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**El astro poeta se oculta en el horizonte, bañando con sus últimos rayos ensangrentados las hermosas tierras italianas. Cerca de un diminuto y pintoresco pueblecillo, un enorme bosque se extiende por kilómetros y en su centro, una enorme catedral de piedra se alza con aires góticos. Los animales prefieren alejarse de aquella edificación, pues la maldad brota de aquella iglesia como si de un portal al infierno se tratase. Caminando entre los senderos de aquel bosque, un muchacho de mirada tan fría como el hielo aparece dirigiéndose a la diabólica catedral. Su piel es clara, y su cabello es tan oscuro como la noche. Porta sobre su adónico cuerpo una elegante armadura de oro que chispea al roce del sol y sobre su espalda una blanca capa de seda cae con aires heroicos. Un yelmo dorado adornado con dos afilados cuernos corona su cabeza y lo delata como el décimo santo de oro al servicio de Athena: El Cid de Capricornio. Cuando aquel guerrero se encuentra frente a la catedral, la inspecciona con la mirada un instante. El mismísimo Gran Maestro lo ha enviado pues han surgido rumores de que en aquel lugar el espíritu del señor de los muertos ha renacido. Sin decir una palabra, aquel guerrero continúa su andar hacia la enorme puerta de madera de la catedral del bosque.**
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