Frank-Kleingasse 315, Viena 1190
Querido Señor:
La prolongada amistad con su estimado colega (¿o debería decir colaborador?) Dr. Trausk, del Instituto Tecnológico de Viena, además de un conocimiento bastante profundo de su extensa obra, me han convencido de que Vd. es una persona apropiada y digna de serle confiada información de particular categoría e importancia. Como Vd. sabe, mis ayudantes y yo hemos dedicado muchos años a estudiar los fenómenos mágicos, tanto en las modernas bibliotecas de Europa, Estados Unidos y Japón, como en las antiguas de Venecia, Zaragoza, Oxford y Kerman, así como las colecciones de manuscritos de estas ciudades. Hemos viajado también mucho para entrevistar a practicantes de las artes ocultas, incluso en situaciones de verdadero peligro (véase Procesos de nuestra Sociedad(1).
Creo, sin inmodestia por mi parte, que puedo compararme con el gran Arminius Vámbéry, un pariente de mi mujer por matrimonio, cuyos viajes por Asia Central rivalizaron con los del Conde de Gobineau hechos unos años antes, y que al adoptar el Bahaísmo como su propia religión asombró a sus contemporáneos. Las profundas y minuciosas investigaciones que llevó a cabo sobre tradiciones mágicas de Oriente sólo son conocidas por los que saben leer húngaro, ya que las escribió en este idioma para evitar que sus descubrimientos cayeran en manos: de personas inmaduras e irresponsables. Estos manuscritos no se han publicado ni traducido nunca.
Tal como puede deducirse por mi lista de publicaciones, empecé pura y simplemente como historiador asociado a los Profesores Dr. Lutz y Dr. Deak de la Universidad de Budapest, y llegué al estudio de lo oculto más o menos por casualidad. Pero ésta es otra cuestión. Baste decir que cuanta más magia estudié, más consciente fui de sus transcendentales efectos prácticos que últimamente, según puedo pensar, han sido dirigidos contra mí; o mejor diría, liberados contra mi. de una forma (y confío que esto no suene extraño) notablemente parecida al modo en que sus Parásitos de la Mente atacaban las percepciones de sus víctimas. Desde luego, cuando leí la novela en cuestión, me sentí abrumado por la similitud con mis propias experiencias y por el grado de su correlación con los fenómenos históricos y sicológicos conocidos. La relación de esto con Lovecraft (ese escritor extraordinariamente poco elegante, según la considerada opinión del Dr. Williams) quedará de manifiesto en lo que sigue.
He leído lo suficiente del trabajo de Lovecraft para darme cuenta de que se trata de una persona relativamente poco sofisticada, inculta y no demasiado familiarizada con las sutilezas artísticas (a pesar de que yo no iría tan lejos como el Dr. Williams en cuanto a condenar su estilo), que se aventuró de forma imprudente en terrenos de estudio y experimentación que deberían quedar reservados a quienes están preparados adecuadamente para enfrentarse a ellos. Una persona que se dedicaba, quizá a causa de su innata capacidad telepática (de la cual, por lo menos, no hay duda), a establecer contacto con fuerzas que estaban más allá de su posibilidad de control. Estas, finalmente, lo destruyeron.
Desde luego, tardé tiempo en ser capaz de apreciar la importancia, sino del propio Lovecraft, al menos de las fuerzas que había liberado. Al principio quedé muy desorientado por su insuficiente dominio de la ciencia, sus montañas más altas que el Himalaya situadas no en la Luna, sino en el Continente Antártico, bien explorado ya en la época en que lo escribía, antes de la guerra. {Yo fui un miembro de la expedición que el gobierno alemán envió entonces a la Antártida y sobre la cual se ha especulado mucho). Además, no era probable que un investigador tan poco sofisticado y relativamente inadecuado pudiese conseguir resultados significativos por sí mismo y sin ayuda.
Sin embargo, un simple operario de una planta de energía eléctrica que controla unas complicadas instalaciones, cuya construcción a su vez se debe al conocimiento experimental acumulado de varias generaciones de tecnólogos, es capaz, incluso por accidente, de sumir una ciudad en tinieblas o iluminarla accionando simplemente una palanca. Así, una persona de las características de Lovecraft que se acerque al saber acumulado a través de los tiempos (y debemos recordar que casi todo se ha olvidado a medida que se ha ido aprendiendo) puede encontrarse con que posee poderes, bien que controlados de forma imperfecta, que están bastante más allá de los que podría haberse esperado de una persona de esta categoría. No es que desee menospreciarle sean cuales sean sus limitaciones.
