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General: ¿Qué es religión? ¿Qué es la Masonería? ¿Qué relación hay entre ambas?
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 04/05/2011 20:54
¿Qué es religión? ¿Qué es la Masonería? ¿Qué relación hay entre ambas? ¿Es la Masonería una religión?
 Si lo es, ¿en qué consiste esta religión? Si no lo es, ¿qué actitud asume respecto de la religión? Es decir, ¿qué es la religión en Masonería y cómo la hemos de interpretar?. Estas preguntas y otras de análoga índole se han discutido mucho más que cualesquiera otras relacionadas con la existencia y estudio de la Masonería. Las formulan amigos y enemigos, a menudo por distintos motivos y con respuestas sumamente diferentes. Por lo mismo que las cosas de religión son tan importantes, tan decisivas y afectan tan profundamente a la vida humana, quieren las gentes saber cómo está relacionada la Masonería con el supremo interés de la humanidad. Sea cual sea el modo y motivo de formular la pregunta, está muy bien que se formule. A fin de facilitar un nítido resultado es necesario el cuidadoso, reverente, discreto y simpático estudio del asunto, para esclarecer nuestro pensamiento y emitirlo de un modo digno de su importancia. Por supuesto, que si queremos estudiar provechosamente la cuestión, hemos de conocer el significado de las palabras empleadas y las verdades de que hayamos de tratar. Pero antes, por vía de introducción, conviene echar una rápida ojeada a la cuestión tal como está planteada por la formal actitud de la Masonería contemporánea respecto de la religión. En la Masonería mundial se descubren por lo menos tres diferentes actitudes respecto de la religión. Están muy distantes una de otra, según luego veremos, y parece muy difícil conciliarlas en vista de los sentimientos que la religión evoca y de su espíritu esencialmente conservador. No es necesario decir que cada una de dichas actitudes deriva de la diferencia de raza, de religión y de ambiente, que son fuerzas muy difíciles de regir. Por la misma razón, nos incumbe actualizar todas nuestras facultades de tolerancia, intuición y entendimiento si no queremos enredarnos en una maraña de prejuicios y antipatías de raza, sin contar con el profano embrollo que por extravagante monstruosidad de los hechos deriva de las diferencias de religión. En los países de habla inglesa, la Masonería es esencial y noblemente religiosa, tanto en las creencias como en la práctica, y estamos todos conformes en lo que significamos por Religión de la Masonería. Para ingresar en nuestras Logias, el profano debe confesar y no tan sólo profesar su fe en Dios, aunque no se le exige que defina concretamente qué concepto tiene de Dios. Ha de tener fe en los principios y prácticas de la moral y en la inmortalidad del alma, sin que se le obligue a definir su concepto de la vida futura ni si es una resurrección física o un triunfo de la personalidad espiritual. Sin embargo, en algunas Grandes Logias, los instructores manifiestan su criterio de que significa la “resurrección del cuerpo”. La más compleja declaración de que tengo noticia es la adoptada por la Gran Logia de Nueva York como preámbulo de su Constitución y Leyes. Expresa la “más sencilla forma de la fe de la Masonería, no débil sino incontrovertible y sugestiva”. Añádase a esto una breve exposición destinada a expresar, hasta el punto en que cabe expresar estas cosas, la atmósfera mental y disposición de ánimo subyacente en la declaración de la verdad religiosa; exposición tan importante corno la misma declaración. Dice así: “Hay un solo Dios, el Padre de todos los hombres”. “La Santa Biblia es la viva Luz de la Masonería y la regla y guía de la fe y de las obras”. “El hombre es inmortal”. “El carácter determina el destino”. “El primer deber del hombre, después del amor de Dios, es el amor al prójimo”. “Auxilios son del hombre la oración y la comunión con Dios”. En vista de la imposibilidad de recluir las enseñanzas de la Masonería en formas fijas de expresión; pero reconociendo al propio tiempo el valor de las autorizadas declaraciones de los principios fundamentales, se han expuesto como sigue las enseñanzas masónicas: “La Masonería enseña al hombre a practicar la caridad y la benevolencia, resguardar la castidad, respetar los lazos de parentesco y amistad, adoptar los principios y reverenciar las ceremonias de la religión, ayudar al débil, guiar al ciego, levantar al caído, albergar al huérfano, defender el Altar, sostener al Gobierno, inculcar