LA HONRA Y LA GLORIA DEL HOMBRE AL LADO DEL PADRE CREADOR, ANTES DE QUE EN LA TIERRA FUESE:
En lo
atinente al principio de la existencia de todas las cosas que hizo el creador,
la Biblia en Génesis 2:4-8 y 1:27-28 con relación a Salmo 8:4-8 y a Heb 2:6-8,
relatan respectivamente los orígenes de la creación, cuando el hombre fue
formado, antes de que toda planta del campo fuese en la tierra y toda hierba del
campo antes de que naciese, ya que el Creador no había hecho llover sobre la
tierra, sino que de ella subía un vapor, que regaba toda su faz. En este
entonces antes de que todo fuese en la tierra, cuando del polvo de ella el
hombre fue formado por el Creador, y este le sopló aliento de vida para que
fuese un ser viviente, lo tenía a su lado con suma gloria, sin todavía haberlo
ocupado en los menesteres de labranza, hasta que plantó un huerto en Edén, al
oriente, y aquí lo puso, e hizo además de que naciese de la tierra todo árbol
delicioso a la vista y bueno para comer, el árbol de la vida y el árbol de la gnosis
del bien y del mal, al que de este le prohibió comer, porque si lo comía iba a
morir el día que lo comiera.
Además que
el Creador de la tierra hizo toda bestia del campo y toda ave del cielo, y de traérselas
al hombre a fin que viese como los había de llamar, le dio una mujer de
compañera para que le sirviese de ayuda idónea, y a ambos los bendijo, y les
dijo: “fructifiquen y multiplíquense, llenen toda la tierra, sojuzgarla y
señorear en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las
bestias que se mueven sobre la tierra” (Gn. 2:18-24; y 1.27-28). Por
esto es que el hombre sin pecado aún, ya no solo estaba en santidad, bendecido
sobre manera grande y coronado de honra con aquella gloria al lado del Creador,
desde antes que todo fuese en la tierra, sino que así todo lo puso debajo de
sus pies, para que señorease sobre las obras de sus manos (Jn. 17.5, Slm.
8:4-8, y Heb. 2:6-8). Pero el hombre al pecar contra el Creador, cuando le
desobedeció por comer del árbol de saber lo bueno y lo malo, a causa del engaño
de Satanás, que con astucia en contra del único Dios, obró mediante una
serpiente, para introducir su obra perversa de dioses en la humanidad, ya no
tenía santidad ni ninguna honra y gloria para poder estar al lado de su Padre y
de mirarlo como regularmente lo veía; y como resultado, es que en aras de resguardar
el árbol de la vida, no solo fue expulsado con su pareja del Edén, sino que tras eso entró el pecado en
el mundo, y por esto la muerte que pasó a los demás hombres, porque todos a
consecuencia de la desobediencia de Adán, fueron constituidos pecadores y
pecaron, y desde luego destituidos de la gloria del Creador (Ro. 5:12, 19;
3:23; y 11.32).
No obstante
a la desobediencia del hombre, es que previamente a su expulsión del Edén, ya
el Creador había pronunciado maldición entre dos simientes, en la cual la de serpiente
sería herida en la cabeza por la de la mujer, y con la de esta ya había
prefijado al segundo Adán, que es Cristo la Simiente Bendita, mediante todos
los gentiles de la tierra serían benditos, y quien siglos más tarde, vino a ser
sacrificado en pos de santificar al hombre del pecado, para darle vida eterna y
recuperarle la gloria que perdió; y por esto en términos alegóricos con
referencia al Padre y en relación al hombre, Cristo anticipadamente a su muerte
y resurrección, dijo: “Ahora pues Padre, glorificame al lado tuyo,
con aquella gloria que tuve contigo, antes que en la tierra fuese” (Jn. 17:5).
Este texto en relación a Génesis 2:5-7, es vertido en algunas traducciones de
la Biblia, en el sentido de que antes del mundo fuese, por ejemplo, tal es el
caso de Reina de Valera 1960.
Adán fue
aquel hombre, a quien el Creador con el polvo de ella lo hizo un poco menor que
los ángeles coronado de honra y de gloria, tanto que Dios lo hizo señorear sobre
las obras de sus manos, pues todo lo puso debajo de sus pies: “ovejas y bueyes,
todos ellos, y también las bestias del campo, las aves
de los cielos y los peces del mar, todo cuanto atraviesa las sendas de los
mares” (Gn. 1:28-30; y Slm. 8:3-8); pero a causa del pecado, esa
gloria que tenía al lado de su Padre desde antes que todo fuese en la tierra,
la perdió, y debía por esto venir otro que fuese hecho un poco inferior a los
ángeles en cuanto a su humanidad como el segundo Adán, para recuperarla, y ser
el Señor de todo con todas las cosas sujetas debajo de sus pies, con excepción
de su Espíritu Divino en sí que le sujetó todo, hasta el último enemigo a
vencer que es la muerte, pues debido a esta tuvo que sucumbir, resucitar y ha
de venir en el futuro a efectuar la transformación de sus escogidos, para que
ella sea otra vez vencida, y que al final de su reinado Cristo se le ha de
sujetar aquel que le sujetó todas las cosas, para que Dios sea todo y en todos (Heb. 2:6-9; y 1 Co.
15:25-28, 52-58).
Muerte que con el hades será echada en el lago que arde con fuego y azufre para
que ya no haya más, ni ningún otro mal; y que en definitiva solo sea el reino
espiritual con Dios y su pueblo, en nuevo cielos y nueva tierra, desde la nueva
Jerusalén, que ha descender de lo alto (Ap. 20:13-14; y 21:2-4).