** La noche al fin se cierne sobre el paraje con toda su oscura y galante extensión cobijando el territorio tibetano,  la brisa tranquila  se desliza entre  los colosos de hielo, afincados unos a otros, construyendo aquella gruta exhalando su aliento helado, confiriendo el perfecto resguardo  a la embarcación ateniense aún intacta.  Al filo de la reliquia, en medio de nieve  y fragmentos de hielo  la siniestra silueta tartárica de la dama sombría se adivina en el centro de la cueva,  hincada y contraída en sí con los brazos cruzados al frente, el cabello purpúreo  exquisitamente desarreglado  , mechones esparcidos a su  alrededor deslizándose sobre su torneada espalda. Sus ojos cárdenos  contemplan con retorcido ahínco  los finos trozos de  surplice   desprendidos del brazal tras  la última arremetida del santo dorado -  no más lemurianos por hoy… ó enfermaré -  un atisbo de disgusto  acentúa el gesto de disgusto enmarcado en su rostro mientras se incorpora  envuelta en la quietud de la brisa que mece las hebras  de su melena  peinándola  entre  sus dedos albos con orgullo que se antoja digno de un espartano. Su atención se desvía y una sonrisa de sensual aire cainita  se apodera de la delgadez de sus labios  percibiendo  en su mapa cósmico una esencia familiar  y al mismo tiempo desconocida, provocándole  en una furtiva curiosidad.  La flota del cielo  se encuentra cada vez más cerca y con ella el cataclismo de aquellas tierras insignes de la esperanza de la diosa virgen -  El momento se aproxima  y las extrañas visitas continúan llegando…- musita para sí llevando la siniestra a las fisuras del brazal  « No sé que dirá el señor Aiacos de esto… es vergonzoso…» anhelando que aquello no interviniese con su ascenso en la escalera a los cielos aguarda en la plataforma nívea.**

** Los incisivos amatistas escrutan con especulación, pues si bien la entidad que percibe pertenece a las filas del inframundo,  no le resulta  del todo conocida. Entonces lo vislumbra, aquel  hombre suspendido en sus extremidades  de garbo demoniaco que desciende ante ella  - Alas…-  un susurro solo para sí  acompaña una expresión  amarga  gracias  a la esencia  de la bestia terrestre que la representa. No se trataba  de las   del Garuda, la sonrisa  en sus labios  mengua  fugazmente  concluyendo  la naturaleza del antagonista  en la obra « Mephistopheles… ¿Pero  que diablos…? »  el adornado  y breve  discurso de él la saca de sus cavilaciones, arrancándole  una mezquina  mueca que  merma  la curvatura en sus labios – Vaya, no es normal en un espectro adular tanto a otro… Pero gracias por la oleada de halagos – el inherente  sarcasmo se desborda entre los vocablos descaradamente, no deseaba   escuchar los adulos, al menos no de él. Esconde con habilidad excepcional su asombro ante el último dictamen del pintoresco personaje,  lanzando la mejor de sus sonrisas  de sensual aire enfermizo  sustituyendo su rictus – No sé quien seas realmente para decir tales cosas  - menciona  irónicamente mientras los músculos  de sus brazos se tensan flexionándolos apuntando sus orgullosos puños ceñidos  uno contra otro, la brisa se  perturba sobrecogida a su alrededor invitando  las hebras purpuras  a besar su rostro en un cuadro magnéticamente letal digno de su belleza mordaz – pero tengo una labor  que cumplir, las órdenes de la señora Pandora son precisas y el señor Aiacos  está en camino, dedícate a hacer tu trabajo -  un magnífico martilleo metálico  reverbera con el choque de los guantes que recubren sus manos, liberando esporas purpúreas inmersas en una bruma negroide que exuda la humanidad de la dama espectral actuando como el desencadenante que inicia la llamarada de su cosmo dantesco, serpientes de profundo color negro  nacidas de la diáfana energía astral que oscila arrastrándose envolviendo las formas de su cuerpo mientras los núcleos de luz cárdena danzan atraviesan las sinuosas formaciones – que yo… haré el mío…-  sentencia con aire solemne a sabiendas de que el escenario aún no se encuentra preparado para levantar el telón para cuando el galeón de ébano  surque la oscuridad del firmamento llevando a bordo las filas  de Antenora.  Sin saber que ella misma esta a punto de convertiré en parte de una infausta y retorcida  puesta en escena. **

 ** Un magnífico  y seco estruendo se disuelve en las raudas brisas gimientes al término del primer derrumbe, apenas una mínima muestra de la portentosa fuerza bruta residente en la nigromante sombría. Oculta en el dulce cobijo de aquella profunda oscuridad  resguardando el fulgor de las intensas amatistas que se atavían con diáfano asombro; en antítesis con la mueca de hastío que se adivina en su rostro al registrar el singular despliegue cósmico por parte del demonio tartárico. « Ese cosmos… no es normal de un espectro»  concluye a sabiendas de que a partir de entonces, debe pasearse con una privilegiada cautela – Hum… ¿Qué dices? … - su voz envolvente resuena con deje replicante para después rematar  con una mezquina risa hipócrita  -¿Sabes?  Eso no es una prioridad - .

