** Era una tarde soleada en la pintoresca italia. El astro poeta moria poco a poco en el horizonte, tiñendo con sangre el atardecer y bañando con sus ultimos rayos rojizos un frondoso bosque que se alzaba sobre algunas de las colinas que ahi vivian desde tiempos ancestrales. Sobre el cielo, naranja en vez de azul,  unas pocas nubes blancas y esponjosas zurcaban, mientras el viento acariciaba el verde follaje de verano en una suave melodia. Todo era calma y tranquilidad aquella hermosa tarde de Toscana. Pronto, el gentil andar de unas botas metalicas, paseantes de la vida, resono en aquel bosque silencioso. El sonido del metal sobre el suave pasto esmeralda pronto delate una un alma solitaria que se paseaba por aquellos rumbos. Su adónico cuerpo era cubierto por una bellisima armadura del color del sol, delatando su origen griego. Era uno de los 12 legendarios ropajes de oro, entregadas solamente a los guerreros mas poderosos y fieles a la diosa Athena, la cual brillaba hermosa bajo aquellos ultimos rayos de sol ensagrentado, dando paso hacia la oscura noche. Una capa de seda blanca caia elegante a sus espaldas, mecida gentilmente por el susurro de eolo que por ahi se paseaba, y por el tranquilo andar de aquel joven santo de Athena. Un atractivo rostro varonil, y una alborotada cabellera tan negra como la misma noche, cubiertos por un yelmo de oro adornado con un par de cuernos de aquel mismo materia, además de una mirada calmada, completaban a aquel guerrero. Era claro de quien se trataba. Un orgulloso santo de Athena, el decimo guerrero del sol... El Cid de Capricornio, un caballero de oro con nombre inmortal. Su andar era suave, lento y casi flotante en aquel bosque, perdiendose entre los enormes arboles. hasta que depronto, aquel muchacho se encontro de frente con una enorme catedral de piedra, en donde se adoraba un martir en la cruz. Un enorme rocetón de cristal de colores adornaba aquel majestuoso edificio, usado como tragaluz en epocas de Miguel Angel. Aquel guerrero del sol detuvo su andar frente a este edificio, y se quedo en silencio, dejando que el viento acariciara su rostro.  Todo seguia en calma, excepto por una cosa: La mirada del santo habia cambiado, y se clavaba sobre aquella entrada de madera. Se decia que aquel lugar era el escondite del dios de muerte sobre la tierra, y el santo habia sido enviado a investigar**

 **En aquella tarde que moria en el horizonte, y ante aquel guerrero de oro que encontrabase frente a la catedral del señor de los muertos, una nueva figura apareció. Su cuerpo era recubierto por oscuros ropajes, y apesár de que su rostro era oculto bajo la sombra, su origen era más que obvio. Un espectro al servicio de Hades. Hablaba con confianza, pidiendo al santo que se retirara de aquel sagrado lugar para los espectros. Y a esta elegante amenaza, el joven de la oscura cabellera, sin reflejar ninguna emoción en su varonil rostro, contestó - ¿Un espectro como tu se atreve a darme ordenes?- Y entonces calló, aun sin reflejar nada sobre su rostro. Clavó sus filosos ojos sobre su diestro brazo, mientras comenzó a hablar algo que parecia no tener sentido -Dicen que entre los santos de Athena existe un caballero cuyo brazo había sido forjado como el acero...- Y entonces dio un par de pasos rodeando al galante espectro, mientras dirigia su mirada al protector de aquella catedral. Pronto, una ligera aura dorada comenzó a rodear el cuerpo del santo de origen español, mientras este detenia su andar y continuaba hablando con su grave voz -Mi misión es destruirlos, apresarlos y acabar con ustedes. Los espectros no deben correr libres por este mundo.- Y entonces elevó su brazo a la altura de su rostro mientras este tomaba la forma de una cuchilla. Era claro que aquel santo no se retiraria, y estaba dispuesto a enfrentar a aquel espectro con tal de cumplir la misión encargada por Athena **