la moralidad, fomentar la cultura, amar al prójimo, temer a Dios, implorar su misericordia y esperar la eterna bienaventuranza y felicidad”. Tales son la declaración de fe y las enseñanzas masónicas en los países de habla inglesa. Son diáfanas, concisas, de noble sencillez y comprensión, y en todos sentidos dignas de la Orden y de la Gran Logia que las publicó (2). Algunos tal vez hubieran deseado más pormenores, pero la mayoría quizá prefieran una declaración todavía más concisa, satisfechos con prescindir de mucho de lo allí expuesto específicamente dándolo por supuesto y comprendido a causa del ambiente social y religioso en que vivimos. Sin embargo, conviene tener una autorizada y explícita declaración de una Gran Logia, para evitar toda posible interpretación equivocada y toda mala inteligencia respecto a la actitud de la Masonería simbólica. En Alemania y en las tres Grandes Logias de Escandinavia (3) se exige del candidato a la iniciación masónica que profese la religión cristiana y crea en el dogma de la Trinidad. A consecuencia de esta actitud, inflexiblemente mantenida por las Grandes Logias de Prusia, no se admite a los judíos ni siquiera en las Logias simbólicas, aunque hace algunos años se ha constituido en Prusia una Masonería con el título de “Humanitaria” que no exige del candidato a la iniciación que profese el cristianismo con la creencia en la Trinidad. Hubo algún rozamiento entre ambas clases de Masonería en Alemania, pero al fin concertaron tácitamente una buena inteligencia que les permite vivir en paz, sin inmiscuirse una en otra. Se ha de añadir que antes de la guerra mundial, las Grandes Logias de Prusia no tenían inconveniente en admitir en las Logias de su obediencia a masones de nacionalidad francesa que mantenían distinto punto de vista respecto de los no cristianos. En cuanto a la Masonería de los países latinos baste decir que excepto las Logias dependientes de la Gran Logia de Inglaterra, todas son francamente agnósticas en punto a la fe religiosa de los candidatos, y ni la Masonería francesa ni la belga exigen la creencia en Dios como requisito indispensable para la iniciación, aunque tampoco exigen profesión de ateísmo, por más que en Bélgica se requiere la fe en el Gran Arquitecto del Universo, para pertenecer a ciertos grados superiores. En la ceremonia de iniciación de primer grado dichas Masonerías no le preguntan al candidato si cree o no cree en Dios, ni consta en sus rituales nada que suponga que la Masonería sea esencialmente deísta ni que se proponga cultivar la fe en Dios. No quiero discutir la prudencia o imprudencia de semejante actitud, y mucho menos exponer las razones históricas que movieron a la Masonería francesa a adoptarla y mantenerla. Basta señalar el abismo abierto entre las Grandes Logias cristianas de Suecia y Alemania y el agnóstico Gran Oriente de Francia, así como también un abismo entre las Logias de esta obediencia francesa y las de todos los países de habla inglesa. Análogamente hallamos entre los masones de habla inglesa muy amplias diferencias de criterio respecto a las relaciones entre la Masonería y la Religión. Primeramente tenemos los que sostienen que la Masonería es una fraternidad social y filantrópica que nada tiene que ver con la Religión, excepto el reconocimiento de su existencia, la aceptación de sus ideas fundamentales y el respeto a sus ordenanzas de una manera formulista, que en nada se opone a que por su parte prosiga su obra de amor fraternal y de las enseñanzas morales consignadas en su simbolismo y en su ritual. Por ejemplo, en la Real Enciclopedia Masónica encontramos este pasaje: “Pero sobre todo veamos claramente en ella una institución puramente social sin asomo de tendencias políticas ni religiosas, a fin de que los hombres se consideren como hermanos por encima de toda opinión política y creencia religiosa”. Sorprende el difuso esparcimiento de esta actitud, tanto teórica como prácticamente; y muchos masones tratan de quimera o debilidad el insistir en el aspecto religioso de la Masonería y en el alto significado espiritual de sus símbolos, por lo que cabe el temor de que la Orden, definida por el doctor Johnston como una fraternidad religiosa, esté hoy en peligro de llegar a ser una Orden puramente social dedicada a la fraternidad y a la filantropía. Si tal ha de ser el porvenir de la Masonería, perderá seguramente lo que algunos de nosotros afirmamos que es su distintivo carácter tradicional, y se convertirá en una de tantas asociaciones, muy