Dentro del frío páramo de la oscuridad, evoca la esencia sempiterna de su flujo cósmico, las partículas astrales e hinchan fusionándose unas a otras engastándose en el filo de su humanidad delineándola en la  llamarada de ébano imbuida por la siniestra oscuridad, exhalando su  aliento dantesco.  

-Lo importante es cumplir los deseos de mi señor Aiacos…no, de hecho, es lo único – espeta aseverando su último dictamen. Iniciando su segundo acto de desaparición de digna escapista.  Las sombras a su entera disposición son registradas por el sensible radar de su energía astral; con precisión maquiavélica  se abre paso entre la paradoja que las tinieblas le ofrecen, abordando aquella proyectada por el pintoresco demonio en un cienmilésima de segundo, emergiendo gloriosa y letal entre la brevedad del  oscuro sector; apenas los pequeños astros abandonan la sombra  y retoman  su refulgente malva exultando el insigne garbo de la espectral doncella  que se eleva cortando el aire proyectando su puño magno hacia el espectro, intentando golpear  el plexo solar del mismo , envuelta  en aquel vehemente brío  depredador sediento de sangre impulsado en la perfecta mezcla de su fuerza  insigne y velocidad. De tener éxito esto sería la guía, dejándose llevar por la trayectoria en curso. **

** Es entonces que en medio de aquel vuelo artificial algo cambia. Fuera de toda lógica, en contra de las fuerzas naturales. Al filo de un golpe casi inminente, nada ocurrió…  Casi logró saborearlo, el dulce crujir de sus huesos uno tras otro, su interior reventando bajo su puño inmisericorde. Mas  sin embargo, tan delicioso  evento  no llega a darse y en la progresiva ralentización enmarcada entre los centímetros que distancian tan ansiosamente su glorioso puño es cuando se ve frustrado la osada campaña. «Imposible… » La palabra se graba a fuego en su mente  previo a su completa inmovilización.  Misteriosamente el tiempo cede a los caprichos del su inusual antagonista  “congelando”  la  escena en un cuadro inquietante.

 Los impetuosos mechones danzantes de su orgullosa cabellera de lóbrega belleza detienen su silencioso baile,  los lucíferos amatistas se paralizan enfocando con siniestro ímpetu la figura del oscuro bufón, si bien la situación se percibe poco o nada alentadora, el gesto de la doncella sombría desencaja totalmente dentro del número sobre el escenario.

Silenciosas  y ajenas las estructuras de hielo  que los rodean son víctimas del azote ofrecido por ambos, es así que en aquel maravilloso juego de claros y oscuros que se proyectan generosamente  se manifiesta un nuevo despliegue antinatura, un funesto aroma a alquitrán permuta la pureza de las gélidas brisas, denso, osado  transgrede incluso su temperatura etéreamente. Las sombras se dilatan ejecutando su hosco vaivén obseso, escapando de las sombras originales, una figura negroide se arrastra dolorosamente en una cienmilésima de segundo;  imbuida  en la esencia magnífica de la bestia terrestre manipulada por su delegada predilecta.

De manera paralela a los eventos espeluznantes, la Flor Carmesí   a sabiendas inoportunas de  la naturaleza del pintoresco hombrecillo;  se traga el gozo  de saber que a través aquellos ojos espectrales, el sombrerero adivinaría  los engranes que mueven la sombra: los cadáveres  corroídos de la séptima prisión. Vasallos  leales a una  voluntad caprichosa inherente. « Si no es bajo mis dedos, serán los de ellos » concluye con satisfacción, su férreo poderío impulsa su cosmo guerrero que invita  a sus pútridas marionetas  a retorcerse, pronto se adivina la silueta  del  ávido Behemoth con las fauces abiertas en el muro que se alza  tras el demonio, esperando  ansiosamente el momento indicado para sellarle entre su poderosa mandíbula   «… Shadow Sewing… » La fría  joya tartárica  refulge  al momento en que aquellos despojos se apilan extendiendo impacientes sus brazos mancillados   intentando alcanzar  al sombrerero espectral. Tratando de ofrecerle su efusivo y asfixiante abrazo fatídico, si llegasen a alcanzarlo, el  emotivo y retorcido gesto dantesco sellaría el vuelo del demonio tartárico. Colándose entre sus extremidades, engastándose en su humanidad apócrifa humanidad;  en un intento de  liberarse  de su  técnica temporal y al menos, irónicamente, ganar un poco de tiempo mezquino ante las fracturas temporales que relega a un segundo plano.**