 **Un verdaderamente hermoso juego de luces se creaba depronto aquella tarde. Los matices dorados y purpureos, emitidos por el santo y el espectro respectivamente, jugaban entre ellos, mezclandose y creando un espectaculo precioso. Ante las palabras rudas del espectro, sobre el varonil rostro del español, una ligera sonrisa se dibujo, mientras decia con una expresión de ligera diversión -¿Ves? Eso es pura habladuria. Pero, si eso piensas, ¿Quién soy yo para desepcionarte?- cada segundo que transcurria, el aura dorada del santo de capricornio era más y más notoria. Emanaba fuerza y poder, dignos de un santo dorado. Poco a poco su blanca capa comenzaba a moverse ligeramente. ¿Era acaso el viento? ¿O la fuerza del caprino?. De su brazo que se elevaba cerca de su torso, afilado cual cuchilla, un sutil pero rapido movimiento en diagonal surgió, y entonces un delgadisimo haz de luz dorada salió velozmente en dirección a la humanidad del espectro. Aquel corte no era la legendaria técnica de los decimos guardianes, sin embargo era su esencia. El Cid esperaba el movimiento del Kyoto, sabiendo que eso era poco para derrotar al juez infernal, sin embargo daba comienzo a la batalla, una batalla que seguramente seria recordada por generaciones.**

 **Con elegancia y velocidad el juez del infierno había esquivado el cortante ataque de El Cid. Y, emanando un cosmos muerto y negro, advertía al caballero dorado sobre su destino si decidia enfrentarlo. El mirar de el nacido bajo el signo de la cabra celeste seguia sin reflejar ni una sola emoción, y su adónico cuerpo seguia emitiendo una dorada luz que brillaba como el sol.  El Cid estaba ahí, quieto, frente al titiritero infernal sin decir una palabra, dejando que el cosmos que lo envolvia creciera más y más. Sus ojos se clavaban cual dagas sobre los ojos apenas distinguibles sobre el rostro del enemigo, en silencio. La batalla habia comenzado, y ninguno de los dos cederia ni un centimetro. ¡Una nueva guerra santa!**

 **Magnífico espectáculo de luces sucitaba aquella rojiza tarde que moría en el horizonte, abriendo paso a la oscuridad de la noche. Por un lado, destellos purpureos y negruzcos llenos de fuerza y frialdad pertenecientes al gran juez del infierno. Del otro, matices dorados emanando poder y justicia atheniense, todo presenciado por el astro poeta que, herido por la sombra, caía tras las montañas italianas. Pronto, aquel gallardo joven de negra y alborotada cabellera, con el rostro inmutado ante las palabras del juez, dio un par de pasos hacia adelante, en dirección del espectro de grifo mientras elevaba su brazo como cuchilla afilada. Aquellos pasos eran cada vez más y más veloces, hasta que se convirtieron en una feroz carrera, transofrmando al caballero en un as de luz dorada que avanzaba imponente hacia el juez. Y al estar a una corta distancia de este, el caprino bajó sus certero brazo cual tajo atraves de todo lo largo del juez, de su frente hasta sus pies. Aquel poderoso corte, a aquella corta distancia y con la fuerza que el décimo guardián llevaba juntando, creaba un ataque directo de temer. Esperaba asi, rebanar a Minos y eliminarlo de su camino, para encontrar al emperador de la tierra de los muertos.**

