*Aquel extraño paraje que pareciera haber sido trazado en el firmamento, rodea con imágenes de ángeles, nubes y querubines las figuras de los guerreros de la diosa Athena. Un andar lento y seguro se mantiene por parte de uno de aquellos hombres, cuyos castaños cabellos caen lentamente sobre su frente y es el dorado de su armadura lo que le distingue como uno de los guerreros de mayor poder al servicio de la joven protectora de la raza humana. “Athena, ¿Realmente te encuentras lista para este enfrentamiento?”, cuestiona en su interior, y sin embargo aquella duda que provoca que su avance se detenga no merma su seguridad en la deidad. “Sasha, este es tu destino y aún si es doloroso, nosotros estaremos contigo.” Continua meditando  aquel noble guerrero cuya presencia misma evoca calidez y nobleza, conforme sus puños se cierran de forma firme y su pierna diestra emprende el primer movimiento dando un paso seguro en dirección a donde el enemigo se encuentra, imágenes de una joven tomada a su cargo y presentada al santuario recorren su mente, y de igual manera de aquella mirada cálida y voz reconfortante que la misma joven ha adquirido con el tiempo. –Ella es Athena, y yo soy su escudo- susurra al formarse una sonrisa calma en su rostro despejándose la duda de su mente y abriendo a sus espaldas un par de áureas alas que con su sombra cubren el camino delante de si para después plegarse nuevamente. “Aquí voy Athena” piensa firmemente emprendiendo su avance con mayor ahinco.*