Y entre su enfado me grito que ya no me quería, quede perplejo, sin entender .Deambulé toda la tarde por la casa intentando evadirla, tenía miedo. En la noche ella se acostó en nuestra cama, la miré desde lejos, no sabía si habría espacio para mí y si al acostarme sería el inicio de nuevos gritos. Corrí el riesgo y lentamente me metí en la cama, casi al borde, a punto de caer para no tocarle, para no molestarla, ya sabía que no me amaba. En la madrugada, me desperté, era ella que me tocaba y me hacía el amor, sin mediar palabra, la abracé porque temí que fuera la despedida, porque me había dicho que no me quería, no hubieron palabras, y entre el silencio pude escuchar, escuchar lo más importante, más que las palabras del día, logre escuchar como la respiración de ella se aceleraba, logre escuchar, que al dar el último suspiro sobre mi y caer rendida, pude oír en mi pecho su corazón que latía a mil, y en aquel momento pude entender que me había mentido, ¡ella aun me amaba!.
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