés en algunas cosas; pues codiciaba el favor divino. El tercer hombre es maestro de ciertas cosas, pero ciertamente no de sí mismo. No sé como el Rey Salomón encarga a un descreído como tú la construcción del Templo de Jehová – dijo increpado el hombre piadoso. Para mí el ser albañil del Templo de Dios es suficiente, mientras que ustedes buscan en cada supuesta buena acción una recompensa, eso los hace desubicarse de la acción en sí misma; el secreto es renunciar a los frutos de la acción, liberase de la esperanza de un triunfo, o del temor de la derrota, estar presentes en el momento de la acción es la meta secreta de la albañilería sagrada – dijo el Maestre Hiram Abiff, concluyendo así la conversación.
Alcoseri