útil y valiosa sin duda, pero en modo alguno la Masonería por la que tanto se afanaron nuestros padres. Cómo puede alguien interpretar así la Masonería, es difícil de entender, en vista de las ceremonias de iniciación y el espíritu de la Logia, ni tampoco puede afirmarse que la Masonería simbólica entraña la ética y el Real Arco la religión como le parece a Waite. Otros se contentan con decir que la Masonería es la “asistenta o ayudanta de la Religión”, frase que si algo significara implicaría que nuestra Orden sería una especie de sirviente encargada de hacer los bajos menesteres de la Religión, como si la Religión fuese una cuellierguida señorona demasiado altanera y orgullosa para ocuparse en los ordinarios quehaceres de la vida, cuando si la Religión tiene algún mérito o alguna belleza es precisamente la fe y el espíritu con que realizamos la más humilde tarea del mundo. Así escribió George Herbert en su modesta rectoría de Bementon, mientras los pájaros anidaban en sus aleros: “Quien barre un aposento según Tu santa ley practica una hermosa obra”. La obra de la Masonería consiste en labrar, esculpir o pulimentar las piedras de los muros, columnas y arcos del Templo de la Fraternidad, cimentado sobre la fe espiritual y la verdad moral, y construido en concordancia con las leyes de Dios, con su ayuda y en Su santo Nombre. De esta suerte, es la Masonería notoriamente algo más que una mera Orden social que inculca ideales éticos y practica la filantropía. Así dice pintorescamente Arthur Edward Waite: “Es posible y es verdad que la Masonería nació en un figón; pero pertenece a Dios Omnipotente. Principió a vivir en un figón como vestíbulo para la vida de iglesia. En el otro extremo hallamos a amigos y enemigos que, por la espiritualidad de sus ideas y de sus ceremonias, consideran la Masonería como una religión, pues, entienden por religión un definido credo con distintivos rasgos denotadores de su fe y de su espíritu, y descubren ambos elementos en la Masonería. Tal es la actitud de la Iglesia romana y del alto clero de la Iglesia anglicana, que también es católica excepto en su insumisión a la sede romana. Ambas iglesias consideran la Masonería como una religión rival, de índole naturalista, a la que deben oponerse por el deber que les exige su fe en la divina revelación; y preciso es confesar que la Masonería francesa justifica dicho concepto por haber quitado la Biblia del altar y omitido el nombre de Dios en su ritual. Desde luego que en la oposición a la Masonería entran otros elementos, pero la de los católicos romanos y anglicanos es la base y resumen de todos en cuanto al aspecto específicamente religioso. Así pues, ¿quién está en lo cierto?. ¿Es la Masonería una religión?. Los primates de la Masonería simbólica, los que la estudian y la masa general de sus miembros, al menos en los países de habla inglesa, no consideran la Masonería como una religión, aunque posee algunas características que dan pie a que la consideren como religión quienes por cualquier motivo quieran así considerarla. Algunos de nosotros preferimos decir que la Masonería no es una religión sino la Religión; que no es una iglesia confesional sino un culto en que pueden coincidir los hombres de todas las religiones confesionales, con tal de no empeñarse en que todos hayan de pensar exactamente lo mismo en todos los pormenores relativos a las cosas del cielo y de la tierra. No es la Masonería rival de ninguna religión sino amiga de todas ellas, y proclama insistentemente las verdades subyacentes en todas las religiones y son la base de la consagración de cada una de ellas. La Masonería no es una religión, pero es religiosa Si examinamos el asunto desde el punto de vista histórico, encontraremos un interesante desenvolvimiento de la actitud de la Masonería respecto de la Religión. El más antiguo documento de la Masonería simbólica, hasta hoy conocido, es el manuscrito de Halliwell, llamado el Poema Regio, que data de 1390, y es no sólo cristiano, sino definidamente católico. Su descubridor dice que parece un documento escrito por un clérigo, pues comienza con una invocación a la Trinidad y a la Virgen María e incluye instrucciones para celebrar debidamente la Misa. Los primitivos masones simbólicos fueron clérigos ortodoxos y siguieron siéndolo durante todo el período de la construcción de las catedrales. Todo cambió al advenir la Reforma. La Masonería intervino en los varios movimientos cuyo resultado fue la emancipación de los pueblos, la libertad de conciencia