 **Para sorpresa del santo dorado, el titiritero del infierno había evitado el certero ataque cortante con un sutil movimiento, para después lanzar su cosmos al cielo y dejar que varios hilos de cosmos intentaran rodear al caprino. ¿Seria acaso esa su técnica? No por nada era apodado el titiritero del infierno. Sin embargo, aquella técnica sería ineficaz contra el caballero de Athena, pues mientras aquellos hilos de cosmos avanzaban, en el rostro del santo, que aún se encontraba de pie a poca distancia del espectro, una ligera sonrisa se dibujó mientras decía a su antagono -¿Piensas atacar con hilos al portador de la espada más afilada?- Y entonces, con algunos rápidos movimientos de sus brazos en forma tajante, cientos de rafagas cortantes iluminadas por un fulgor de oro avanzaron en dirección de aquellos hilos , intentando cortarlos para dejar en un estado inútil la mayor de las técnicas del espectro. ¿Daría resultado la estrategia del guerrero español? Pronto lo sabriamos **

 **La batalla entre el bien y el mal se había desatado. Por un lado, el que alguna vez se hubiese sido rey de Creta y que ahora vestia una negra armadura, al servicio de Hades bajo el ala del grifo. Por el otro, un caballero de Athena con nombre inmortal en cuyo brazo residia la legendaria espada sagrada. Una batalla digna de ser contada. El joven de oro había logrado, con cientos de cortes, deshacer los hilos de cosmos que el juez creaba intentando aprisionarlo. Sin embargo, con elegancia y maestria, el titiritero infernal creaba más y más de aquellos hilos, intentando convertir en una marioneta al guerrero de oro. Con su maligna voz, el juez se burlaba del nacido bajo la constelación de capricornio, quién aún intentaba frenar el ataque de Minos con sus precisos cortes de luz. Entonces, canalizando su fuerza en sus pieras, y tensando cada músculo que en ellas habia, la cabra de oro dió un poderoso brinco hacia atrás, aterrizando a algunos metros del juez. -¡Entonces habrá que cortarle las manos al titiritero!- Y entonces, en su adyacente brazo derecho una poderosa luz del color del sol se concentro, emanando fuerza y poder inigualables a cada segundo. Elevando su brazo, y después dejandolo caer en forma de corte, una poderosisima luz infrenable avanzó en dirección de las muñecas del juez, al compás del grito de El Cid -¡¡¡EXCALIBUR!!!- ¡Era la legendaria técnica del guerrero español! No era como los cortes anteriores, no. Era mucho más veloz, sin problemas alcanzando la velocidad luz y con un filo sin igual. Nisiquiera los hilos del espectro podrían frenar el poderoso y tajante golpe del caballero. Esperaba cercenar las manos del Kyoto y nulificar su terrible técnica. ¿Daría resultado el certero golpe del español? **

 **El certero movimiento del santo dorado de Capricornio avanzaba rápidamente, cortando todo a su paso, en dirección de las muñecas del titiritero infernal. Y, de un segundo a otro, el poderoso golpe dio resultado. Tras un ahogado grito de dolor por parte de Minos que se escuchó por toda Italia, un par de blancas manos recubiertas por guanteletes metálicos del surplice de grifo cayeron al suelo sobre un creciente charco de sangre. Las manos del orgulloso titiritero habían sido cercenadas ya. De sus muñones solo un potente chorro  de aquel carmesí líquido fluía sin cesar, mientras que el espectro caía, agobiado por el dolor, arrodillado frente a El Cid. Su técnica había ya desaparecido, y Minos miraba con odio al santo de origen español, en cuyo rostro no se percibía ni un solo remordimiento. -¡Maldito! ¡Me cortaste las manos!- exclamaba de entre dientes y ruidos de dolor el espectro, a lo que el de la negra cabellera contestó sin bacilar -Minos, ahora que tu mayor arma fue cortada de golpe, no representas más una amenaza para mí. Ríndete, abandona tu camino como espectro; y te perdonare la vida.- Y entonces los ojos miel del caballero de capricornio se posaron firmes sobre el iracundo espectro, cuyo cuerpo era invadido por el dolor, aun emanando aquella aura dorada. ¿Sería que el orgulloso espectro se rendiría? ¿O, aún conociendo su enorme desventaja se enfrentaría, solo para morir, al santo? ¿El orgullo o la sensatez? Solo el tiempo diría la reacción del juez de griffo**