¿Se necesita una clase distinta de masonería ?
Una clase completamente distinta de masonería, con una acción que surge del entendimiento y la comprensión de todo el modo del vivir la masonería, se han vuelto una necesidad que es ya urgente en nuestro mundo en constante cambio.
Tratamos de abordar el mundo moderno mediante métodos políticos y de organización social, mediante ajustes económicos y diversas reformas; pero ninguna de estas cosas resolverá jamás las complejas dificultades de la existencia del ser humano, aun cuando puedan ofrecer un alivio ilusorio.
Todas las reformas, por extensas y aparentemente duraderas que sean, son en sí mismas causa de posterior confusión y nueva necesidad de reformas complejas. Sin comprender realmente todo el complejo ser del hombre, las meras reformas al vapor producirán sólo la confusa exigencia de más reformas. Las reformas no terminan nunca y, a lo largo de estas huecas soluciones, no existe una solución fundamental. -
Las revoluciones políticas, económicas o sociales tampoco son la respuesta, porque han producido tiranías espantosas o la mera transferencia de poder y autoridad a manos de un grupo diferente. Tales revoluciones jamás son la salida para nuestra confusión y para el conflicto en que vivimos. -
Pero existe una revolución que es por completo diferente y tiene que ocurrir si hemos de salir de la inacabable serie de inestabilidad, conflictos y frustraciones en que estamos hoy esclavizados. Esta revolución tiene que comenzar no con teorías surgidas de ideas universitarias o académicas que, a la larga, demuestran ser inútiles, sino con una transformación radical en la mente misma. Una transformación semejante sólo puede tener lugar mediante una educación diferente y el total desarrollo del ser humano. Es una revolución que ha de ocurrir en la totalidad de la mente colectiva a profundidad, y no sólo en el pensamiento superficial. El pensamiento superficial, después de todo, es sólo un resultado y no la fuente , el origen. Tiene que haber una transformación radical en el origen mismo y no una mera modificación del resultado.
Al presente, solamente nos entretenemos con los resultados, con los síntomas. No producimos un cambio vital desarraigando los viejos métodos de pensamiento, liberando a la mente de las tradiciones religiosas y los hábitos sociopolíticos. Es en este cambio profundo en el que estamos interesados, el cual sólo puede originarse en una correcta educación liberal. -
La función de la mente es observar y aprender. Por aprender no entiendo el mero cultivo de la memoria mecánica o la acumulación de conocimientos, sino la capacidad de pensar clara y sensatamente sin ilusión ni fantasías, partiendo de hechos reales y no de creencias religiosas e ideales políticos, la paso la era de los ideales religiosos y políticos, ya no dan resultados óptimos.
No existe el aprender real, si el pensamiento se origina en confusiones previas. Adquirir meramente información o conocimiento, no es aprender. Aprender implica amar la comprensión y amar hacer una cosa por sí misma. El aprender sólo es posible cuando no hay coacción de ninguna clase. Y la coacción adopta muchas formas, Hay coacción a través de la influencia externas, a través del apego o la amenaza, mediante la estimulación persuasiva o las sutiles formas de recompensa o castigo.
La mayoría de la gente piensa que el aprendizaje es favorecido por la comparación, mientras que en realidad es lo contrario. La comparación genera frustración y fomenta meramente el desajuste, la cual es llamada locura. Como otras formas de persuasión, la comparación impide el aprender y engendra el temor. También la ambición engendra temor. La ambición, ya sea personal o identificada con lo colectivo, es siempre antisocial. La así llamada ambición noble es fundamentalmente destructivo en la relación. -
Es necesario alentar el desarrollo de una buena mente, una mente capaz de habérselas con múltiples problemas de la vida como una totalidad, y que no trate de escapar de ellos volviéndose de ese modo contradictoria en sí misma, frustrada, amarga o cínica. Y es esencial que la mente se percate de su propio condicionamiento, de sus propios motivos y de sus búsquedas. Puesto que el desarrollo de una buena mente constituye uno de nuestros intereses fundamentales, es muy importante el modo como uno enseña.
Tiene que haber un cultivo de la totalidad de la mente y no sólo la transmisión de informaciones. En el proceso de impartir conocimiento, el educador ha de invitar a la discusión y alentará a los estudiantes para que investiguen y piensen de una manera independiente. -
El que cree que sabe, "el que sabe cosas inoperantes", no tiene cabida en el aprender. El educador y el estudiante están ambos aprendiendo, a través de la especial relación mutua que han establecido; pero esto no quiere decir que el educador descuide el sentido de orden en el pensar.
Ese orden no es producido por la disciplina en la forma de enunciaciones afirmativas del conocimiento, sino que surje naturalmente cuando el educador comprende que en el cultivo de la inteligencia tiene que haber un sentido de libertad. Esto no significa libertad para hacer lo que a uno le plazca o para pensar con espíritu de mera contradicción. Es la libertad en la que al estudiante se le ayuda a darse cuenta de sus propios impulsos y motivos, los que se revelan a través de su cotidiano pensar y actuar,