Hay muchos “grandes hombres” que, si se analiza bien su éxito, lo deben más que nada a su suerte por encontrarse sobre resortes de poder. Y por más que muchas personas tengan el don de ser zahoríes, no comprenden a veces, en modo alguno, que sólo están tratando de hacer funcionar una inducción como la eléctrica sin que por su parte sea necesario ningún ingenio. Sólo debe considerarse la indudable influencia de los planetas sobre el carácter y el destino, todo ello hábilmente documentado por el Profesor Hans Eysenck y una veintena más, para darnos cuenta de hasta qué punto somos criaturas de nuestro destino, “labrémoslo toscamente, según nuestra voluntad”.
La investigación que dirigí durante mi visita a Nueva Inglaterra en marzo de 1975 demostró de forma concluyente que Winfield Lovecraft era miembro de la rama egipcia de los francmasones que fue fundada, o por lo menos puesta de manifiesto, por “Alejandro, Conde de Cagliostro”, que si bien fue el gran impostor, también fue el peligroso manipulador de fuerzas ocultas. En Providence, Rhode Island, esa vieja ciudad adormilada y tan dada a la cultura y a las cosas de la mente, hice investigaciones que me condujeron a practicantes actuales de la masonería egipcia. Como Vd. ya sabe, conservan muchísima experiencia sobre el saber oculto, expresada en rituales explicables sólo por los iniciados y que, hasta cierto punto, son compartidos como meros rituales por la masonería normal.
Como sabe, todos los rituales masónicos son más o menos secretos, pero ninguno lo es tanto como los de aquellas sectas más escondidas o, podría añadirse, como los de los grados más elevados de las distintas logias normales. No es un secreto que, a lo largo de mi prolongada vida, me hice miembro de diversas y diferentes sectas masónicas, mágicas y sofistas para incrementar la cantidad de mí información sobre sus actividades, No es preciso decir que tales actividades, promovidas más por curiosidad científica que por reverencia y dedicadas a recoger información que, por lo menos en teoría, podría ser revelada, me han creado un gran número de enemistades.
Las sectas en las que me vi involucrado fueron de muy variada condición, la mayoría de las cuales no eran más que grupos semirrotarios con toques de fetichismo; otras, verdaderas conspiraciones políticas, muchas de ellas efectivas por operar en la sombra; y también encontré algunas con una considerable experiencia mágica, a veces de una naturaleza altamente peligrosa. Los masones egipcios pertenecen a la última categoría y, hasta cierto punto, han influenciado a las demás ramas de la masonería con sus rituales de pirámides (ver más arriba). De hecho, muchos de sus miembros, incluyendo al padre de Lovecraft, también lo han sido de logias masónicas perfectamente normales, afiliadas a la Gran Logia de Londres (como la mayoría de logias americanas) y de las cuales nada menos que una autoridad como Nesta Webster ha afirmado que son completamente inocuas.
Sin embargo, los masones egipcios están más estrechamente relacionados con la Logia del Gran Oriente de Francia, una organización menos inofensiva que fue establecida originalmente por los Iluminados de Weishaupt. Está íntimamente asociada con la Sociedad de Jacobinos a la que pertenecían todos y cada uno de los líderes de la Revolución Francesa, y que en la actualidad cuenta entre sus miembros tanto al Presidente Giscard d’Estaing como al que se autodenomina su oponente, M. Mitterand. Giuseppe Balsamo, alias Cagliostro, fue un Iluminado y Jacobino secreto que, como Rasputín en Rusia, desempeñó un papel clave en la Revolución desacreditando a la familia real en el “affaire” de María Antonieta y el collar de diamantes.
Había sido educado personalmente por el propio Weishaupt, aquel jesuita y conspirador ilustrado, cuyos documentos no publicados contienen, entre otras muchas cosas, el borrador original de lo que después llegó a conocerse como el Manifiesto Comunista publicado finalmente en 1848. Desde nuestro punto de vista actual, el interés de Cagliostro reside en el hecho de que legó algunos manuscritos a sus seguidores de la secta egipcia, incluyendo extractos del Necronomicon original.
Puede parecer extraño que esta persona casi anónima, un humilde nativo de Palermo, hubiese estado en posesión de un manuscrito de tanta importancia. Generalmente se desconoce que su antepasado directo ganó mucho dinero haciéndose pasar (anacrónicamente) por el último cruzado, luchando en la batalla de Alcazarquivir en 1578 (digo “probablemente” porque ésta es la versión aceptada, aunque la honestidad científica me obliga a añadir que ante la evidencia aducida por su contemporáneo el Padre Teixeira y otros, parece muy probable que el pretendiente siciliano que apareció veinte años después de su muerte fuese en verdad el rey desaparecido).
