**Justo antes de que pudiera penetrar aquella macabra catedral, algo llamó la atención del de la cabra celeste.  Un enigmático cosmos de entre el follaje, creciendo amenazante,  acechaba cual fiera bestia al santo dorado. El Cid detuvo su andar y echó una breve hojeada sobre su hombro. Un espectro sin duda que interceptaba al extranjero y pretendía atacarlo.  Aún sin dar la media vuelta y encarando el hogar del dios de la muerte,  el diestro brazo del caprino tomo la forma de una afilada cuchilla y comenzó a iluminarse en tonos dorados. Con un ágil y certero movimiento, el español dio la media vuelta y corto el viento con su afilado brazo, y de el, una delgada y brillante línea de luz avanzó velozmente al lugar donde se encontraba aquel cosmos fiero. Era verdad que aquel ataque no era la legendaria técnica del caprino, pues no tenía ni su fuerza ni su velocidad; sin embargo era su esencia. Aún así, probablemente aquel delgado corte no sería suficiente para derrotar al guardián de la entrada que aún se escondía entre la sombra, sin embargo lo obligaría a salir y enfrentar frente a frente al décimo guerrero del sol. El Cid era un hombre de pocas palabras, como también prefería atacar primero y preguntar después. Aquel ataque sintetizaba su filoso carácter. ¿Qué era lo que asechaba entre las sombras al de Capricornio?**

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**Para sorpresa del caprino, aquel hórrido  espectro; vetuso y amenazador, hablaba sobre el santo de sagitario, gran amigo de El Cid y sobre el mismo caballero de capricornio como si de un espejo torcido se tratara. Y para mayor asombro, aquel espectro imitaba con certeza y fuerza la técnica del décimo guerrero de oro. Los ojos de El Cid se abrieron como platos al ver como un filo como el suyo avanzaba directo a él. Sin embargo, no se permitió perder la cordura ni un instante y pronto recuperó su mirada fría, mientras se movía sobre su eje y hacia la izquierda con velocidad, dejando pasar aquel corte en contra de su persona impactarse contra la iglesia que, extrañamente, apenas recibió un rasguño a pesar de la potencia de aquella ofensiva.  Y, al notar este corte, notó EL Cid que aquel edificio era la fuente del poder en contra de los santos de Athena. °°Así que el poder de los santos es disminuido al estar cerca de esta catedral, ¿eh?°° pensó para sí el caprino. °°Debo alejarme rápidamente de aquí°° Y entonces emprendió un veloz andar en dirección del enemigo que pronto se convirtió en una amenazadora carrera, mientras elevaba su brazo tan afilado como una espada a la altura de su cuello, y, cuando estuvo cerca del espectro, lanzó  diagonalmente su brazo iluminado. ¿Podría el espectro esquivar tan mortal golpe y a tan corta distancia? ¡La horrible batalla entre santos daba comienzo**

**El león griego lo observaba todo. Lo analizaba todo. No era de extrañar que lo llamaran el genio del santuario, a pesar de su corta edad. Cual si dos filos colisionaran, aquel extraño espectro que copiaba  lanzaba un filo como el de El Cid creando una tremenda explosión entre ambos guerreros. El humo envolvió por un segundo al caprino, quién salió disparado cual saeta en dirección de la iglesia. Su capa, antes blanca yu elegante, ahora no era más que un trapo sucio y un poco quemado.  Su armadura mostraba ya signos de batalla, algunos rasguños y resquebrajaduras e incluso de la ceja negra de El Cid, un hilo de aquel rojo y tibio liquido llamado sangre resbalaba sobre el costado de su rostro hasta su mentón. Pero eso no era nada para el décimo guerrero dorado, quién aprovecho aquel golpe y su vuelo para regresar frente al león.  Mientras caía cual meteoro del cielo, aterrizó sobre el tejado de aquella catedral y por un instante sintió como su cosmos era drenado,  pero no le importó. Concentró su fuerza sobre sus pies y se lanzó con la velocidad de un  trueno de nuevo en contra de su enemigo, con e brazo tan filoso como siempre y dorado.  Ya no era un corte cualquiera, o un filo cualquiera, o un arma cualquiera. No. Aquella era la famosa técnica de los santos de capricornio: Excalibur. Moviéndose a la velocidad de la luz, y acercándose cual relámpago a su enemigo, su fuerza regresaba mientras se alejaba de aquella catedral. Y al estar a una distancia prudente y sin embargo corta del espectro,  El Cid dejó caer aquel corte mientras exclamaba con orgullo -¡¡EXCALIBUR!!- Aquel corte era más poderoso, afilado y veloz que los anteriores; ¿Podría evitarlo el enemigo a aquella corta distancia? Ni siquiera un corte como el anterior, que carecía de las gloriosas características de la espada británica sería suficiente para detener aquel corte. ¿Tendría el enemigo un plan para contrarrestar el filo más poderoso de capricornio?**