y la independencia del espíritu humano. De todos modos, desde la época de Eduardo VI de Inglaterra, la Masonería simbólica de este país tuvo resueltamente afinidades protestantes, según se infiere de los Antiguos Deberes de aquella época, de la cual es notable ejemplo el manuscrito Harleian. Pero aunque la Masonería inglesa llegó a ser protestante en su espíritu y principios, continuó siendo cristiana durante largo tiempo. Difícil es conocer exactamente lo que ocurrió cuando la reviviscencia de 1717 y el período de formación de la primera Gran Logia, pues el trasfondo es muy obscuro y pocos los hechos que nos muestran las influencias recibidas por los hombres que redactaron la Constitución de 1723 de la cual Gould dijo que “con toda seguridad puede atribuirse a Anderson La reviviscencia de 1717, según la describimos, no sólo dio a la Masonería una nueva forma de organización en la Gran Logia sino que respecto de la Iglesia y la Religión, asumió una nueva actitud cuya total importancia no se echó de ver hasta años después, dando con ello motivo a un cisma que duró medio siglo. El artículo sobre “Dios y la Religión” de la Constitución de 1723, leído según la mentalidad de la época, es una extraordinaria declaración, a la vez revolucionaria y profética. Así como al advenir la Reforma, la Masonería rompió su conexión con el catolicismo, así en 1723 se desligó para siempre de toda iglesia y de toda secta religiosa, quedando de allí en adelante libre de todo sistema teológico. La Constitución de 1723 se proponía unir a los hombres con el lazo de la común Religión eterna, “aceptada por todos los hombres” y exhortada a los masones a que “reservasen para sí sus personales creencias religiosas” y no las adujesen como prueba de masónica confraternidad. Aunque pocos se dieron entonces cuenta de la enorme trascendencia de semejante declaración, a mediados del siglo 18 se echó de ver su grandísima importancia, y en 1751 se organizó otra Gran Logia, tomando por pretexto otros motivos e influencias determinantes del cisma. La Gran Logia disidente se llamó de los “Antiguos” y denominaron de los “Modernos” a la primitiva, diciendo que se había apartado de la fe. Las dos Grandes Logias actuaron simultáneamente durante más de cincuenta años, no sin que se suscitara entre ellas algún rozamiento; pero al fin prevalecieron los “Modernos” que apartaron a la Masonería de toda peculiar alianza con una religión determinada. Al refundirse el año 1813 en una sola ambas Logias hasta entonces rivales quedó definitivamente afirmado el carácter universalmente religioso de la Masonería simbólica, y se eliminó de ella, con esperanza de que fuera para siempre, hasta el último vestigio de la influencia dogmáticamente teológica. Sin embargo, no todos los masones quedaron satisfechos de la unión; y Hutchinson, Oliver y otros abogaron por una Masonería definidamente cristiana, tal como expuso Hutchinson en su obra: The Spirit of Masonery. Más recientemente, en 1885, el difunto hermano Whymper reiteró muy persuasivamente el alegato, pero sin eficacia alguna en su valioso libro: The Religión of Freemasonery, hasta el extremo de insinuar que los judíos, hinduistas y mahometanos pudieran tener Logias propias, pero irregulares, lo cual era imposible desde el punto de vista de la Fraternidad. Cabe la esperanza de que el problema esté definitivamente resuelto y que la Masonería no vuelva jamás a ser la ayudanta o asistenta de una religión dogmática, sino que, mantenedora de la religión universal, continuará siendo el “centro de unión y el medio de conciliar la verdadera amistad”, no sólo entre las personas sino entre las religiones que “de otro modo permanecerán perpetuamente distanciadas”. Porque la Masonería es un sistema de misticismo moral que expresa la fe en Dios y en la vida eterna mediante antiguos y sencillos símbolos entresacados del arte de la construcción; que educe las mejores cualidades de la naturaleza humana y enseña la confraternidad de toda vida. El propósito de la Masonería es ayudar a sus hijos a tener más claro concepto de sus deberes con Dios y con sus semejantes, a desenvolver sus facultades espirituales, a refinar y enaltecer su conducta en la servicial práctica de la fraternidad, dejando que cada cual añada a la profunda y sencilla fe masónica cuantos arrequives y adornos le parezcan buenos, verdaderos y bellos, con el debido respeto a las creencias, opiniones e ideales de sus hermanos y compañeros.


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