Mi propia información, que doy a conocer con cierta inquietud por miedo a revelar inadvertidamente cómo la he obtenido, indica que al padre de Lovecraft le enseñó a leer aquellos extractos del Necronomicon nada menos que el Cedro Alto (la revelación de cuyo nombre “real” incluso ahora acarrearía sobre mi cabeza más odio del que ya se me profesa). Cedro Alto, a su vez, dedujo el texto sagrado del Santuario Más Intimo, a quien le había sido entregado nada menos que por Fourier Tinville(2l, el Dzherzhinsky de la Revolución Francesa, quien lo obtuvo, no sin tortura, de los seguidores del propio Cagliostro. El Santuario Más Intimo, como Vd. sabe, era de origen mingreliano(3) y tenía por lo menos 140 años cuando murió.
No deseo aburrirle con un largo relato sobre cómo he seguido la pista del Necronomicon hasta el mundo antiguo. Recordará mi Prolegomena zu einer Geschichte der Magie, cuyos tres volúmenes fueron destruidos tan pronto como se publicaron, aunque tengo entendido que el Dr. Williams, como miembro de nuestra Sociedad, también tiene en su poder ejemplares de los tres volúmenes. Baste decir que puede trazar la línea de contactos mágicos retrocediendo desde Cagliostro hasta los miembros de la secta hasídica y sus predecesores que se hallaban entre los sefarditas procedentes de España. Sin embargo, hay indicios de que el Necronomicon no era del todo apreciado entre ellos, ya que las comunidades hebreas no sólo tienen unas tradiciones mágicas que se remontan a la Cábala, que a su vez derivó de la Tradición Hermética de la magia de Egipto y Babilonia, sino que también había muchos rabinos influyentes que se oponían a cualquier manifestación mágica con una sólida autoridad talmúdica para adoptar esta actitud.
El texto del Necronomicón, probablemente en una versión bastante más completa que la existente en la actualidad, la obtuvieron a través de los árabes de España, y a mas de uno de mis colegas le han llamado la atención las similitudes entre el Necronomicon y el Kitab-al-Ihud. Sin embargo, no hay duda de que, como ocurrió con tantos otros casos de la cultura musulmana, este manuscrito árabe volvió a los persas, y el nombre clave de este contacto es el de Dariush-al-Gabr (el Incrédulo), .un zoroastriano del siglo IX que escribía en árabe y en persa. Debió ser en Persia que el Necronomicon tomó su forma actual, ya que el códice con que está escrito se basa en la idea de la escritura pahlaví.
Es posible que Vd. no sepa que esta escritura no sólo fue empleada en el idioma semítico-arameo, sino que representó verdaderas palabras arameas, en su orden original, o su aproximación, y que luego tuvieron que ser traducidas, leídas y reconstruidas simultáneamente al persa, No es de extrañar que la fonología del pahlaví tuviese que reconstruirse sobre la base de la ley fonológica proyectando los sonidos aquemenios(4} a los posteriores sonidos del nuevo persa arabizado. Sólo el descubrimiento de los textos oséticos (en el idioma de los alanos iranianos del Cáucaso) nos ha permitido confirmar esta sospecha.
Desde luego, la tradición persa, a su vez, enlaza con la magia babilónica y la tradición hermética egipcia de los sacerdotes de Toth. En estos momentos no es posible saber cómo se transmitió el Necronomicon y a través de qué manos pasó, a pesar de que muchos de los nombres más probables se mencionan en mi Prolegomena. Lo importante es que ahora podemos comparar los antiguos comentarios con los del Necronomicon. Platón, en el Timeo, deja claro que obtuvo su información sobre la Atlántida del sacerdote de Toth, quien le dio la fecha de la destrucción de aquella ciudad y civilización que databa de unos nueve mil años antes de su época. Los sacerdotes de Toth no sólo escribieron tradiciones (por desgracia ahora sólo conocidas por nosotros en unas cuantas inscripciones jeroglíficas, además de algunos manuscritos defectuosos en cursiva), sino que también fueron los depositarios de escritos sumarios muy anteriores a la Primera Dinastía egipcia.
En este caso, mi pista provino de los conocidos estudios de Waddell, Makers of Civilisation, etc., en los que emplea métodos análogos para descifrar el sánscrito, el celta y otras antiguas fuentes a la luz de su suposición de unos antecedentes sumerios. El método demostró ser el más adecuado y, acompañado como estaba de una profusión de .datos lingüísticos, fui capaz de realizar mi traducción parcial del Necronomicon basándome en sus investigaciones. Fue el fruto de muchos años de “duro trabajo” y ahora permanece en un lugar protegido no sólo por dispositivos de seguridad normales, sino también, créase o no, por rituales mágicos. He comprobado demasiadas veces la eficacia de los mismos para despreciarlos por más tiempo.
