**La noche caía lentamente sobre el santuario de Athena. L guerra ya habia comenzado, y la muerte no esperaba a nadie. La luna, blanca y hermosa, reinaba desde la boveda celeste con tristeza sobre su semblante de plata. Incluso el viento susurraba llantos en nombre de los caidos en batalla, y consigo, un dulce aroma que lo acompañaba. Surcando el viento, en el décimo templo del zodiaco, algunos rojizos petalos de rosas, acompañados de una embriagante fragancia cruzaban. Y, de entre las sombras de aquel templo de marmol que brillaba bajo el fulgor de la luna, un atratctivo hombre revestido con un antifaz de sombras apareció. Su adónico cuerpo era cubierto por una de las 12 legendarias armaduras de oro, entregadas solamente a los guerreros mas poderosos y fieles a la diosa Athena, la cual brillaba hermosa bajo aquella luna de plata, en la riviera de la noche plutónica. Una capa de seda blanca caia elegante a sus espaldas, mecida gentilmente por el viento que cargaba los petalos rojos. Un atractivo rostro varonil, y una alborotada cabellera tan negra como la misma noche, cubiertos por un yelmo de oro adornado con un par de cuernos de aquel mismo material, completaban a aquel guerrero. Era claro de quien se trataba. Un orgulloso santo de Athena, el decimo guerrero del sol... El Cid de Capricornio, un caballero de oro con nombre inmortal. Aquel muchacho contemplaba el cielo pensativo, en silencio. Tal vez no decía nada, pero lamentaba la muerte del doceavo guerrero, Albáfica de Piscis, quién habia entregado su vida en nombre de Athena y ahora se despedia de sus hermanos de oro, encargandoles a la diosa. Un verdadero caballero de Athena. El de la espada en los brazos se despedia del santo de piscis, pero prontoo volvió su mirar al frente, con su semblante impenetrable y frio. No era momento para lamentarse. Entonces dió media vuelta, regresando a la oscuridad de su templo, esperando el momento en el que le tocara actuar. **
[[ Sin riesgo en la lucha, no hay gloria en la batalla ]]
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**Algo rompio un instante la calma de el guerrero español. Fue solo un instante, para despues perderse en su recuero. Sin embargo, no volvio a quedarse tranquilo el maestro dorado, sino que con sus apasibles ojos buscaba entre las sombras y las luces, entre las columnas y estatuas, algun causante para su rota calma. Y no solo con sus ojos, cada uno de sus sentidos se enfocaba en cada rincon de aquel lugar de sangre y batalla, buscando cualquier indicio de otra presencia extranjera. Despues de todo, aquel hombre galante era un santo dorado, y no podia ser engañado tan facilmente. Y asi, bañado por los calidos rayos de el sol rojizo, el santo comenzo a hablar, cual loco, al viento...-Muestrate, enemigo de Athena... Pues de aquí no pasaras...- Y en ese instante callo el caballero de oro. Apesar de no ver a su enemigo, El Cid sabia que no se encontraba solo y con el comienzo de aquella cruel guerra, los espectros se infiltraban como ratas al santuario en busca de la cabeza de Athenea, y eso era algo que el de la cabra celeste no permitiria. Al final, el era un santo de oro... De aquel mineral de la luz, que hiere a la sombra que destruye al mal y quiebra la tiniebla mas profunda **
[[ Sin riesgo en la lucha, no hay gloria en la batalla ]]
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