**Aquel
ambiente dominado a muerte, donde las almas puras se perturban al estar ahí, al
no ser su lugar, recorriendo cual almas en pena cada uno de los lugares en los
que se extendía el infierno, más era difícil pasar, a aquella zona donde el rey
de las tinieblas, comandante de los espectros que adoraban la muerte, se
encuentra en el último de los círculos del infierno helado, aquel donde su
nombre responde a Giudecca, mostrando en sus terrenos el mismísimo Palacio del
señor del inframundo, el ambiente gélido demostraba la frialdad de las acciones
que podrían tener su inicio al ser planeadas desde aquel lugar infernal, donde
ni siquiera ante la presencia de la estrella más grande y poderosa se dejaban
dominar las tinieblas, sin dejar que en aquella tierra dominara su luz y por ende
el frío descontrolado toma riendas en el dominio, una estructura de raíces grecas,
el último de los edificios del Inframundo, aquel que se alza en una forma
circular central teniendo a los lados custodiados por formas rectangulares y en
el frente rodeada por altas columnas caladas, es víctima de la esencia pura de
un visitante que se atrevía entrar sin permiso o invitación al edificio, sin
mostrar miedo alguno o desesperación en sus andares al ser su porte diferente
al de aquellas tierras, sus pasos recubiertos en ecos por el golpeteo metálico
de su armadura sobre los interiores crean aquel ruido que llamaría la atención
de cualquiera que escondido entre los pilares internos de la estructura
estuviese ahí, mientras sus cabellos áureos bailoteaban tras su espalda en
conjunto de una capa blanquecina caída por sobre sus hombros, siendo algunos
mechones que se disponían a rosar el rostro de facciones femeninas,
evidenciando la falta de uno de los cinco sentidos de cualquier ser humano al contener
sus párpados cerrados, sin embargo, esto no sería señal de debilidad puesto
que sus sentidos restantes se mantendrían alerta a un nivel por encima de lo
normal, pudiendo llegar a escuchar entre el silencio el golpeteo producido por
un alfiler en caída contra el suelo. Su esencia pura y tranquila dejaba rastro
de sus pasos a cada momento que se atrevía seguir avanzando, su alrededor
dominado por una paz inconfundible contrastaba con su ambiente por completo,
deteniendo su andar en el centro de aquel edificio, expectante a cualquier cosa
que pudiese ocurrir o si quiera presentarse ante si, manteniendo una
concentración y meditación en perfecta armonía con su mente al igual que con todos los sentidos de su cuerpo**
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