Guardaré escondido el texto de mi traducción parcial hasta mi muerte, después de la cual he tomado medidas para que sea transferido a personas que respetarán el trabajo y que saben cómo preservar lo que hay de valioso en él y protegerse a sí mismos contra sus influencias malignas. Pero queda mucho por traducir, y mucho depende de lo que tarde el gobierno de Austria en disponerse a financiar nuestros programas de ordenador. El Necronomicon, como Vd. ya sabe, está escrito en un código de un tipo particularmente complicado, en el que se combinan elementos de difícil escritura con los trucos usuales en la técnica de los realizadores de los códigos. Como puede ver, mi entrenamiento de antes de la guerra con la máquina Enigma fue, después de todo, muy útil (tengo tendencia, tal como sabe, a ser un poco “guasón”). Y, cosa bastante extraña, la participación del Dr. Williams durante la guerra en el programa de radar en Bletcheley Park también resultó ser extremadamente útil. ¡Qué triste es pensar que no pudimos cooperar desde el principio en una causa noble!
Fue el Dr. Williams, con su formación inglesa, quien se dio cuenta de que tres escritores muy diferentes habían tropezado con partes de la verdad, El primero era la escritora para niños Enid Nesbit, esposa del aspirante a fabiano John Bland. Empezó simplemente tratando de interesar a los niños con sus relatos, pero pronto halló que la mejor forma para conseguirlo era escribir sobre magia. Hace uso de muchos de los tópicos habituales; una alfombra de los deseos, un amuleto y un hada (aunque algo rara, puesto que es peluda y tiene los ojos en los extremos de dos largas antenas), pero los emplea de forma imaginativa. La alfombra parece que se mueve realmente y se pone rígida tal como ocurre con las alfombras de Las Mil y una Noches. Los deseos concedidos por el hada se hacen verídicos de una forma que es, a la vez, “vida real” y muy desconcertante.
Pero lo que más nos interesó fue el Amuleto. Era sólo un medio amuleto con el poder de crecer en forma de arco, a través del cual los niños pasaban a otros tiempos en busca de la mitad que faltaba y con la que podrían formar un amuleto completo que le permitiría conseguir los deseos más íntimos. En respuesta a una Palabra de Poder, tan próxima a la real que me hace temblar, el medio amuleto crecía en forma de un gran arco y los niños pasaban a través de él. Este es el Camino, y Vd. ha escrito sobre él. Un tema como éste sólo puedo tratarlo con todo el temor que me inspira.
Otro escritor muy útil fue Tolkien, cuyas fantasías sobre Sauron y los poderes de la oscuridad en Mordor resultaron estar demasiado estrechamente de acuerdo con los acontecimientos políticos a los que se referían. Su alegoría era una alusión velada a lo que en realidad ha estado sucediendo, e inevitablemente produjo considerables rencores.
Pero el más importante fue Lovecraft, cuyas aparentes obsesiones revelaban, diría que demasiado, lo terrible que es para muestra mente finita el ser capaces de comprenderlas o de intentar descifrarlas.
Pero basta de estas pistas. Describirle como las seguimos creo que no seria tedioso, pero sencillamente no hay tiempo. Lo presiento. Debo decirle, con un cierto presentimiento, que los parásitos de la mente sobre los que Vd. ha escrito existen realmente, todos tienen su influencia e incluso son visibles bajo diferentes apariencias. Describirlos como malignos, tal como hice cuando di con ellos por primera vez en el transcurso de mi investigación, sería una ridiculez fuera de lugar. Sería como una hormiga invocando a un maligno comedor de hormigas. O aún más: sería como si las hormigas llamaran a un hombre malvado para que pisoteara su hormiguero.
Porque los parásitos de la mente son un aspecto de lo que Lovecraft llamaba los Grandes Antiguos, y sólo tienen una disposición maligna en tanto en cuanto los grandes espacios de nuestras mentes más interiores les interesen como esfera de explotación (o mejor diría que el gran subconsciente colectivo que compartimos les interesa). En cambio, nuestras insignificantes existencias cotidianas no les interesan más de lo que les interesan las de las hormigas.
Es nuestro espíritu semi-eterno (me atrevo a sugerir “eterno”) lo que les interesa. Pero es fatigoso ser el juguete de las fuerzas que son a la vez elementales y conscientes. Estoy cansado, igual que un gatito lo está después de haber jugado con niños infatigables. Las jaquecas que me han dado frecuente motivo de lamentación van siendo cada vez más graves, y ahora sólo puedo trabajar, de modo seguido, un par de horas. De lo que antes fue solamente curiosidad lúcida sólo queda horror. Quiero prevenirle, prevenirle por partida doble. El Camino es hacia el interior... Reciba mis bendiciones, volveré sobre el particular cuando me sienta mejor.
Con gran estima,
Dr. Stanislaus Hinterstoisser
Postdata del Dr. Carl Trausk
Tal como sabe por mi telegrama, el Dr. Hinterstoisser falleció poco después de escribir la anterior.
Afortunadamente, tengo el cuerpo principal de sus notas y nuestra traducción parcial del Necronomicon.