**La noche retrocede lentamente, la cúpula que cubre los cielos se muestra en tonalidades doradas y rojizas mientras los vientos amenazan con traer desde el horizonte cargadas nubes de lluvia, sin embargo el rojo que predomina en el horizonte de ese amanecer no es el del sol propiamente dicho, el astro rey aun alumbra con solo su claridad, el carmín que predomina no es más que el fuego que se eleva, destructor implacable, sobre Rodorio; la villa adyacente al santuario está bajo ataque, varios espectros destrozan aquel lugar bajo las ordenes de un sórdido y frio comandante que no se puede ver por ningún lado, como si las sombras le ocultaran de la vista humana.

Pronto las nubes se empiezan a mover con más velocidad, como si Eolo empezara a desplegar a sus hijos sobre el santuario de Athena, eso aviva las llamas y hace que se muden de tejado en tejado indiscriminadamente, también anuncia que el sol está emergiendo; lentamente la luz comienza a avanzar nítida como una línea que divide dos mundos completamente distintos, atraviesa el pueblo que expide un aroma a maderas calcinadas, el mismo viento hace que las cenizas predominen en el aire como una fina cortina de nieve gris y es entonces cuando se lo puede divisar caminando por el camino que avanza a través de las viejas y derruidas edificaciones del santuario de la diosa de los ojos glaucos a una figura envuelta en vestimentas de colores violáceos, parece un vagabundo, de paso seguro y firme, su vestimenta se arremolina sobre su cuerpo como si tratara de atraparlo en ellas, más sin embargo su caminar continua inexorable.

A los lejos se pueden oír los profundos sonidos de la gente que huye, corre a los gritos y cada vez se acercan más hasta donde se ubica el hombre que se detiene volviéndose hacia un joven de cabellos color rubí y ojos esmeralda, este cae a sus pies, tiene múltiples quemaduras y su mirada llena de terror, parece con esos tristes orbes gritar por ayuda al hombre que tiene delante: un par de hebras de cabello albino escapan de sus ropas mientras se inclina revelando sus ojos violáceos.

 - ¡Ayuda! La aldea… Rodorio está siendo atacada… ¿¡tu… eres un santo de Athena verdad!?-

 La oscura sonrisa emerge más allá de su cuerpo cubierto, solo este joven es capaz de verle realmente y detectar la malicia, pronto el joven se pone de pie y trata de huir, fútil, no hay manera de escapar de un espectro ya que es una muerte segura, desde debajo de sus vestimentas emerge una especie de látigo, esta se enreda en el cuello de la víctima que lo sujeta al saberse presa de este, ahoga un grito y puede sentir como su cuello comienza a comprimirse.

- Deberían estar agradecidos pequeños bastardos humanos, Hades-sama les envía sus saludos y la promesa que la muerte es la salvación… yo solo soy su más humilde mensajero, aquel que vino a juzgar sus pecados… -

La voz del albino es cautivante, se antoja hasta viciosa aun cuando deja escapar los vocablos como si se tratara de una dulce melodía prohibida, más aun así esa hermosa proyección se acaba cuando el simple movimiento de su muñeca hace que la cabeza del hombre salte por los aires, cercenada con destreza… Ahora al creciente aroma a destrucción y fuego se une el de la metálica sangre, que se desparrama por todo el piso marmolado lleno de grietas en un espectáculo grotesco.
La cabeza gira lentamente por este mismo sacro piso mancillado, llega hasta el borde de una escalinata y finalmente empieza a caer con violencia desfigurando completamente sus facciones con cada golpe, se puede incluso escuchar como los huesos del cráneo se fracturan con cada golpe, hasta que encuentra final reposo en las arenas de  entrenamiento del santuario, una risa tétrica se oye por todo el lugar, la justicia de Hades ha llegado a Grecia justo cuando el Sol comienza a alumbrar los doce templos en la lejanía. **